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Menores acompañan a sus padres durante su trayecto hacia EUA

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Los niños iluminan sus días en la Ciudad de México con pinceladas y trazos de crayola. Actividades organizadas por el DIF y la comisión de derechos humanos de la ciudad. su situación es compleja.

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Este pequeño de cinco años al que llamaremos “Jean”, se divierte con una pierna de juguete y una borla. Juega fútbol.

Mientras, su papá lo acicala.

Es una cualidad de los niños. Encuentran la forma de ser ellos mismos sin importar la adversidad.

Lo vemos en este campamento de la caravana migrante. Su presencia se percibe con juegos, juguetes y objetos dispersos entre colchonetas y cobijas.

Iluminan sus días en la Ciudad de México con pinceladas y trazos de crayola. Actividades organizadas por el DIF y la comisión de derechos humanos de la ciudad. Su situación es compleja.

“Es muy dura la caravana, para padres que tienen sus niños, no se las recomiendo”, Antonio, migrante de Nicaragua.

Antonio sostiene la mano de su pequeña de tres años, que en Chiapas estuvo muy grave por dormir a la intemperie.

“Cuando veníamos a medio camino ahí sí me afligí, pensé que se iba a morir mi niña. En la caravana se aguanta aire, se aguanta hasta tres días sin comer, le tirábamos día y noche y no comíamos”, agregó.

Durante la caravana, los niños han dormido y comido como se puede.

Se han asoleado. Alisson coloca ungüento al rostro de sus tres hijos para aliviar las quemaduras.

“Mi varoncito trae una enfermedad en las partes íntimas y aquí no se puede resolver eso, hasta que llegue a un punto como dicen ellos, de estar estable”.

Tienen esperanza de mejorar su situación.

“Sí es difícil ver a tus hijos cómo andan sufriendo en este camino, porque a veces les toca caminar, les toca aguantar hambre, pero, cómo le explico, todo es por un propósito, por un futuro mejor para ellos”, añadió Alisson.

Para “Alejandra” de seis años, su mayor entretenimiento es jugar con la ropa donada.

“He jugado con el teléfono, con la ropa y los zapatos. A mí me gusta jugar al parquesito y jugar acá”.

Tania, mamá de “Alejandra” espera llegar a Monterrey.

“Que salgamos adelante. Dicen que allá hay bastante trabajo”, Tania Rapalo, migrante de Honduras.

“Samuel” escucha con entusiasmo un relato. Está fascinado. Pero no es el estado de ánimo que predomina en la caravana.

“Hay personas que los insultan, los agreden, porque hay poca gente que está pendiente, no están ahí con ellos para supervisarlos, educarlos, ver qué están haciendo y hay personas que no sé, son poco tolerantes a los niños”, migrante de Venezuela.

Los pequeños migrantes tienen sus propios senderos a superar.

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