Todos los días tomamos decisiones, incluso sobre lo que vamos a usar a diario. Es importante decir que una o varias de nuestras prendas serán parte de las 300 mil toneladas de ropa que terminan en vertederos en México, según cifras del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).
El Inegi también reveló que, en 2021, sólo 5% de la ropa se reutiliza o recicla, lo que agrava los problemas de contaminación tanto del suelo como del aire. A estas problemáticas se suma el consumo de agua que se utiliza en cada prenda que utilizamos.
Para producir unos pantalones de mezclilla se necesitaron 10 mil litros de agua, de los cuales, por lo menos 42 litros se utilizaron para teñirlos. Para ello, se emplearon químicos que, al final, contaminarán aún más el recurso hídrico.
Esto, a su vez, crea otro problema, pero de salud porque los colorantes que más se emplean en la industria textil son azoicos: sustancias sintéticas y poco biodegradables que se consideran cancerígenas y mutagénicas (sustancias que causan mutaciones en el ADN de una célula o un microorganismo).
A diario no sólo elegimos ropa, vestimos agua. Este fenómeno es nombrado como “agua virtual” porque es agua que no vemos, pero es necesaria para producir bienes y servicios.
Para comprender más el tema, hagamos la cuenta del “agua virtual”, en un par de tenis se emplean 4 mil 400 litros de agua, 10 mil para unos pantalones de mezclilla y 2 mil 700 litros para hacer esta playera de algodón.
Para poder hacerle frente a esta situación, antes de comprar ropa nueva, puedes probar en darle una segunda vida a fin de aprovechar los recursos energéticos e hídricos que ya se emplearon para su producción. Por ejemplo, coser, reparar o intervenir las prendas.
De hecho, un estudio calculó que estas acciones reducen las emisiones de carbono, el consumo de agua y la producción de desechos en un 30%.
¿Qué es el “agua virtual”?
Cada objeto que nos rodea necesita de muchos litros de agua para ser producido. A esa agua la llamamos “virtual” porque no se ve; sin embargo, está presente en la comida, bienes y servicios que consumimos a diario.