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“Hubiera sido pintor como los grandes, pero me aferré a dibujar así nomás”

Las personas en situación de calle no están ajenas a discriminación y a experimentar los peligros que implica dicha condición, atravesada además por el rechazo de un sistema que las y los invisibiliza.

Tal fenómeno impacta a todos los grupos poblacionales, pero que genera preocupación cuando los más vulnerabilizados son menores, personas con discapacidad, mujeres o adultos (as) mayores. Estos últimos suelen verse impactadas por el abandono social.

Con respecto a las personas en situación de calle, de acuerdo a datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), en el Censo de Población y Vivienda 2020, en el país se contabilizaron a poco más de 5 mil 700 personas en situación de calle.

Estos números se concentran en tres entidades: Ciudad de México (poco más de mil 200 personas podrían estar en este lugar), Baja California y Jalisco.

Once Noticias conversó con Don Balde, un adulto mayor que vivió mucho tiempo en la calle y que ahora se sostiene por sus dibujos que han llegado a ser expuestos en centros de cultura y que han sido comprados por otros artistas que han visto en sus trazos precisión, alegría y enigma.

¿Por dónde empezar con Don Balde?

Si alguien contara la historia de Don Balde no empezaría con el principio de su vida, tal vez tampoco por la mitad. Su historia es todo un enigma. Pareciera que los rumores podrían llevar a lo más íntimo de este hombre de 76 años.

Pero las especulaciones, con los rumores, se los lleva el viento gris de esta ciudad. Don Balde es transparente y goza de lucidez, aunque nadie duda que detrás de cada dibujo hay un silencio que resguarda secretos que jamás serán contados por él.

Todos lo conocen como Don Balde, aunque su nombre completo es Baldemar Veli Cerda. Es originario de Reynosa, Tamaulipas, pero llegó a vivir a Ciudad de México, desde 1964. Los motivos para emigrar a la ciudad fueron los de un joven de 18 años que se sintió atraído por el “sueño citadino”, aunque antes estuvo en Monterrey.

“Me vine de Monterrey a la capital, sin saber nada. Del ochenta para acá era un México más bonito que él de ahora. Ahora no, todo está al revés. Mis hermanos se quedaron en el norte, pero ya han de estar fallecidos. Mis papás ya fallecieron. Mi mamá moría en el 67 y mi papá en el 85”, relata a Once Noticias.

Confesó que nunca ha salido de México, aunque las historias cuentan que llegó a vivir a Estados Unidos, Nuevo Laredo, que tuvo una pareja e hijos, pero sólo se refuerza el mito alrededor de Baldemar.

Al preguntarle sobre si tiene hijos afirma que sus únicos hijos “son mis tripitas y mi señora es mi cuerpo”, expone bajo una pícara sonrisa, mientras rasca alguna parte de sus brazos, su estómago y su pecho.

Don Balde dijo que hace unos años hacía de todo, aunque su trabajo favorito era la carpintería. “Pero ahorita ya no se puede, ya el cuerpo está muy débil. El cuerpo se va pa’ca, se va pa’lla”, señala mientras hace un movimiento imitando un vals sobre las olas.

Desde un modesto cuarto color verde lorquiano, el hombre conversa con Once Noticias. Es una tarde pasible en la calle Enrico Martínez, en la colonia Centro. Alguien pinta algún lugar cercano y el olor del “thinner” se filtra por los cuartos que conforman a ese edificio de huéspedes.

Hay algunos colores que rompen el plano verdoso del cuarto de Don Balde: el negro de la pequeña pantalla, frente a su cama, y los colores que tiene sobre la mesa de cemento en su entrada. Ahí, en ese espacio, es en donde surge la inspiración para dibujar.

No tiene dibujos preferidos, aunque en las últimas semanas dibuja felinos. Con la llegada del COVID-19 dibujaba diablos y cuando vivía en un hotel, dibujaba su cuarto.

En sus dibujos, a veces, Don Balde cuenta historias y otras sólo se limita a escribir algunas frases. Por ejemplo, la de su dibujo sobre un sol de colores: “si el sol no existiera el mundo estuviera en completa oscuridad. B.V.C”.

La calle

Don Balde vivió en situación de calle durante largo tiempo, hasta apenas hace cuatro meses. No hay fecha precisa, pero cuenta, según le dicta su memoria geográfica, que la capital no es como Monterrey, “el centro está aquí (señala con un dedo un punto en el espacio sobre la mesa) y aquí están las colonias  (su dedo señala un punto frente al dedo anterior). Aquí no, las colonias están muy retiradas. Se hace mucho gasto, que el metro, que el colectivo. Era un gasto tremendo. Vivía en Texcoco”.

Fue así como llegó a vivir a las calles de Ciudad de México. Un día quiso buscar trabajo y un lugar digno, pero no lo encontró. Eso cuenta, Balde. Hay otra historia que señala que fue desalojado del lugar en donde vivía, se quedó sin empleo, no tenía familia en la ciudad y fue tal su depresión, que lo llevó a estar en condición de calle.

Pero es sólo una de las tantas historias que giran en torno a él.

Tania lo conoció en una banca sobre avenida Reforma. Recuerda que lo vio dibujar y le llamó su atención el trazo. Le compró un dibujo y desde ahí comenzaron a forjar una amistad. En la actualidad, Tania le ayudó a encontrar un espacio para vivir, pero fue complicado porque que existía el miedo, de parte de personas encargadas de casas de huéspedes, de que abandonaran a Don Balde, dado que tenían experiencias previas de abandono de adultos mayores.

Tania comparte que luego de encontrar un espacio para el dibujante, ahora lo apoya con circular sus dibujos en redes sociales y los ha llevado a exponer en centros de cultura. También han hecho impresiones de playeras y de bolsas, para reunir dinero y así generar un pequeño fondo para los gastos de Balde.

Balde recuerda que cuando vivía en la calle, nunca faltó quien le regalará comida o cosas, pero que a veces era difícil cargar bolsas o llevar comida que necesitaba refrigeración.

Señala, en algún momento íntimo de la charla, que él hubiera sido pintor:

“como los grandes pintores, pero me aferré a dibujar así nomás. Cuando era niño hacía dibujos chafas, rancios, que no tenían sentido, pero con el tiempo aprendí”, expone.

Despedida

Su inspiración es su memoria, el papel, los colores. Él dibuja, dibuja, dibuja. Sus trazos son exactos y sus animales tienen rostros parecidos. En la conversación, Balde confiesa que le gusta el tigre de Bengala, pero que lo dibujó enojado, entonces se vio obligado a dibujarle un gallo de colores.

Balde ya tiene CURP y su credencial de elector, aunque el misterio sigue rondando en su historia. Tania tiene la esperanza de algún día recibir la llamada o el mensaje de algún familiar del dibujante.

Antes de despedirse Balde explica cada dibujo y señala sus costos. Se acerca la noche y Balde despide al medio no sin antes enfatizar que antes todo era diferente y que los tiempos han cambiado, nadie sabe si para bien o para mal, pero para él eso ya no importa; el verde se oscurece síntoma de que se acerca la noche y seguro se acerca el momento para lanzar algunos trazos.

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