Reportajes especiales

De México para el mundo: ‘musas’ retornan a los barrios con música sonidera

El proyecto ‘Musas Sonideras’ aglutina 40 mujeres de Ciudad de México, sus periferias, y de Estados Unidos

En la mitología griega, las musas eran divinidades que habitaban en el Parnaso o en el Helicón y eran protectoras de las ciencias y las artes.  Eran hijas de Zeus y Mnemósine y compañeras de Apolo, quien tuvo romances con cada una de ellas.

Cuando los poetas buscaban inspiración invocaban a las musas. Cada una de las nueve poseía atributos específicos, por ejemplo, Euterpe era la musa de la música y Terpsícore, la musa de danza y el canto coral.

Estas deidades eran guías, dadoras de vida y de creación virtuosa. No por nada hasta Platón, en sus diálogos, las evoca y cada una posee una enigmática atracción. Cuando un espíritu, el poeta o el filósofo, se veía atraído por las musas, desencadenaba un grado último de locura aunado a un ansia inexplicable de creación y aliento primario.

El culto a las musas quedó como una figura poética que sintetiza la idea de que la creación proviene de una inspiración divina, etérea, celestial. Pareciera, sin embargo, que la historia moderna dejó a las musas en el espacio de la inspiración, no obstante, con el paso del tiempo vemos que son creadoras, dadoras de vida e infinito. Hemos vuelto al origen del mito.

Eso son las Musas Sonideras, dadoras del sonido más ínfimo de los barrios de la Ciudad. Creadoras de vida, del baile, de la imagen y los colores. Este grupo de mujeres –que sintetizan en conjunto a las nueves musas– emergen con fuerza luego de dos años de pandemia, que las obligó a detener sus actividades, pero en el que sostuvieron el proyecto a través de utilizar la tecnología, para hacer lo que más les gusta: tener ‘orgasmos sonideros’, como los define Guadalupe Tlacomulco, conocida en el ambiente como “La Cigarrita”.

Musas Sonideras, creadoras

Marisol Mendoza es conocida como ‘La musa mayor’. Si Marisol buscara su homónimo entre las musas griegas sin duda sería Euterpe, aunque por su fuerza y elocuencia bien podría confundirse con Calíope. Ella es la responsable de este proyecto que agrupa a 40 mujeres originarias de distintas partes de la Ciudad y sus periferias, de los estados y la Unión Americana, así lo cuenta Marisol al medio.

Los antecedentes de este grupo es la colectiva Sonideras de Corazón.

“Tres años después fundamos Musas Sonideras y fue aquí en el Salón Candela, un 17 de julio de 2017. Estamos próximas a cumplir 5 años de resistencia, de resiliencia, de amistad”, señala la Musa Mayor a Once Noticias.

En la conversación que sostuvo con el medio develó un espíritu ávido y reflexivo sobre el valor de la música en estos tiempos, sobre la cultura como actividad inherentemente humana y sobre el papel de las mujeres en el medio sonidero.

El testimonio de cada sonidera es una historia muy vasta en sí misma. Cada una reafirma su origen a través del barrio del que son originarias. Cada historia, sin embargo, tiene un punto de convergencia: las mujeres en el ámbito sonidero.

El sonidero y un poco de historia

Los sonideros son un fenómeno endémico de Ciudad de México, aunque no se ha limitado a este espacio geográfico, sino que ha transgredido las fronteras y es común encontrarlos en los barrios más recónditos de Estado de México hasta Estados Unidos.

Este fenómeno tiene características que lo posicionan como un fenómeno cultural y social único. Alrededor de él se evoca la festividad popular de los barrios metropolitanos que han encontrado en él, un punto de convergencia y de catarsis urbana.

Los sonideros se caracterizan por la economía de personas y recursos que se requieren. Contrario a una agrupación o música en vivo, basta un dj-animador (a), una computadora y el equipo de audio, para armar la verbena. Aunque, desde luego, el gasto que implica, dadas las conexiones o bocinas que se necesitan, no resulta tan económico –muy en concordancia con lo mucho que ha crecido el movimiento, así también el papel de las tecnologías que se requieren–, tal como comparte “La Cigarrita”.

