Al otro lado del Río Seco, en el ejido Andrés García, la isla en Paraíso, en Tabasco, Makika, ya los espera.
Vamos a vacunar a personas que no pueden acudir al módulo de vacunación”, María Antonieta Chab, enfermera de la Brigada Correcaminos.
Una doctora, una enfermera, un integrante de salud estatal, un vigilante marino, y una servidora de la Nación, usan el único medio de transporte para llegar a donde fueron requeridos. Una embarcación.
Ahorita fue porque hablaron un familiar de ella para que se le viniera a poner la vacuna. Generalmente a este ejido solo es en lancha cayuco, no hay otra manera de transportarse”, Adayana Segura, servidora de la Nación.
Llegamos al hogar de Francisca Hernández, “Makika”, como le dicen sus nietos. Hasta su casa de palma, su hija Cristina guio a la brigada correcaminos.
Saben lo que es el COVID, uno de sus hermanos tuvo la enfermedad, fue crítico su estado, pero logró salir adelante.
Me encomendé a Dios y dije que aquí lo que dios quiera si nos tenemos que ir todos en este viaje pues ni modo, que vamos a hacer, ya está de Dios que así sea”, Cristina Hernández.
Hoy el temor de perder a su madre en la pandemia ha disminuido, pues ya recibió la vacuna, que rechazaba en un principio.
Hoy en la mañana le hablé pues y le dije que como no se iba a vacunar, le digo que lo hiciera pues si ya no lo quería hacer por ella, que lo hiciera por mi”, añadió Cristina.
Doña Makika, se defiende.
Yo no por miedo, no me la quería poner, no por miedo, porque cuando Dios diga hasta aquí, pues ya ni modo que le vamos a hacer”, afirmó Francisca.
Para las Brigadas Correcaminos, el objetivo es claro.
El fin de esto es llegar a los domicilios de aquellas personas que no pueden venir, que están discapacitadas o que se encuentran postrada en cama”, Karla García, doctora de la Brigada.
Así es como las Brigadas Correcaminos llevan las vacunas contra el COVID-19 a los puntos más lejanos de Tabasco.