A más de 12 mil kilómetros de distancia, se encuentra ubicado Camerún, en África central. Es un país en el que predominan el idioma francés, inglés y más de 200 lenguas autóctonas. En noviembre de 2016 pisó tierras aztecas Franck Crousteau.
Era menor de edad y venía huyendo de amenazas de todo tipo en su poblado: “Allá aún existe la figura del rey, la princesa, el príncipe… mi comunidad no era la excepción. Desde que nací, fui el elegido para gobernar. Eso generó un mundo de acoso y persecución para mí, por las envidias. Tenía claro que no podía seguir viviendo así”, expresa ya más relajado Crousteau, a quien le ha tocado echar raíces en un país que no le dio la mejor de las bienvenidas”.
Al llegar al Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México salí y me detuvieron agentes de la estación migratoria ya afuera. El trato era malo. Nadie me ayudaba y los agentes no sabían inglés”, relata Franck, quien logró salir para obtener un primer acercamiento más caluroso en Casa Refugiados.
Hacia la construcción de paz
El sueño empezó en 1983, “se daba consultoría en temas de educación. Éramos un espacio en el que se generaba un punto de encuentro, de cohesión con la comunidad entre los que se iban integrando. Ya para 2012, Casa Refugiados se constituyó como una sociedad civil. En 2015 implementamos la asistencia humanitaria junto con la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR). Todo inició con un equipo de unas seis personas. Ahora somos más de 100. Nuestro fundador, José Luis Loera, ha sido parte fundamental en este proceso de acompañamiento que hacemos con refugiados”, expone Mitzi Ramírez, coordinadora del área de Integración de Casa Refugiados.
Según ACNUR, refugiados son personas que huyen de conflictos armados o persecución. A menudo, su situación es tan peligrosa e intolerable, que cruzan fronteras nacionales para buscar seguridad en países cercanos. El caso de los migrantes es distinto, éstos eligen trasladarse no a causa de una amenaza directa de persecución o muerte, sino principalmente para mejorar sus vidas al encontrar trabajo o por educación, reunificación familiar, o por otras razones. A diferencia de los refugiados, quienes no pueden volver a su país de forma segura, los migrantes continúan recibiendo la protección de su gobierno.
Según Mitzi Ramírez, actualmente el trabajo de Casa Refugiado busca enfocarse en procesos de solidaridad y respeto con un enfoque de paz y acompañamiento a las personas que reciben.
Nos interesa sensibilizar para construir la paz. Reivindicar a los desplazados que son sujetos de derechos y obligaciones. Apoyarlos en buscar una mejor vida y reinserción a la integración social. Para ello, contamos con redes alternativas y recursos en temas de integración en aspectos de atención legal, psicosocial, asistencia humanitaria; así como cuestiones urgentes como salud, alojamiento y seguridad”, agrega.
Incertidumbre
Las cifras de ACNUR se vuelven preocupantes en un contexto mundial en el que las economías, políticas y reglas sociales se vuelven más complejas. La oficina de la ONU afirma que, en 2020, había 82.4 millones de desplazados en todo el planeta, con esto, ligan nueve años consecutivos de incremento de desplazamientos forzados.
En aquel año, los países de origen de los refugiados eran: Siria, Venezuela, Afganistán, Sudán del Sur y Birmania. Las naciones de acogida: Turquía, Colombia, Pakistán, Uganda, Alemania.
El caso de Franck Crousteau podría resultar peculiar. Un refugiado que no recurrió en países cercanos, o al menos continente vecino.
“Sé que era más difícil venir a América. Ir a Europa, en principio, podría haber sido más sencillo, pero también más peligroso. Más por las formas en las que se tiene que llegar. Al principio quería ir a Estados Unidos. Ésa era mi meta. Durante cuatro años, el Gobierno de México no había podido dar solución a mi condición migratoria. Mandó información a mi país, pero Camerún jamás dio respuesta. Eso hacía más compleja la situación. Lo que buscaban era deportarme, pero mi país no cooperó para que eso pasar”.
“México fue tajante: me encarcelaron. Me hice acreedor a una sanción migratoria. Ése era su objetivo desde el inicio. Las autoridades hicieron valer lo que me dijeron todo el tiempo: ‘Tú no eres bienvenido a México. No te puedes quedar. No hay manera’. A su vez, yo ya estaba protegido por la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (COMAR). Durante 62 días permanecí en una estación migratoria. Me tenían esposado, como a un delincuente. Compartía celda con delincuentes a la espera de ser extraditados. La comida era muy mala, terminé enfermándome. A veces me daban alimentos crudos. Viví muchos momentos de incertidumbre. No sabía qué iba a pasar. Me conflictuaba mucho pensar que eso me estaba pasando por haber tenido el deseo de buscar una seguridad y vida tranquila de protección”, describe Crousteau.