Otra de las características que resalta es la música grabada compuesta por distintos géneros, pero principalmente tropicales –cumbia, merengue, salsa, vallenato, reggaeton–. Sobre ella y de manera simultánea el o la dj-animador (a) envía saludos o mensajes a través del micrófono.

Darío Blanco, investigador y docente de la Universidad de Antoquia, comparte en su texto sobre “Los bailes sonideros: identidad y resistencia de los grupos populares mexicanos ante los embates de la modernidad” que la apropiación que hicieron las clases populares de Ciudad de México, de estos ritmos tropicales, a través de los sonideros, permitieron una amplia difusión para que fueran conocidos en otras latitudes.

Algunos especialistas señalan que los sonideros aparecen en la postre de los años sesenta en algunos barrios como Tepito, Tacubaya, San Juan de Aragón o Nezahualcóyotl.

Blanco, sin embargo, sostiene que es en los años ochenta cuando “se forma en Ciudad Nezahualcóyotl la Unión de Sonideros de Neza con fines gremiales. En esta época a los jóvenes se les comenzaba a catalogar como “chavos banda”, pero en las calles de Neza lo que había era pandillas de cumbiamberos, charangueros o discolocos, y cada una seguía a determinados sonidos”, señala el investigador.

En la actualidad este movimiento ha crecido tanto que traspasó fronteras: en Estados Unidos, se organizan sonideros y se ponen géneros electrónicos como el High Energy.

Nombres como La Changa, Sonido Cóndor, Caribali, Poly March, La Conga, entre otros, han marcado las plazas, los barrios y a la memoria histórica de esta ciudad. 

¿Y las mujeres sonideras?

Al rastrear la historia de las mujeres en los sonideros, la literatura devela que ha sido un espacio mayormente ocupado por hombres. Asimismo que han sido familias completas las que toman este espacio. Sin embargo, con el paso del tiempo, las mujeres han ocupado un lugar importante preponderante en él, de ahí la transgresión de las Musas Sonideras en la escena.

“La Musa Mayor” es originaria del Barrio de La Huichapan, en Tacuba. Ella como “La Cigarrita”, comenzaron en los sonideros por su familia. Marisol forma parte de la Dinastía Sonido Duende. “La Cigarrita”, por su parte, forma parte de la Dinastía Sonidero Campos.

Ángel, el hijo de “La Cigarrita”, confiesa que se siente orgulloso de su madre, una mujer que considera ‘luchadora’ y que admira al lanzarse a tocar sola junto a otras mujeres. Su madre se sorprende de tales aseveraciones, “algo ha de querer este cabrón, seguro es la renta”, bromea entre risas detrás de cámaras.

Y es que las sonideras al bajar del escenario ejercen la maternidad, son profesoras, vendedoras o ejercen otros oficios para sostener a sus familias y cuando encuentran un poco de tiempo se lanzan a algún punto de la ciudad, para poner a bailar a los barrios.

Abigail “La Reina Rumba” y Nayeli Martínez “La Mamichis”, ambas de la comunidad LGBTIQ+, también pertenecen a este proyecto. Abigail es originaria de Azcapotzalco “soy la primera mujer trans sonidera a nivel mundial”, señaló orgullosa al medio. 

“Mamichis”, originaria de Tepito, señaló que ella se unió al proyecto cuando la invitaron a compartir escenario para un evento cultural y desde ahí no ha parado. Para ella, la cumbia sonidera la define como pasión.

Cada una, al mismo tiempo, tiene sus proyectos de radio sonidero o con sus familias, pero las Musas Sonideras es un punto de reunión fundamental entre ellas, porque es un espacio de trabajo, amistad y fuerza.

Una vez que las Musas Sonideras conectaron las bocinas y pusieron su lista musical, la temperatura aumentó, el público sacó sus mejores acrobacias –característicos también de este baile– y bajo el fulgor de los “orgasmos sonideros”, los espíritus rindieron tributo a las musas y a las diosas de esta tropicalísima ciudad.

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