San Quintín, en Baja California, resguarda secretos en sus icónicos paisajes, en los ojos de sus habitantes y en su historia.
El pasado 12 de febrero se convirtió en el sexto municipio de Baja California. Es el más grande (tienen una extensión territorial de 35 mil 191.9 km2) y abarca dos de las regiones naturales de la entidad: Región Costera del Golfo y Región del Suroeste.
Es el segundo mayor productor de fresa a nivel nacional y el tercero de tomate, aunque también se cultivan arándanos, frambuesas, zarzamoras, aceituna, naranja, limón, entre otras frutas, cereales y diversas hortalizas, según datos de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural.
Es un municipio agrícola y su historia está ligada a la lucha de hombres y mujeres jornaleros que, desde los ochenta comenzaron a asentarse de forma temporal, provenientes de Oaxaca, Guerrero y Chiapas, aunque también de Sinaloa. Desde entonces se registraron movimientos comunitarios y de organización laboral debido a los abusos de la agroindustria. Estos se consolidaron en 2015 cuando estalló una huelga para exigir mejores salarios y condiciones de trabajo.
Pero también le antecede la historia de las poblaciones indígenas nativas que bajaban desde la Sierra de San Pedro Mártir a la zona, como los kiliwas, a recolectar bellotas, un fruto de gran importancia para estos pueblos.
Es imposible pensar a San Quintín sin el marco social e histórico reciente, pero también bajo un marco medioambiental. En este municipio se encuentran las Reservas Naturales de Punta Mazo y Monte Ceniza, además tiene un enorme valle conformado por al menos 12 volcanes, que son parte del patrimonio geológico e histórico de la zona.
En el camino a la Reserva Punta Mazo se atestigua el impacto visual de los campos de cultivo e invernaderos que avanzan a gran velocidad y preocupa que invadan a los volcanes.
En el camino que lleva de Lázaro Cárdenas hasta las reservas (terroso y de difícil acceso, al menos que se haga en camioneta) son visibles, cada vez más, la expansión de la propiedad privada de los terrenos. Algunos, una mayoría, son de estadounidenses jubilados que han elegido vivir en la zona.
Jorge, biólogo y habitante de San Quintín, comparte a Once Noticias, que hace algunos años no se observaban tantos terrenos privados, pero con el tiempo se han extendido. Recuerda que en algún momento estaba un plan para poner un hotel-resort, pero los vecinos de la zona se organizaron y lograron que se echara para atrás el proyecto.
Compartió que también ha crecido la extracción de rocas y señala, desde la camioneta, algunas minas, cercanas a los humedales, en las que se extrae tezontle para la construcción. También en la playa, dijo, las personas se llevan las rocas con fines de jardinería o para limpiarla y extraen la flora del lugar, lo que representa impactos negativos para los escosistemas.
Critica que hay un enorme desafío para continuar conservando la zona, que considera de gran importancia porque ahí llegan aves migratorias que están amenazadas como el Rascón Picudo Californiano o la Perlita Bajacaliforniana Norteña. Señaló que se consideraba extinta la rata canguro (Dypodomus gravipes), aunque en los últimos años hay evidencia de que el mamífero está en la zona. También hay coyotes, anfibios, reptiles y aves.
Hacía las Reservas, por la Bahía y humedales
Antes de llegar al enorme valle de los volcanes, se debe pasar por la Bahía de San Quintín, reconocida desde febrero de 2008 como sitio Ramsar #1775. Esta categoría significa que es un Humedal de Importancia Internacional designada por la Convención Ramsar, un tratado intergubernamental de la UNESCO que busca la conservación y uso racional de los humedales.
En México existen 142 sitios Ramsar (abarca 8 millones de hectáreas (ha) de humedales protegidos) y 5 de ellos está en Baja California.
Dzoara Rubio López, integrante de la organización Terra Peninsular, explica a Once Noticias que los humedales son áreas terrestres saturadas o inundadas de agua de manera estacional o permanente. Esta área tiene una superficie de 5 mil 438 hectáreas y está formado por una planicie costera y una laguna ligeramente hipersalina.
Además, la bahía es uno de los dos humedales que hay en la costa occidental de la Baja, “antes era un ecosistema más común en la biogeográfica californiana”, señala Terra en su información sobre la zona.
Desde un mirador, construido por los guardaparques comunitarios de la Reserva, Dzoara Rubio indica que las diferencias de los ecosistemas y de los impactos por la presencia de actividades humanas son visibles.
