En México el derecho al voto de las mujeres se conmemora cada 17 de octubre desde su aprobación en 1953, cuando se reconoció que ellas podían votar a nivel federal, pero también participar para ser elegidas como candidatas a un puesto popular.
“Son ciudadanos de la República los varones y las mujeres que, teniendo la calidad de mexicanos, reúnan, además, los siguientes requisitos: haber cumplido 18 años, siendo casados, o 21 si no lo son, y tener un modo honesto de vivir”, se leía hace 70 años en el Diario Oficial de la Federación.
La lucha por obtener el sufragio femenino comenzó principalmente en el siglo XIX en diferentes países, y fue durante el siglo XX cuando aproximadamente 84 naciones lo aprobaron.
El largo camino al sufragio femenino en México
Un año y pocos meses después de que las mujeres fueran reconocidas para votar y ser votadas, las mujeres acudieron a las urnas por primera vez a emitir su voto con el propósito de elegir Diputados federales.
El logro histórico requirió la lucha de incontables mujeres decididas a la creación de un país en donde su voz fuera escuchada.
Las pioneras
En 1911 un grupo de feministas de la capital del país envió una carta al presidente provisional Francisco León de la Barra, donde reclamaban su derecho al voto.
Tres años después “Las Hijas de Cuauhtémoc”, una asociación femenil que comenzó a gestarse al inicio de la Revolución Mexicana, pedía la inclusión de las mujeres en la política.
Los impulsos de Hermila Galindo
En 1916, Hermila Galindo, activista feminista y secretaria particular de Venustiano Carranza, envió al Partido Constituyente una solicitud para el reconocimiento de los derechos políticos de las mujeres con fundamento en el Plan de Guadalupe de 1913.
En la redacción de la nueva Constitución, rechazaron la petición de Hermila con el argumento de que “en el Estado las mujeres no sienten la necesidad de participar en los asuntos públicos”.
Galindo no se quedó de brazos cruzados y en 1918, con el fin de desafiar a la ley, se postuló como candidata a diputada; ganó por mayoría de votos, pero tal como ella esperaba, el Colegio Electoral no le dio validez a su candidatura y la despojó del puesto.
Un paso adelante y tres atrás
El 18 de noviembre de 1922, Elvia Carrillo Puerto se convirtió en la primera mujer mexicana electa diputada al Congreso Local en Yucatán, pero luego de dos años de servicio abandonó el cargo por las constantes amenazas de muerte que recibía.
En 1923, Yucatán reconoció el voto municipal y estatal a tres mujeres elegidas para diputadas al Congreso Estatal: Elvia Carrillo Puerto, Raquel Dzib Cicero y Beatriz Ponce. Además, Rosa Torre González fue electa para regidora en el Ayuntamiento de Mérida. Sin embargo, cuando el gobernador Felipe Carrillo Puerto fue asesinado, las 4 perdieron sus cargos.
En 1937 el sufragio femenino parecía un hecho: Venustiano Carranza envió una iniciativa de reforma al artículo 34, que permitiría el voto a las mujeres.
La Cámara de Diputados y Senadores y las legislaturas de los estados aprobaron la reforma, pero el Partido Nacional Revolucionario detuvo el proceso, con el argumento de que el voto femenino “podría verse influenciado por los curas”.
Último, pero no menos importante
No fue hasta 10 años después, el 17 de octubre de 1953, después de que la Organización de las Naciones Unidas (ONU) hubiera llamado a los países miembros a reconocer los derechos políticos de las mujeres, que el sufragio femenino se convirtió en una realidad para las mujeres mexicanas. México fue el último país de Latinoamérica en reconocer este derecho.