Reportajes especiales

Adriana Labardini, frente al machismo en sector de telecomunicaciones

La excomisionada del IFT advierte que en su etapa durante el Pleno encontró lealtades de mujeres a hombres por cuestiones laborales y políticas

Adriana Labardini se interesó desde pequeña en la ciencia, sobre todo en los temas espaciales y la llegada del ser humano a la Luna, temas que definieron su carrera de abogada especialista en las telecomunicaciones satelitales, la radiodifusión, y hasta la defensoría de los derechos de las audiencias.

En entrevista con Once Noticias, la excomisionada y fundadora del Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFT) cuenta cómo a lo largo de su vida ha tenido que abrir brecha y enfrentarse a los machismos de la sociedad mexicana, tanto a nivel personal como profesional.

Incluso, platicó por primera vez sobre cómo al interior del órgano regulador mexicano de las telecomunicaciones se encontró con prohibiciones a funcionarias para que se reunieran con la comisionada María Elena Estavillo y ella.

¿Cómo surge su interés por la ciencia y las telecomunicaciones?

Mi historia es la de una niña y joven inquieta, curiosa que le encantaba las cuestiones espaciales, la llegada del ser humano a la Luna. Soy hija del prominente locutor pionero en la televisión mexicana, quien narró para América Latina la llegada del ser humano a la Luna, Jorge Labardini. De ahí surge mi curiosidad.

También siempre mi madre nos apoyó a descubrir, leer y cuestionar todo y me gustaba el estudio, el conocer distintos temas, aventurarme a descubrir distintas tecnologías, formas de vida, cultura y personas.

¿Tuvo una formación familiar de equidad o había machismos?

Era una situación híbrida. En mi familia tenían un enorme respeto y gusto por la cultura, la lectura. Sin embargo había una formación de mi padre y madre en que había un autoritarismo del padre, había restricciones a mi persona, yo no podía hacer ciertas cosas que mi hermano podía hacer. Se esperaba de mí que contribuyera mucho con mi madre en tareas domésticas, nunca al grado de dificultarme el estudio, pero sí había roles de género.

Mi papá era experto en automovilismo, de la Fórmula 1 y mi hermano, por ejemplo, a una corta edad ya dominaba cuestiones de ingeniería automotriz y para mí era un mundo ajeno, yo los escuchaba y trataba de aprender.

¿Cómo fue su formación académica, en el sentido de la equidad de género?

Con una gran perseverancia mía y bastante visión futurista a los 23 años, en 1985, a un año de terminar mi carrera en la Escuela Libre de Derecho, donde por cierto sólo 10% eran alumnas, seguía fascinada con temas de la industria satelital de las telecomunicaciones. México estaba por lanzar el Satélite Morelos I, traía el bagaje de gusto por viajes espaciales.

Entonces me propuse hacer una tesis innovadora entre tecnología y derecho, y ¿cómo podría el derecho impulsar o frenar una innovación tecnológica? Mi tesis ganó el Premio Banamex a la mejor del año 1987 sobre el régimen jurídico de comunicaciones civiles vía satélite.

Hice investigación de campo, fui a tocarle la puerta a Salvador Landeros, director del Sistema de Satélites Nacionales, quería conocer el centro de control de Iztapalapa, equipo, infraestructura, órbitas, ¿qué vamos a hacer?, ¿cómo se va a beneficiar la educación?.

Pero debo decir que de más de 40 materias a lo largo de cinco años de carrera, sólo tuve dos profesoras mujeres. Además, fui testigo en la Libre de Derecho de ataques, insultos, burlas de profesores a muchas compañeras, que por cierto hoy son prominentes abogadas.

¿Cómo fue su paso por la hoy extinta Cofetel (antecedente del actual IFT)?

Claro que fue un reto. Fue una época de desgaste, a lo que le resté fue a mis horas de sueño y cero vida social. En esa época estaba casada con un abogado que apoyaba y admiraba mi determinación de avanzar en esta construcción del derecho de las telecomunicaciones, que favoreciera la competencia económica, pero me dividía en tres partes, iba a juntas escolares, yo no me iba a comidas en el despacho o en la Cofetel. Eran tres niños pequeños que tenía que cuidar y mi esposo estaba 16 horas al día en su trabajo.

Había pocas mujeres en la Cofetel, pero eran aguerridas y bien preparadas. Yo entré en 1999 y entré a invitación. La presidencia en aquél entonces pasaba de Javier Lozano a Jorge Nicolín, éste último quería a alguien con conocimientos técnicos, sin filias ni fobias ni de regulados ni políticas, de modo que le expuse mi interés, mi visión para rediseñar la agenda del Pleno, priorizar, sistematizar, digitalizar, no estaba digital.

Pero también debo decir que en aquella época en el sector público era blasfemia no estar disponible para el jefe cuando éste lo requería. Yo le dije a Jorge Nicolín que iba a sacar el trabajo, pero no esperaran de mí estar con las inercias burocráticas.

Yo no me quedaba en las grillas, había mucha grilla ahí. Parte de mi función era que el Pleno marchara bien y que llegaran los asuntos con mejor calidad y eso le cayó mal a muchos.

Después vino el cisma con el nuevo secretario de Comunicaciones. Piden renuncia al licenciado Nicolín, entra Jorge Arredondo, y éste me pide que me quede, pero el ambiente estaba enrarecido y francamente no tenía tiempo que perder y en ese momento consigo una beca para estudiar política pública en Estados Unidos y la tomé.

En 2013 con la Reforma de Telecomunicaciones se crea el IFT ¿Cómo fue su experiencia ahí?