“En la playa, frente al poblado de la Chorera tenemos las dunas, pero cada vez se hacen más pequeñas porque hay motos, una actividad turística que prevalece, y también hay poca información sobre las necesidades para conservarlo. Las dunas actúan como fronteras naturales, son barreras de arena, y si observas bien, de cada lado los ecosistemas tienen sus propias lógicas. Aquí [señala los humedales] está el ecosistema de las marismas. De lado del mar, hay mayor concentración de sales y hay otras especies. Si las dunas se deshacen, como ocurre en esta zona que no está dentro de la Reserva, se corre el riesgo de que el mar llegue hasta acá. Eso sería terrible”, relata Dzoara.
La Bahía y sus humedales es un punto muy importante de la ruta migratoria de aves del Pacífico. Según Terra Peninsular acoge a más de 25 mil aves migratorias en el invierno y es el sitio de invernación de la branta negra (Branta bernicla nigricans) que vuela desde la región holártica de Norteamérica.
Y mientras Once Noticias hacía el recorrido, halcones de cola roja vigilaban las cabezas, así como los enormes zopilotes esperando la carroña.
El valle de los volcanes
De los 12 volcanes que hay en San Quintín, 10 se encuentran en las Reservas Naturales de Punta Mazo y Monte Ceniza. La historia de estos pequeños pero imponentes volcanes datan de alrededor de 180 mil años cuando surgieron volcanes subacuáticos que al unirse originaron la Bahía.
Uno de los más altos es el Volcán Monte Kenton, de 240 metros de altura, que tiene entre 126 y 145 mil años. Aunque no se demerita la altura del Volcán Ceniza de 180 metros de altura o del Volcán Monte Mazo, de 80 metros, que, eso sí, hicieron sudar la gota gorda.
Durante el recorrido, a punto de que nos sorprendiera el crepúsculo, detrás del imponente Océano Pacífico, Dzoara compartió que la flora de la zona se caracteriza por ser de matorral halófilo y matorral costero.
“Esas que ves ahí son conocidas como las ‘siemprevivas’ es una especie endémica de la zona de los volcanes de San Quintín. Su nombre científico es Dudleya Anthonyi. Si observas tienen un polvito, una grasita, que les sirve para protegerse del sol, es como cuando usamos protector solar. También las protege de perder agua. Desafortunadamente la gente se lleva a esta suculenta, porque está de moda tener cactáceas y suculentas, pero eso tiene un impacto negativo”, subraya la maestra.
Grandes retos, colosales desafíos
Dzoara Rubio comparte al medio que hay muchos desafíos para lograr conservar la zona. Afirma que es importante pensar la conservación desde una perspectiva transversal que incluya, también, la perspectiva cultural y social.
Considera que es importante incluir a pobladores y habitantes en los planes de conservación, una cuestión que han puesto en marcha en Terra Peninsular, porque también buscan estrechar lazos trabajar con pescadores y los ostricultores (es una zona conocida por sus granjas de ostiones).
El control turístico también es importante, porque la zona es muy frágil y han detectado un aumento no visto antes de turismo, por lo que urge a tomar cartas en el asunto para lograr un registro de estas actividades que se pueden convertir, en un futuro, en riesgosas sino se atienden.
Uno de los desafíos más importantes es la aplicación real de la normativa ambiental, ya que la conservación del espacio se ve obstaculizada “debido al debilitamiento de las instituciones como Profepa, cuyas oficinas fueron cerradas definitivamente en Ensenada y Tijuana, el pasado 31 de agosto de este año. Fueron reubicadas a Mexicali, lo que complica su operatividad”, enfatiza la especialista.
Y es que Profepa es el órgano de enlace de las más de 50 mil km2 de Áreas Naturales Protegidas, de Ensenada y San Quintín. Se conoce que en Baja California viajar de un municipio a otra implica largas horas de trayecto y la movilidad es complicada. Al menos de San Quintín a Mexicali son 8 horas de trayecto por la vía Transpeninsular. Esto es un obstáculo si se presenta una emergencia ambiental, tal como ha denunciado la organización.
Terra Peninsular exige a Semarnat fortalecer a la Profepa y la aplicación real de la normatividad en una de las zonas representativas de la entidad.
La Reserva Punta Mazo abarca una superficie de 830 hectáreas (ha) y 8 km de largo. En 2014 obtuvo el certificado de Área Destinada Voluntariamente a la Conservación (ADVC). Por su parte, la Reserva Monte Ceniza abarca 803 ha y en 2017 también obtuvo el certificado de ADVC. Ambas son responsabilidad de Terra Peninsular AC.