Cuando se dio a conocer que Marichuy sería vocera representante indígena a la candidatura independiente en la elecciones federales de México, en 2018 –designada por el Congreso Nacional Indígena–, la noción tradicional que imperaba sobre las candidaturas fue sorprendida.
Una mujer indígena acaparó rápidamente la atención de intelectuales, de los medios, de estudiantes universitarios y de un país convencido de que el ánimo patriarcal mexicano no dejaría que una mujer nahua ocupara un cargo presidencial.
Marichuy, no obstante, fue respaldada por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) y por 71 concejales que la eligieron en mayo de 2017; pero también, el apoyo provenía de los pueblos y comunidades indígenas que habitan en este país y que asentaron la esperanza de una representación cercana, que conocía las desigualdades históricas de las que han sido víctimas, sobre el despojo, la discriminación.
El camino no fue fácil y así continúa, porque su lucha no es atravesada sólo por el género, sino también por la etnicidad, la clase y la oposición al individualismo del sistema capitalista, frente a la colectividad de las comunidades que decidieron designarla bajo el cargo de honor como vocera.
Y aunque las firmas fueron insuficientes para obtener el registro ante el Instituto Nacional Electoral (INE) –obtuvo 281 mil 955 firmas de apoyo ciudadano y se requerían 866 mil 593, además de alcanzar 1% del padrón electoral en por lo menos 17 entidades federativas–, ese sólo fue un paso de un objetivo mucho mayor: la lucha no se limita a unas papeletas o un discurso, sino a un trabajo constante, desde abajo y colectivo, tal como compartió Marichuy a Once Noticias.
Para Marichuy, además, se suma la lucha por todas las mujeres, porque implica una serie de retos que van de la mano con la lucha por el territorio, por los recursos naturales, por la vida misma, así lo destacó durante el Encuentro Internacional de Mujeres que luchan por la vida, organizado por los Pueblos Unidos Cholultecas y de los volcanes, en el estado de Puebla.
Memoria soy de mi pueblo
María de Jesús Patricio Martínez; 58 años; casada y tiene tres hijos. Originaria del municipio de Tuxpan, ubicado en el estado de Jalisco; mujer, indígena (nahua); curandera, compa, defensora del territorio y la vida y anticapitalista.
Sobre los campos de la Ex Hacienda San Lucas, ubicado en el municipio de Juan C. Bonilla, en Puebla, Marichuy camina rumbo al espacio adaptado para comer: pozole, albóndigas y agua fresca de melón, es el menú que compartían los Pueblos Unidos con las asistentes.
A María de Jesús la caracteriza la serenidad en su andar y la discreción. Duda al aceptar una charla con un medio de comunicación -y su desconfianza no es para menos, asegura-, por lo que advierte que ella no es una líder, como los medios la han caracterizado, afianzando un imaginario político de la vocera.
Saluda, abraza a otras compas. Pese a que porta el cubrebocas, sus ojos se alegran cuando se acercan a pedirle alguna fotografía, sobre todo jóvenes, que buscan obtener un testigo ínfimo de la memoria.
Atiende y, aunque el hambre tejía la vaciedad en su estómago, acepta conversar bajo un denso sol. A lo lejos, sobre los muros de las ruinas de la Ex Hacienda –en algún cuadrante del campo se ubicaba la tienda de raya porfiriana– los esténciles de Emiliano Zapata y Samir Flores, así como una imagen pintada de la virgen de Guadalupe, atestiguan el encuentro.
Para María de Jesús es importante resaltar, desde el inicio de la conversación, que ella es curandera. Son más de 25 años los que la respaldan en su trabajo. En 1995, comenzó a colaborar en la Casa de Salud Calli Tecolhuacateca Tochan, en su natal Tuxpan. Por su labor en la medicina tradicional, en 2015 recibió, por parte del ayuntamiento local, el Mérito Tuxpense.
Reconoce que la adquisición de los conocimientos de la medicina tradicional no son de ella, sino de su familia y su comunidad, pero al adquirirlos el compromiso radicó en fortalecerlos, resguardarlos y transmitirlos.
“Hay hombres y mujeres curanderas en mi comunidad. Mi familia es de curanderos y curanderas, es algo que [surgió] a raíz de ver qué tan cara está la medicina y no tienes para comprarla, pero tienes la herbolaria a la mano. Es lo que nos enseñaron y uno aprende. En la práctica hace que se fortalezca este conocimiento”, señaló a Once Noticias.
Al recordar cuándo fue que decidió involucrarse en la lucha por los pueblos indígenas, rememoró su niñez y su comunidad, en donde ha prevalecido el despojo por parte de una minoría terrateniente en la región nahua tuxpense.
Desde niña vio cómo unos cuantos se quedaban con las tierras.
“¿Cómo que hay ricos y pobres? Si la comunidad trabaja y trabaja y los que menos trabajan tienen más, ¿cómo le hacen? Eso me hizo pensar que algo no estaba bien. Fui buscando la causa”, recordó Marichuy.
Eso detonó que su comunidad emprendiera una lucha por la tierra, y también hizo que ella se interesara por estos conflictos que los aquejaba, generando una conciencia del abuso y el despojo.
Recuerda que si algún integrante de su numerosa familia enfermaba, su padre debía pedir un préstamo con el patrón, porque no alcanzaba el dinero lo que significaba un endeudamiento a largo plazo:
“Si alguien se enfermaba, mi papá quedaba con su patrón endeudado, luego le cobraba con maíz. Al final de la cosecha ya no le quedaba maíz. Estaba chica. Desde primaria vi cosas que estaban mal, pues tiene que hacerse algo”, relató.
