Así se vivió el desfile, con estampas en las que bebieron por igual caballos de zapatistas, villistas y obregonistas.
Antes del despliegue de emociones, se cuidó el más mínimo detalle.
Los peinados y estos trenzados perfectos. Pezuñas impecables y las jinetes, abombachando sus moños.
En la plancha del Zócalo, el preámbulo, con el ir y venir de los participantes daba forma a esta suerte de máquina del tiempo. Con las aguerridas adelitas y su armonía.
Se siente mucho orgullo, la verdad, muchas personas podrían pensar en lo estricto que es el Ejército, pero la música en este ambiente viene a aportarle un poco de sentimiento a todo estoy creo que se nota”, dijo Ilse Flores López, banda de Música del Ejército.
Los atuendos militares desenfadados en pleno convivio; destellos de indígenas, combatientes y grandes estrategas.
Frente a Catedral, tres carros de ferrocarril revivieron momentos icónicos.
Los revolucionarios lucharon por la democracia.
La intensidad subió cuando el desfile avanzó por las calles, en las que miles de familias esperaron pacientes y expectantes, listos para vitorear.
Hubo un despliegue de energía acompañado de un trote a caballo brillante sobre el pavimento; olor a incienso de colectivos indígenas. Y música que conectó con la mexicanidad.
Me encanta este tema de la revolución mexicana y lo que tiene que ver con México. Mucho mucho orgullo de ser mexicano”, señaló Ezequiel Figueroa García, asistente.
En el ciento once aniversario de la Revolución participaron 3 mil 953 militares, 2 mil 341 civiles, de ellos, 335 niños.
Así también 2 mil 52 caballos, 71 vehículos y 15 aeronaves, además de delegaciones extranjeras de argentina, Perú, Ecuador, Guatemala, República Dominicana e Italia.
Momentos de júbilo para atesorar en nuestra memoria.