Avanzamos en el apacible río San Pedro Mártir, en Tabasco, cerca de la frontera con Guatemala. Espejo ondulante que nos regala esta vista y nos introduce a conocer una historia fascinante.
Aquí, científicos mexicanos documentaron un hecho biológico único. En el margen del río, entre los restos de la exuberante Selva de Pukté, quedó encapsulado en el tiempo un manglar del que apreciamos sus alargadas y profundas estructuras.
Para comprenderlo mejor es necesario abrir la mente e imaginar.
La presencia de estas plantas es testimonio de que aquí hubo alguna vez una playa. Existió hace más de cien mil años, cuando el mar estaba diez metros arriba del nivel actual. Debido a un periodo interglaciar, la temperatura del planeta se elevó de cuatro a seis grados y se derritieron los polos.
El mar se derritió y llenó todo esto de agua, hubieron territorios de agua, pero a diferencia de ahora, no había humanos, no había complejos turísticos. Imagina que esto vuelva a suceder, perderíamos territorios para cultivar, territorios para vivir, territorios para divertirnos, eso causaría un caos en el planeta”, Carlos Manuel Burelo Ramos, investigador de la Universidad Juárez Autónoma de Tabasco
Aquí, a pesar de que la costa hoy en día está a más de cien kilómetros de distancia, persiste un mangle rojo. Los expertos recopilaron una serie de evidencias de estos hallazgos y emprendieron una investigación detectivesca.
Los mangles siguen resistiendo, ahí están escondidos, ellos y sus otras 102 especies que se quedaron en ese momento en el tiempo, atrapados”
Con cada elemento nuevo, con cada hallazgo se reveló ante los ojos de los investigadores la realidad de este ecosistema, que hoy es una verdadera joya biológica para Tabasco y nuestro país”, Rafael Guadarrama, reportero
Todo esto confirma lo que durante décadas se ha dicho de Tabasco.
Este río es una prueba o un relicto de lo que algún día fue el Edén tabasqueño.
¿Cómo comenzó esto? El doctor Carlos Burelo, biólogo de formación, es oriundo de Balancán, Tabasco, zona donde late el corazón de esta historia.
Durante sus estudios universitarios, al conocer más de botánica, le parecía inconcebible que en este río, que comparten Tabasco y Guatemala hubiera mangle.
Le parecía más raro aún que hubiera pocas respuestas y menos curiosos. Se solía aceptar, por ejemplo, que había sido introducido por accidente y que por suerte se adaptó.
El investigador de la Universidad Juárez Autónoma de Tabasco buscó durante años colaboradores para comprender el fenómeno.
Fue hasta 2016 que captó la atención de científicos mexicanos asentados en Estados Unidos, como Exequiel Ezcurra y después Octavio Aburto.
Fueron el punto de partida de diversos estudios, incluidos de tipo genético. Estudiar a ese detalle la planta les demostró que es un mangle único.
Encontramos que este mangle tiene afinidad con los mangles de la costa, específicamente con los mangles de la Laguna de Términos, en Campeche, y que hace 125 mil años, de acuerdo con los análisis moleculares, estas dos poblaciones se separaron”