Reportajes especiales

Caña Dulce y Caña Brava desafían al son jarocho

El son jarocho es un género históricamente interpretado por los hombres, sin embargo, esta agrupación formada en su mayoría por mujeres ha estremecido al público por 15 años

Caña Dulce y Caña Brava es el nombre de la agrupación que conforma un grupo de  mujeres y un hombre, que estremecen al público con  cada nota que brota de sus instrumentos, con cada estrofa y décima que emerge de sus labios. Y es que en cada son dejan tras de sí una esencia del imaginario veracruzano exaltado por su voz y presencia.

Y es que nada podría ser más equivocado que compararlas con las voces de ángeles, en medio de la serenidad de un recinto religioso, sino que las Cañas son fuerza y vivacidad, remarcada con el zapateado sobre la tarima y el rasgueado de sus jaranas o el percutir del arpa.

En sus presentaciones hay júbilo, alegría, baile

La técnica ha encontrado su máximo esplendor por la experiencia acumulada en cada una de las Cañas, cuyas tradiciones musicales se entrelazan y son un punto de encuentro. Desde hace 15 años, Adriana Cao Romero (arpa, voz) y Raquel Palacios Vega (jarana tercera, voz), tuvieron el ímpetu de crear una agrupación de mujeres, con el objetivo de arriesgarse a tocar un género que por largo tiempo ha sido interpretado por hombres: el son jarocho.

Y fue así que decidieron crear Caña Dulce y Caña Brava, que de tan dulce se hizo un son y de tan bravas se hicieron caña.

Once Noticias conversó con la agrupación, que este año cumple 15 años sobre los escenarios, por lo que compartieron un poco sobre su historia y los desafíos que han enfrentado estas mujeres en el son jarocho.

Un poco de historia de las Cañas

“Caña Dulce y Caña Brava,

caña de azúcar prendida,

con la caña,

que va endulzando la vida”.

Reza un estribillo del son “La Caña”, de Patricio Hidalgo, de donde toman su nombre y que refiere, también, a la zona cañera de Veracruz, entidad de donde son originarias todas las integrantes del grupo.

Caña Dulce y Caña Brava nació al asistir a un encuentro de decimistas y jaraneras, a raíz de que sus fundadoras se dieron cuenta que no había mujeres instrumentistas, por lo que tuvieron el ímpetu de mostrar que las mujeres no solo bailan sino que también son creadoras e instrumentistas, señala Adriana en la entrevista con el medio.

A Adriana (arpa), con una flor roja en su cabello, la respaldan 55 años de experiencia como instrumentista. Sin embargo, considera que tener las puertas abiertas a las nuevas generaciones es alimentar y sumar al proyecto musical, “es un grupo multigeneracional y el proyecto es especialmente para que se conozca que las mujeres no sólo bailamos sino que también tocamos y somos poetas”, afirma al tomar un poco de espacio antes del concierto.

Y es que el género es todo un desafío dado que también se compone de instrumentos que no se tocan fácilmente, “el arpa clásica sí hay muchas mujeres, pero en arpa jarocha, cuando empecé no era común”, tal como señala Adriana.

Anna Arismendez, conocida como ‘Ana la texana’, por su origen, toca la leona, un cordófono percutido cuya función es ser el bajo en el son. Anna señala que su instrumento no es sencillo dado que es pesado y no es común que lo interpreten las mujeres, no así las jaranas.

Las Cañas llevan dos discos lanzados al mercado “Raíz y Canto” (2015) y “Acentos” (2020). El último lanzado en medio de un contexto de pandemia, lo que ha resultado también un reto, pero que pese al cese de las actividades las Cañas se mantuvieron constantes y disciplinadas.

Las mujeres en el son

Al conversar sobre el papel de las mujeres en este género –cuyo origen en el tiempo es difícil de precisar, no así con su ubicación, en la región del Sotavento– coinciden que las mujeres han sido más visibles con el tiempo no sólo en el zapateado, sino como intérpretes y cantantes:

“Las cosas han evolucionado mucho. Raquel viene de una familia de seis generaciones de soneros. Adriana ya tiene su lugar, pero para otras compañeras ha sido mucho de luchar”, refiere Anna a Once Noticias.