Hacia la luz
“Trabajamos constantemente con COMAR, la Secretaría de Trabajo y Fomento al Empleo, y con la SEP. Ellos nos ayudan en la mejora del proceso de acompañamiento. ACNUR, como aliados y colaboradores, son los principales financiadores de Casa Refugiado”, informa Mitzi Ramírez, al tiempo que agrega que “gran parte de la población de refugiados que ha llegado en las últimas fechas a México, vienen de Venezuela. Siguen los centroamericanos: Honduras y el Caribe, Haití. Desde África es más recurrente recibir de Nigeria, Camerún, Somalia y de Asia, llegan a venir de la India”.
La coordinadora del área de Integración de Casa Refugiados señala que la mayoría de los refugiados llegan a México intentando encontrar “un lugar que les represente mayor seguridad que su propia casa. Dejan sus países porque no tienen otra alternativa. Su seguridad, libertad e integridad están en riesgo. Centroamérica es el claro ejemplo. A veces los han extorsionado, pero si no arriesgan a venir, podrían perder hasta la vida en su tierra. Hay muchos temas de negación de respeto a derechos humanos que sólo fuera de su país pueden encontrar”.
Las estadísticas superan cualquier experiencia que algún refugiado pueda contar. La de Franck no es la excepción. Para él, la lucha ha sido ardua pero fructífera.
Llegué a México sin saber español, sólo inglés y francés. Es increíble que ni en las estaciones migratorias hablen al menos inglés. Eso dificultó mucho, en su momento, mi situación. No me entendían. Gracias a Casa Refugiado pude hablar español. Poco a poco me fui integrando, conociendo gente y haciendo amigos. Hoy para mí ya no son malos todos los mexicanos. Sólo que falta ser un poco más empáticos de la situación de quienes llegamos a México. No lo hacemos por gusto”, enfatiza Crousteau, quien ahora es responsable de primer contacto en Casa Refugiados y promotor de Integración.
“Estamos hablando de tener que reconstruir todo lo que hemos hecho por años desde cero. Dejamos todo. Muchos salen de sus casas conociendo el riesgo, pero con la conciencia de que lo hacemos por nuestra familia, por nuestra propia vida”.
Un mundo más empático
Según Casa Refugiados, la pandemia también ha golpeado en la cifra de este sector de la población.
De enero a abril de este año, hemos tenido 420 personas que han ingresado a la ruta de atención. Es decir, que nunca habían tenido contacto con nosotros. El año pasado la cifra era superior. Por su parte, la gente que llega a México e inicia el proceso de integración como refugiada, llega con complicaciones que van más allá de las administrativas: No es fácil salir del espacio que uno ha tenido toda la vida y donde nació. Dejarlo todo de la noche a la mañana. Si tuvieran la oportunidad, no lo harían. A todos les toca reintegrarse en la sociedad, aportar a ella. Porque no sólo se trata de recibir. En contraparte, a veces se olvida que ellos vienen con muchos conocimientos, un gran bagaje cultural. A la hora de compartir con los mexicanos, todo se convierte en un espacio interesante”, destaca Mitzi.
La fotografía que dibuja la coordinadora del área de Integración abre nuevas áreas de discusión, que pasan por lo administrativo, lo territorial, hasta tocar en las entrañas de lo nacional.
“Nos hace falta cambiar este mundo en términos de empatía. Que la gente entienda y comprenda que los problemas son de fondo. Yo no quiero ser parte de un mundo así. Por eso estoy dispuesto a hacer todo lo que esté en mis manos para cambiarlo. Sé que aportando algo de lo mucho que me ha dado Casa Refugiados lo lograré”, apunta Franck Crousteau, quien asegura que su siguiente meta es volver a África y ayudar a los niños que no tienen recursos o escuelas cerca: “hay muchos que caminan bastantes kilómetros para recibir educación. Quiero elaborar ese proyecto en los siguientes años como apoyo humanitario. En mi continente hay mucho potencial, pero por falta de recursos y escuelas no se puede explotar”, concluye.
Según la ACNUR, en 2020, 42% de los desplazados en el mundo son menores de 18 años.
Este 20 de junio es el Día Mundial del Refugiado, una fecha en la que este órgano de la ONU insta a colaborar en la integración de estas personas, quienes enfrentan dificultades para recibir atención médica cuando se enferman y al estar lejos de casa, les es difícil encontrar escuela para sus hijas e hijos o, incluso, un lugar donde puedan socializar.