“Mientras la pobreza exista, la escuela rural tiene su razón de ser”, esa es la consigna de los alumnos y alumnas de las Escuelas Normales Rurales que gritan a coro en cada manifestación. Su lema responde a un proyecto posrevolucionario: la escuela al servicio de la comunidad, del país.
El proyecto de las normales nació con el objetivo de formar cuerpos docentes que apoyaran a la educación de los grupos más olvidados en el país, la población campesina.
Han pasado siete años después de la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa, en Iguala, Guerrero (uno de los lugares más golpeados por violencia, desigualdad y pobreza en el país), el 26 de septiembre de 2014. Desde entonces, las Escuelas Normales Rurales volvieron a ponerse en el centro de la discusión, porque fue evidente el olvido y el relego de los gobiernos hacia estas instituciones.
Escuelas Normales Rurales, un repaso histórico
En la actualidad hay 17 Escuelas Normales Rurales (ENR) en México. El pasado 3 de septiembre se emitió la convocatoria para reabrir la Escuela Normal Rural Luis Villarreal, ubicada en El Mexe, Hidalgo, luego de 17 años de estar cerrada.
Las Rurales fueron creadas en la década de los años veinte, como parte del proyecto educativo posrevolucionario. En ese tiempo existió el interés de mejorar las condiciones educativas de la población rural y campesina. El objetivo era orgánico porque se buscaba formar maestros provenientes de las mismas familias campesinas que fomentaran el trabajo en el campo y que fueran líderes comunitarios.
La primera Normal Rural se fundó en 1922 en Tacámbaro, Michoacán. Después se movió a Tiripetio, en la misma entidad.
Antes de 1926, las normales se dividían en Escuelas Regionales Campesinas (ERC) y las Escuelas Centrales Rurales (ECR), que sintetizaban la enseñanza normalista (formar a maestros que enseñaran a leer y escribir en un período breve) y las prácticas agropecuarias. Fue en ese año de 1926 cuando se unificó su plan de estudios.
Hacia la década de los treinta y cuarenta, durante el período presidencial de Lázaro Cárdenas, estas escuelas tenían planes de estudio orientados a una educación de base socialista y con un enfoque desde el materialismo histórico. Este período fue muy importante porque se consolidó el proyecto social de estas instituciones.
Es en los treinta, además, que las normales rurales se agruparon en la Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México (FECSM); este organismo ha jugado, desde su creación, un papel muy importante en la lucha política y en la organización estudiantil que ha buscado, desde entonces, mejores condiciones en sus escuelas y apoyos a sus estudiantes.
Hacia la década de los cuarenta la política educativa que impulsó el gobierno de Manuel Ávila Camacho tuvo un impacto en las escuelas rurales porque dejaron de ser prioritarias para el Estado. En 1942 se unificaron los planes de estudio de las normales rurales y urbanas, aunque se distinguían porque en las rurales se enfocaba a impartir materias técnicas y agrícolas.
Es en este período que las normales atravesaron por diversas situaciones, por ejemplo, tuvieron poco apoyo debido al proyecto de modernización industrial del país, aunque hacia los cincuenta se les volvió a dar impulso por lo que abrieron sus puertas hasta 29 planteles. Además a finales de esos años “los estudios de las normales se hicieron equivalentes al bachillerato, lo que permitió que los alumnos ingresaran a estudios universitarios o al servicio docente”, como afirma Alicia Civera, en su texto “Normales rurales. Historia mínima del olvido” (2015).
En esos años también se consolidaron las identidades y los lazos a través de su función como internados que permitió, por un lado, que sus alumnos de origen humilde, campesino y rural, tuvieran la oportunidad de afianzar lazos comunitarios y de organización, para exigir mejoras, ya que -como hasta ahora- las normales rurales estaban sometidas a condiciones precarias que muchas veces solventaban los mismos alumnos, padres de familia y maestros.
En los sesenta las Rurales sufrieron el embate del gobierno de Díaz Ordaz, que en 1969 cerró 15 de las 29 escuelas que existían en el país, porque los consideraba espacios de células comunistas. En ese tiempo, la Revolución Cubana y los movimientos de liberación y guerrillas en América Latina fueron fundamentales en las Escuelas Normales Rurales, ya que los alumnos y profesorado se vieron influenciados.
Se reafirma el compromiso social, la solidaridad con los movimientos agrarios y el activismo político que caracterizará a las normales, aunque también deviene de que estos espacios permitían generar el vínculo entre el campo y la esperanza de una vida mejor, frente a un sistema que relegaba una Reforma Agraria acorde a las necesidades y las realidades de las personas campesinas. No obstante, las ENR padecían del olvido:
Dentro de las normales, la mejora de condiciones de vivienda y estudio era una petición constante, y las carencias, motivo de huelga. Los estudiantes señalaban lo ridículo de una situación en donde los caballos del Ejército tenían un presupuesto más alto que los normalistas. En vez de mejorar las condiciones en las normales, las autoridades intentaban intimidar a los estudiantes”, afirma Tanalís Padilla, en su investigación sobre la historia de las ENR.
En 1965, los hermanos Gamíz (uno de ellos egresado de una Normal) asaltan al cuartel militar Madera. En los setenta, Lucio Cabañas, maestro de la Normal Rural Isidro Burgos de Ayotzinapa, lideró el Partido de los Pobres en contra de las ‘guardias blancas’ que asolaban a los campesinos.
Hacia los ochenta, las Normales Rurales tuvieron un fuerte impacto debido a que quedaron relegadas por el Programa de Modernización Educativa 1989-1994, de Carlos Salines de Gortari, que rompió la lucha gremial sociopolítica de las escuelas del país, al implementar salarios con base en competencias de los maestros, bajo una lógica neoliberal, tal como afirma Maider Elortegui Uriarte, en su recorrido histórico de las ENR.
Posteriormente, las reformas educativas que se realizaron durante el sexenio de Felipe Calderón y su pacto con Elba Esther Gordillo, la Alianza por la Calidad de la Educación, provocaron un ambiente hostil y de incertidumbre laboral para los maestros y también para la educación, porque tuvo una tendencia privatizadora.
En 2013 se lanzó la Ley General del Servicio Profesional Docente, con el objetivo de evaluar a los y las docentes, para justificar que la crisis educativa dependía de la capacitación de los maestros y no asumía la responsabilidad estructural.
“La modernización educativa trajo consigo un lenguaje más sofisticado para justificar el abandono del proyecto histórico de las ENR”, escribió Maider Elortegui.
La visión de esta modernización fue “transformar” a las Normales Rurales en escuelas técnicas, con el alegato de que la población campesina era menor en el país.
En 2014, la acumulación de estos hechos, fue la implosión de un contexto de violencia, que derivó en la desaparición de 43 normalistas de Ayotzinapa. La violencia fue un método para disolver la organización y apagar la lucha que han sostenido por largo tiempo las Normales.
En este año, la Normal Rural de Mactumactzá, en Chiapas, se manifestó y padeció una represión violenta por uso excesivo de la fuerza de las autoridades. Los y las estudiantes se manifestaron para exigir que los exámenes de ingreso fueran presenciales y no en línea, ya que la mayoría no tiene acceso a internet en sus comunidades, por lo que persiste una brecha digital que ha impactado a los y las aspirantes para ingresar a estudiar a las filas normalistas. Sin embargo, fueron cruelmente reprimidos.
Pese a los golpes de la memoria histórica, las y los estudiantes continúan en resistencia porque “mientras exista la pobreza, las Escuelas Normales Rurales tendrán razón de ser”.