Raquel, por otro lado, señala que antes las mujeres no tenían mucha presencia “y ahora es un momento muy importante, porque las mujeres no solo zapateamos en la tarima sino que aportamos versos, ejecutamos un instrumento. Está muy bien que las mujeres hagamos propuestas musicales y estemos más involucradas en todo”.

El panorama también se ha vivido y experimentado distinto según han pasado las generaciones. Una de las integrantes más jóvenes, con respecto a la edad, es Lucero Farías (jarana y zapateadora), quien creció en los noventa y que llegó a un nuevo milenio con una presencia de mujeres muy marcada en el fandango y el son.

“Yo soy del noventa. Había un movimiento más fuerte, las mujeres ya participaban en el fandango y todas las mujeres del campo. Ya me tocó el trabajo de otras mujeres que me antecedieron”, señala Lucero, quien durante el concierto de las Cañas embelesó al público con su zapateado.

Este paso generacional también ha impactado en experimentar con el género, por ejemplo, Lucero tiene un proyecto de son jarocho y música electrónica, al que llama electrojarocho, pero afirma que ha sido señalada por personajes importantes al fusionar estos géneros, dado que no es bien visto jugar con un género tradicional.

Ante esto, las Cañas reflexionan sobre la tradición del género, por lo que reconocen que, si existen las bases de interpretación musical y un conocimiento profundo del son jarocho, hay posibilidades para que se enlace con otros géneros y así también atraer a las nuevas generaciones.

“Se vale que las personas que nacimos con esta tradición, con las raíces cimentadas, podamos explorar otras cosas, porque de eso se trata la música”, comparte Anna “La Texana”.

Escenario y el fandango, la magia

“La música es un camino que nos va uniendo en la tradición del son jarocho”, señala Anna con su enorme sonrisa luego de confesar que lleva 10 años viviendo en México.

Y es que para las Cañas la música no sólo es su profesión sino también su vida misma.

Todas comenzaron a tocar o por tradición familiar, como en el caso de Raquel, o porque se sintieron atraídas por el fandango, como en el caso de Lucero; sin embargo, para las integrantes de este grupo el trabajo en la escena musical ha sido de constancia y compromiso.

“Hemos puesto sobre la mesa llevar un trabajo serio y comprometido y profesionalismo. Nos tomamos muy en serio para tocar. Es el retrato de nuestro grupo”, enfatiza Adriana al medio. Ella es odontóloga de profesión, pero la música siempre ha ocupado un papel relevante en su vida, por lo que dedica una buena parte de su tiempo a ella.

Por otro lado, Lucero es profesora de educación artística, y también toca la jarana. En el grupo también las acompaña Alejandro Loredo (guitarra de son, violín).

Pero todo lo expresado en la entrevista adquiere relevancia una vez que Caña Dulce y Caña Brava sube al escenario e interpretan los sones que endulzan al público. “El Buscapiés”, “El Fandanguito” o el “Pájaro Cú” son algunos de los sones que pide el público jubiloso.

La tarima se enciende con el zapateado de Lucero que se acompaña de cada instrumento de las Cañas y que al unísono claman lo que les pertenece: el fandango.

Y como todo el año celebrarán sus 15 años, Las Cañas han acumulado una serie de presentaciones y conciertos: “festejamos con vestidos largos y cada evento que tenemos tiene una razón de ser. Hace poco estuvimos en el Chopo y estaba lleno, fue inesperado. Estos eventos nos gustan y nos alimenta. Es muy importante esto”, concluye Adriana.

El próximo 17de julio se presentarán en la Feria de las Flores, que se llevará a cabo en el Parque la Bombilla, col. Chimalistac, Álvaro Obregón, a las 17:00 horas.

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