Reportajes especiales

Colectivos inician temporada navideña con búsqueda de personas desaparecidas

Colectivos de Pachuca, CDMX y Guerrero se sumaron a las acciones en el Gran Canal

La búsqueda de personas desaparecidas en el Gran Canal ya cumplió cuatro semanas y en este última se unieron colectivos de Pachuca, Ciudad de México y Guerrero, para tratar de localizar a sus seres queridos. Un discreto punto frente al Puente Fierro en Ecatepec albergaba a decenas de mujeres, que entre la neblina y el frío de la mañana, se colocaban sus trajes tyvek y alistaban sus rastrillos industriales para comenzar a rascar la tierra. Al inicio de la semana apenas sumaban 12 o 14 personas, entre funcionarios y familias, que buscaban en el montículo de contaminación que la Comisión Nacional del Agua (Conagua) había sacado. Las faenas de búsqueda se organizaron de 40 minutos por grupo. Una funcionaria les decía a las familias cuándo entrar y cuándo salir del perímetro de búsqueda. Las jornadas con pocas personas se hacen pesadas y agotadoras para las madres, que aunque llenas de fortaleza también cargan con un pesar tremendo en las espaldas. La responsabilidad de encontrar a los suyos y todos los que faltan se ve en su manera de buscar, pues del enorme montículo de desperdicios contaminantes iban sacando poco a poco pequeñas paladas de tierra que expurgaban minuciosamente con el rastrillo o con las manos. Centímetro a centímetro abrían los montículos de tierra como si se tratase de buscar diamantes en medio del lodo. El polvo suelto creaba una cortina de humo tóxico, lleno de bacterias y contaminantes que el canal de drenaje lleva consigo. El miedo de las familias a las enfermedades o la suciedad fue superado desde hace mucho tiempo por la esperanza de saber el paradero de cualquiera de los 98 mil desaparecidos que se buscan en México. Este jueves la ayuda de los colectivos foráneos aminoró el trabajo de las familias locales y lograron hacer tres cuadrillas que se iban alternando cada cuarenta minutos, eso ofrecía un descanso de 80 minutos a quienes iban saliendo de buscar entre los desechos. El trabajo de clavar la mirada en el suelo y revisar cada milímetro de tierra se vuelve desgastante por la posición encorvada en la que se sostiene el cuerpo, por el sol y el traje de plástico que guardan todo el calor. Las madres salen bañadas en sudor, con la cara llena de tierra y la respiración acelerada. Detrás del perímetro de búsqueda hay varias cubetas de colores brillantes en donde las buscadoras van depositando los pequeños restos óseos que encuentran entre ropa, hierva y materiales industriales. La mayoría parecen de animalitos, sin embargo, la fiscalía está obligada a llevárselos y supuestamente tras un análisis de laboratorio serán descartados como posibles positivos de restos óseos de algún ser humano. El medio día llegó y el almuerzo también se hizo presente. Tortas y plátanos se fueron repartiendo entre todas las participantes, que sin dudar tomaron los alimentos. Compartieron las diferentes experiencias de búsqueda en las distintas entidades del país. El grupo de mujeres, que descansaba y comía, esperaban sentadas en unas sillas frente un muro lleno de lonas y carteles con los rostros de los familiares que buscan incansablemente. La nube de polvo es inevitable en el lugar, la boca, los ojos y la nariz siempre se sienten tierrosos a cada bocado que le quitaban a la torta. El olor del canal se difumina con las horas de estar en el lugar, los sabores de la tierra y torta se combinan. Todo termina con el llamado de la funcionaria que llama a la siguiente cuadrilla para que retomen sus labores. Las mujeres, se colocan los lentes protectores, el cubrebocas industrial y los guantes de hule para entrar de nuevo al pequeño infierno de contaminantes, que esconde historias terroríficas entre polvo y basura. Para las dos de la tarde se anuncia la entrada de la última cuadrilla. Las madres dicen que podrían pasar buscando hasta que llegara la noche, pero son los funcionarios los que marcan sus siete horas de trabajo (de ocho de la mañana a tres de la tarde) y se retiran del lugar obligando a las familias a salir de una zona que supuestamente queda resguardada. Al terminar de la jornada las familias comenzaron a colocar un pequeño árbol de navidad pintado en la pared de un pilar del puente. La idea es que al final de la semana se le puedan colocar esferas con el rostro de las personas desaparecidas que pertenecen a los diferentes colectivos que han participado en estas acciones de búsqueda en uno de los municipios más violentos del país. Es un árbol navideño que bajo sus esferas con rostros, guarda tesoros que buscan las diferentes madres del país, un árbol en dónde los regalos para las madres no son suéteres o perfumes sino huesos que avivan la esperanza de localizar a todos los que nos faltan.

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