Fue revolucionario, es un tema que un gobierno realmente progresista tendría que estar impulsando ahorita. Pero bueno, en aquél año se veía una lucecita de esperanza con esta reforma constitucional como crear a la autoridad regulatoria independiente. La Cofetel hizo bastante pero no pudo lograr mucho más.

La verdad es que le metieron mano en una forma lamentable (a la reforma constitucional de telecomunicaciones), pero como quiera creaba el Instituto, creaba la posibilidad de una transición a la TV digital, concesiones de uso social y comunitario indígena. Se da este mecanismo del IFT como órgano constitucional, cuyo órgano de gobierno sería con preselección y ratificación del Senado.

Llegaron perfiles muy buenos, y yo tenía una especialización técnica desde 1987, por más de 20 años no tenía ningún lazo laboral con grandes operadores ni con partidos políticos. Yo voy a cumplir 60 años, y creo que los comisionados deberían tener mínimo 50 años porque si no todos los comisionados quieren que el IFT sea su trampolín político o para luego ser grandes ejecutivos en las empresas.

¿El nuevo IFT era tan moderno al grado de tener equidad de género?

El gran reto en el instituto sí es la cuestión de género, y si a eso le agregas que hay grupos políticos, es mucho peor. A María Elena Estavillo y a mí nos sorprendió que esas mujeres que son protegidas por ese equipo no sólo de comisionados sino a nivel medio, a ellas las van a proteger sólo en la medida que protejan a los hombres de ese grupo.

Cuando opinan diferente, proponen un proyecto regulatorio o emiten públicamente una opinión diferente, son de alguna manera sancionadas o expulsadas de ese grupo de confianza. Entonces ellas se vuelven operadoras para no perder la chamba o facilitadoras de ciertas conductas misóginas.

¿Usted fue discriminada o víctima directa de actitudes misóginas?

Lo otro que me encontré en el Instituto fueron lealtades personales. Yo fui víctima, propuse temas que no pasaron y que a los tres meses de que me fui, ellos los estaban proponiendo, lo que no querían, por ejemplo, era acelerar IPv6 por mi o por la comisionada Estavillo, propuse diseño de subastas de espectro muy distintas con obligaciones de cobertura para cubrir 4G en carreteras y vías en donde no hay señal. Decían ‘estás loca’ y acabamos de ver cómo eso lo acaban de anunciar en otros países como Finlandia.  

Había muchas veces en que se reunían comisionados hombres sin convocarnos para asuntos muy delicados, quizá no todos. En Estados Unidos está prohibido por ley que más de dos comisionados se reúnan en una casa, un bar,  o en el cafecito de abajo, no puede haber nunca mayoría de la FCC reunida en lo oscurito para discutir tras bambalinas asuntos que luego van a votar.

En México no es ilegal y llegabas al Pleno y no sólo ya llevaban muy armonizados sus votos sino armonizada la ofensiva que lanzaban contra las que votáramos en contra, no siempre éramos María Elena y yo, pero coincidía que eran cinco.

Conforme la comisionada Estavillo y yo llevábamos tres años, veíamos mucho miedo en las mujeres; esto reverencial de la estructura jerárquica, nadie puede dar ni medio paso. Había mujeres jefas de departamento o subdirectoras que les prohibían hablar con nosotras.

Un día María Elena y yo invitamos a un grupo grande de mujeres de niveles jerárquicos bajos a que charlaran media hora con nosotras en nuestra oficina sobre cómo se sentían, cómo veían el sistema de servicio profesional de carrera, si había las mismas oportunidades, si las entrevistas eran justas, si sentían que jefes ya tenían candidatos favoritos para el puesto, si había casos de violencia. Las invitamos a tener un cafecito y creo que se podían tomar 20 minutos para escucharlas.

Bueno pues tres minutos antes de esa reunión en mi oficina, estas chicas tenían literal que pedir permiso hasta para ir al baño. En tres minutos recibí 15 llamadas de directores generales para decir por qué las invitaba yo, que seguramente con quien quería hablar yo era con el director general.

¿Cómo cambiar esa cultura en el IFT?

Hay mucho qué hacer en la normatividad, en las prácticas reales y en la cultura de la organización, una cultura tan vertical y jerárquica impide que las personas se sientan libres, seguras, disentir y hablar. Ahora que estamos viviendo un México polarizado en donde el que disiente es sacrificado y hay miedo de hablar, es muy importante que en los órganos autónomos y todo el sector público no haya estas culturas patriarcales jerárquicas y de miedo.

Que cualquier comité que quiera implementar el IFT contra violencia de género debe ser externo.

También se debe decir que el Instituto pasó de esa fase de concientización, creó mecanismos, una unidad de igualdad de género que no debiera depender nunca del Presidente. Creamos después de mucho impulsarlo María Elena y yo, un sistema de teletrabajo.

También pienso que el presidente (Andrés Manuel López Obrador) tendría que poner el ejemplo, y por fin nombrar tres comisionadas que están en su escritorio desde hace casi un año. Hay un mandato constitucional de paridad de género y con su deber del 28 de mandar los nombres de las comisionadas que elija.

Sí ha habido cambios pero la voz de las mujeres en órganos de decisión como el Pleno es indispensable. No se vale dar dos pasos para adelante y tres para atrás.

El IFT debe de hacer una campaña sobre qué es el feminismo y qué no es y por qué es tan importante la lucha histórica de las mujeres por la igualdad entre hombres y mujeres, eso es el feminismo. El Instituto debería liderar una campaña en medios por igual.                                                                                             

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