El envejecimiento de los agricultores, la escasa rentabilidad que obtienen y la falta de relevo generacional arrojan una incógnita sobre el futuro de esta labor, hasta ahora mayormente familiar pero para la que se vislumbran otros perfiles, como el de trabajadores asalariados o máquinas robotizadas.
Los datos oficiales dan cuenta de que el 93.4% de las casi un millón de explotaciones agrarias que hay en España tienen como titular a una persona física, pero su rentabilidad languidece en comparación con el que se obtiene del 6.6% restante de las tierras, que están en manos de figuras jurídicas y acaparan ya el 42% del valor de la producción agrícola total.
Si bien la estructura de propiedad de las tierras es aún mayoritariamente familiar y dentro de la titularidad jurídica entran también las cooperativas y otras asociaciones de agricultores, algunas organizaciones agrarias han advertido de lo alarmante que es esta concentración de la rentabilidad.
“Uberización del campo”
La Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos (COAG) ha denominado este fenómeno como “uberización del campo”, proceso por el cual una actividad económica y social como la agraria pasa de ser desarrollada por múltiples pequeñas empresas y autónomos independientes a quedar en manos de muy pocos actores con capacidades de decisión.
El volumen de transacciones realizadas por fondos de inversión en el sector agroalimentario de España y Portugal en 2022 fue superior a los mil millones de euros, un 20% más que en 2021, según los últimos datos de la consultora inmobiliaria CBRE.
Las principales operaciones fueron de “buy and leaseback” (compra con un arriendo posterior), de adquisición de tierra para su gestión por parte de un operador, y de adquisición de participaciones en empresas que operan en el sector agrícola.
Estas empresas requieren de mano de obra asalariada, cuando no de robots que puedan suplir algunas tareas, para escalar los rendimientos, con cultivos intensivos y altamente mecanizados.
Cadenas de valor integradas
El director técnico de COAG, José Luis Miguel, previene además, en declaraciones a la agencia EFE, de prácticas como las cadenas de valor integradas, por las que si bien un agricultor o un ganadero sigue siendo propietario de sus tierras o granjas, en la práctica funciona como un “asalariado” para una empresa.
En este modelo y otros similares, presentes en sectores como el porcino, la uva de mesa o el vacuno de leche, según destaca la organización agraria, el productor agrario firma contratos de compraventa con empresas y supedita su supervivencia al destino y a los intereses de esta compañía.
Se perfila así un cambio de paradigma en la figura del agricultor, reforzado en la desafección de muchos jóvenes hacia la labor agrícola, que no quieren continuar el trabajo de sus padres y abuelos, como demuestra el hecho de que el 41% de los titulares de explotaciones agrarias sea ya mayor de 65 años y que sólo el 4.07% tenga menos de 35 años.
“El modelo que nosotros defendemos es el de un gran número de explotaciones independientes establecidas en el territorio con titulares y trabajadores viviendo en el medio rural, pues aporta mucho más valor a la sociedad y además nos ofrece un suministro alimentario mucho más seguro que la concentración en pocas manos de este negocio”, comenta Miguel.
El cooperativismo como modelo de futuro
A partir de ahí, el técnico indica que el modelo tradicional tiene que evolucionar y asimilar las tendencias que COAG denomina “agromatrix”, que tiene que ver con las economías de escala y con el uso de la información y los datos, y considera que una buena forma de hacerlo es mediante la unión en cooperativas.
El director general de Cooperativas Agro-alimentarias de España, Gabriel Trenzado, señaló a EFE que no cree que los grandes capitales vayan a sustituir a toda la agricultura, y considera que no representan el modelo de futuro porque su objetivo “no es la sostenibilidad medioambiental” sino “ser eficiente desde el punto de vista financiero”.
No obstante, considera que van a incentivar un cambio y respalda la idea de que en el futuro va a ser muy difícil que el agricultor que no esté en una cooperativa se mantenga, pues va a necesitar realizar una actividad muy profesionalizada, asesorada y que participe en otros eslabones como el de la transformación o la comercialización.
Fuentes de la Unión de Pequeños Agricultores y Ganaderos (UPA), por su parte, dicen ser conscientes de la llegada al sector del campo de grandes empresas y fondos de inversión, pero confía en que la figura del agricultor familiar, “que trabaja sus propias tierras u otras que arrienda”, y que es aún mayoritaria en España y en Europa, continúe en el futuro.
“No creemos que el futuro de la agricultura pase por grandes empresas o tenedores de tierra que contraten asalariados. La agricultura sigue siendo mayoritariamente familiar y nosotros vamos a seguir exigiendo medidas políticas para evitar que el futuro de la agricultura pase por un modelo industrial”, señala UPA.