La Casa del Migrante en Tijuana (CMT) es uno de los espacios que posee una larga tradición para albergar a personas en tránsito. Desde 1987, abrió sus puertas en atención a esta población. Bajo los principios de la Congregación Scalabriana, es considerado uno de los espacios de este tipo pioneros en la ciudad fronteriza de Tijuana.
La Congregación de Misioneros de San Carlos Borromeo (en latín Congregatio Missionariorum a Sancte Carolo) o Misioneros de San Carlos, más conocidos como scalabrinianos, es una congregación religiosa clerical de la Iglesia católica, de derecho pontificio, fundada en Italia en 1887 por Juan Bautista Scalabrini, con el objetivo de ayudar a los inmigrantes y refugiados políticos.
Durante el 2020, el albergue presentó algunos retos y desafíos que resultan de interés para conocer el balance, sus percepciones y experiencias en el tema migratorio, en medio de una emergencia sanitaria en la ciudad fronteriza de Tijuana.
El tránsito y la pandemia
La pandemia de Covid-19 en México evidenció las diferentes vulnerabilidades que prevalecen entre las personas en tránsito, migrantes y/o desplazados. “No son vulnerables sino vulnerabilizados en el sentido de que su susceptibilidad deviene de un sistema que los discrimina, rechaza y violenta por su estatus migratorio. Cuando no se les asegura un tránsito seguro y libre, en el que se respeten sus derechos, es cuando son vulnerabilizados”, tal como señala la Mtra. Graciela Parra, coordinadora de operaciones de la Casa del Migrante en Tijuana.
A pesar de la pandemia por coronavirus y de las restricciones en las movilidades, las personas migrantes continúan sus tránsitos hacia las fronteras, para obtener sus respectivos procesos y cruzar hacia Estados Unidos. Graciela Parra comenta a Once Noticias que “siguen llegando a Tijuana, porque el Covid-19 no es su mayor preocupación, ese no es el mayor peligro. Es un problema menor entre todos los problemas que atraviesan, como lo es la violencia o la persecución de la que vienen huyendo en sus países de origen. Acá continuamos recibiendo a familias completas conformadas por padres, infantes y adolescentes. El Covid-19 no ha desestimado su decisión de llegar a la frontera”
Uno de los principales problemas que preocupan a la CMT es que prevalece la desinformación entre la población migrante. Al respecto, la coordinadora comenta que “las personas llegan con la idea de que una nueva administración estadounidense significa un nuevo panorama y no es así. Con la pandemia de por medio, muchos procesos se han retrasado. Hay gente que tenía sus juicios en marzo y se retrasaron hasta el próximo año. Eso significa que deben seguir esperando en ciudades fronterizas mexicanas. Es complicado porque muchos temen por su seguridad”
Continúa, “además, hemos visto que hay dos tipos de poblaciones, al menos en mexicanos: los que provienen de otros Estados, más bien migrantes laborales, y ya tienen redes en ciudades fronterizas. Por otro lado, los desplazados forzados (por motivos de violencia) y que temen por su seguridad. La mayoría de ellos no tienen redes, por lo que los albergues son un punto seguro.”
Graciela Parra apunta a Once Noticias que “nosotros brindamos asesoría legal a través de talleres, para informar todo lo que tiene que ver con sus derechos, para que estén informados en sus decisiones. Hemos observado que no hay cambios en sus planes con respecto al cruce, a pesar del Covid-19.” Esto es de suma importancia, porque los tránsitos se sostienen por su deseo de cruzar a Estados Unidos en búsqueda de mejores oportunidades laborales y de vida, para obtener asilo o para la reunificación familiar. Graciela afirma que en CMT “tenemos principalmente centroamericanos, hondureños en su mayoría”
Medidas sanitarias en pandemia
La capacidad del albergue es de 60 personas, como máximo. Actualmente hay entre 37 y 40 personas. Graciela comenta que en principio albergaban a hombres solos, “pero empezaron a llegar hombres con sus hijos y familias, por lo que decidimos diversificar la población en la Casa”. Esto significó una nueva experiencia para el espacio. En el contexto de pandemia se incrementó el riesgo al mantener la recepción abierta de personas que seguían llegando a los albergues”
Casa del Migrante, cerró sus puertas algunos meses: “se quedó toda la población que hasta ese momento estaba, es decir, las instalaciones siguieron funcionando, pero cerramos para dar seguimiento a nuestra población mientras estábamos atentos a las medidas que se iban dando. No teníamos, en ese entonces, suficiente información sobre el Covid”, por lo que se enfrentaron a situaciones de salud muy importantes.
Con la emergencia sanitaria el albergue se enfrentó al gran reto de obtener los productos necesarios para hacer frente al contexto. Sin embargo, fueron sorteados positivamente por donaciones de organismos internacionales: “tenemos gel antibacterial, tapetes, termómetro de pared, mascarillas para niños y adultos. Afortunadamente no hemos presentado un brote por Covid-19. Hay hombres que deben salir a trabajar y cuando vuelven se les toma la temperatura, se bañan y se usan cubrebocas. Además, recibimos a gente canalizada por un Hotel filtro al que llegan las personas una vez que arriban a la ciudad. Ahí se resguardan 15 días y después son canalizadas al albergue.” CMT cuenta, además, con un médico y una trabajadora social que dan seguimiento a la población.
Confinamiento y violencia
Durante los meses de confinamiento se evidenció uno de los problemas que más les preocupan a CMT: la violencia por razones de género. Graciela comenta que han observado el aumento de este tipo de violencia y de depresión entre las mujeres, ya que “presentan problemas en su autonomía para tomar decisiones, por ejemplo, sobre sus hijos”. A esto se suma la violencia vivida previamente de abuso sexual, por lo que, afirma la coordinadora “es un panorama complicado que se ha reforzado a lo largo de este año, en el contexto de emergencia sanitaria y que no nos había tocado observar”.
La salud mental entre las personas migrantes es una de las principales preocupaciones de los efectos que han derivado de la emergencia sanitaria. Al respecto, el informe de EL COLEF menciona que “la pandemia de Covid-19 representa un reto mayor para las poblaciones migrantes en la región fronteriza, pues viene a agregar dificultades materiales y factores de estrés a personas atrapadas en la movilidad, que se encontraban ya en condiciones de vulnerabilidad.
También, el informe señala, con datos de la Organización Internacional para las Migraciones OIM (2019), que “los problemas de salud mental que experimentan las personas migrantes deben entenderse como condiciones psicosociales, y no como patologías individuales, y requieren para su tratamiento un abordaje más amplio que el de la atención médica o psicológica”
Es por eso que las estrategias para abordar estos problemas deben tener una perspectiva psicosocial y no solamente con aspectos psicológico o psiquiátricos, señala el mismo informe.
En CMT, por ejemplo, ha tomado la estrategia de implementar talleres y “hemos separado a las mujeres, durante algunas horas, con el objetivo principal de que pasen tiempos a solas con sus hijos y consideramos sus voces en las tomas de decisiones. Hablamos con ellas para que decidan qué harán en el espacio, sobre salir a trabajar -tenemos talleres de inserción laboral- y hasta para decidir la regulación de la identidad de sus hijos”, señala con tono preocupante, Graciela.
La Casa continúa con su atención, aunque a puerta cerrada y con estricto control sanitario.
Recibe donaciones controladas en especie y donaciones por transferencia. La Casa del Migrante se ubica en Galileo #239, en la colonia Postal, Tijuana, Baja California. El director del espacio es el Padre Pat Murphy.