El EZLN, un antecedente de lucha
La inquietud de Marichuy tomó fuerza, sin embargo, unos años después luego del levantamiento del EZLN en 1994. Y es que la irrupción indígena hizo estremecer al país entero y también a ella.
En ese año, su comunidad fue invitada a participar en el Primer Foro Nacional Indígena, convocado por el Ejército Zapatista. Una delegación de Tuxpan, en la que María de Jesús fue elegida como representante, viajó a la ciudad de San Cristóbal de las Casas. En ese lugar tuvo una epifanía que se advertía con anterioridad:
“la lucha que llevábamos ahí [en la comunidad], era una lucha indígena, una lucha por nuestro territorio y era, junto a otras luchas, de otros pueblos. […] Entonces nuestra lucha era como indígenas, como pueblos, no sólo (como nos han hecho creer) como campesinos. Entonces desde ahí hay algo que hace que la presencia y la lucha sea permanente y con más claridad hacia dónde hay que ir”.
Mis mujeres
Marichuy tiene muy presente a dos mujeres que fueron su motor principal: su madre y su abuela, quienes siempre la impulsaron, “me acuerdo que nos sentábamos a reflexionar cómo estaba la vida en la comunidad, como sufría tanto la gente y cómo batallaban”, dijo.
Recuerda que su padre rechazaba la idea de que se involucrara en una lucha de tal magnitud, “mi papá no quería, no estaba de acuerdo con que las mujeres anduviéramos saliendo. Ahí mi mamá dijo ‘adelante, échale ganas’”.
María Trinidad, su madre, aunque ya falleció, la recuerda y se refiere a ella con un aire de tristeza cuando la rememora, porque ella fue quién siempre la impulso.
Otras mujeres que la inspiraron y apoyaron en su trayectoria de lucha fueron las mujeres zapatistas, por lo que reconoce que han sido fundamentales en su andar.
Cuando en mayo de 2017, Marichuy fue designada por el Congreso Nacional Indígena con el cargo de honor de vocera representante indígena a la candidatura independiente en las elecciones de 2018, la curandera se interrogaba a sí misma cómo había sido posible tal elección. Desconfiaba en sus habilidades para llenar las expectativas que implicaba tal designación.
No obstante, sobresalió la confianza de las mujeres zapatistas hacia María de Jesús.
“Las compas zapatistas, las comandantas, dijeron ‘es que ahí vamos a estar contigo, atrás. Desde acá te acompañamos’. Eso da fuerza. […] Lo tomé con temor de no poder cumplir la tarea grande, pero me dije, si vamos a estar con todo el Concejo, ahí van a estar todos y todas jalándome las orejas si fallo”, comentó entre algunas pequeñas sonrisas al recordar aquel momento.
La lucha de las mujeres: anticapitalista, comunitaria y antipatriarcal
Para Marichuy el objetivo último no fue quedarse con la experiencia política de 2018. Para ella esa fue sólo una pequeña chispa de algo más grande.
En la actualidad señaló –con un tono sarcástico– que la tirada, después de haber sido tan visible, no era subirse a un avión o dar discursos. Por el contrario, convencida y animada, dijo que ahora acompaña procesos que inician, luchas locales originadas en las comunidades de este heterogéneo y controvertido país.
“Es hacerlas más fuertes, como pueblos. Ahí está la resistencia, no tanto estar apareciendo y dando buenos discursos, sino cómo hacerlos realidad”.
Y es que para ella la tarea radica en organizar y apoyar a las comunidades desde abajo, a nivel local, para luego extender la lucha a nivel regional y nacional.
“Seguir denunciando lo que afecta a nuestros pueblos. Son dos cosas: sí hablar, sí decir, ya hemos caminado y hemos visto la situación de los pueblos, hasta las ciudades. La otra es cómo fortalecemos la organización. Son dos cosas bien importantes. Yo le apuesto mucho a que la organización desde abajo se tiene que fortalecer si queremos derribar este sistema patriarcal y capitalista. No va haber de otra”, sentenció.
Marichuy enfatizó a Once Noticias que con el paso del tiempo la situación de las mujeres ha ido cambiando y que en la actualidad es más visible verlas participando, con su propia agencia, en diversos espacios y cargos, lo que considera un avance importante.
Reconoció que “el pleito no es contra el hombre sino contra un sistema”, machista y patriarcal que se obstina en creer que las mujeres sólo deben hacer labores domésticas.
Empero, reflexionó que la lucha de las mujeres también debe de ser la lucha por el territorio, por la vida y más en un contexto como el actual en el que la pandemia ha develado la vulnerabilidad humana ante la muerte, pero también a vulnerabilidad de la naturaleza ante la (in) acción humana:
“somos parte de una colonia, un barrio, una ciudad, un país y tenemos una tarea muy importante: cuidar por la vida, por los demás, cuidar nuestras aguas, bosques, tierras. Cuidar el territorio, [..] organizarse y pensar […] cómo le vamos a hacer para que no sigan destruyéndonos. Estamos luchando (..) por las que vienen atrás, las que todavía no nacen, que le echen ganas a querer cuidar la vida, porque es pasajero y se heredará (…) defender la vida que es para todos y todas”, concluyó María de Jesús.