El próximo 2 de octubre, la población brasileños elegirá a su próximo presidente, a miembros del Congreso, gobernadores(as) y parlamentarios(as) de las Asambleas Legislativas de cada uno de los 27 estados que conforman al país. En este panorama, la izquierda encabezada por Lula se juega un regreso al poder en el que hay muchos desafíos, principalmente a nivel económico, pero en el que prevalece un rechazo unitario de la población a Bolsonaro.
Hasta ahora, de acuerdo a las últimas encuestas, Luiz Inácio Lula da Silva del Partido de los Trabajadores se posiciona como favorito, mientras que Jair Bolsonaro se ubica en segundo lugar.
Lula, de acuerdo a la reciente encuesta de Quaest, mantiene una ventaja 44% en la intención de votos frente al actual mandatario, Jair Bolsonaro que tiene el 32%, por lo que no se descarta la posibilidad de una victoria de Lula en la primera vuelta.
Especialistas expresan que hasta ahora es favorable para que la izquierda regrese pero no será un camino fácil, dado que se enfrenta a una serie de desafíos ante la derecha recalcitrante que busca mantener el poder a costa de todo.
Una derecha desesperada vs una izquierda que busca volver
Jair Bolsonaro se encuentra en segundo lugar en las encuestas. En los últimos meses el actual mandatario aprobó el aumento de planes y programas de asistencia social. Sin embargo, esos últimos intentos por recolectar apoyo y entrar fuerte a la contienda electoral no ha sido suficiente.
A nivel regional, el mandatario actual lidera, por muy poco sólo el sur del país de acuerdo a la encuesta del Instituto de pesquisas Ipec que realizó en cuatro estados y el Distrito Federal, ya que Lula aventaja en los estados más poblados del país.
Bolsonaro cuenta con poco respaldo en los diversos sectores, al interior y también al exterior del país, así como también entre la población, luego de una administración que ha dejado rechazo y desesperanza.
Georgette Kuri, doctora en Estudios Latinoamericanos integrante del seminario de estudios brasileños del Centro de Investigaciones de América Latina y el Caribe (CIALC-UNAM), señala que la actual administración “ha despojado a la sociedad brasileña, les ha quitado derechos, les ha recortado programas sociales, presupuesto público y altos índices de inflación, que se expresa en familias empobrecidos y aumento de personas en situación de calle”.
Además, se suma la pandemia que agudizó las problemáticas y que dejó estragos muy fuertes en la economía, pero también en el que ha prevalecido una expresa violencia política, manifestaciones discursivas de odio y manipulación de la información.
Para Hernán Goméz Bruera, doctor en Desarrollo por la Universidad de Sussex, analista político y periodista, Jair Bolsonaro es una figura parecida a Donald Trump (por las polémicas que encarna su expresado machismo, racismo y clasismo), que atrajo votantes y simpatizantes a raíz del desprecio a la izquierda, “han coqueteado con esta figura siniestra [Bolsonaro] en parte por el desprecio de los gobiernos petistas”, dijo al medio.
La izquierda, representada por Lula (Partido del Trabajo), regresó a la contienda acompañado por Geraldo Alckmin, candidato a la vicepresidencia y que se incorporó al Partido Socialista Brasileño (PSB) en este año. Por esto último, fue criticada la coalición dado que Alckmin fue opositor liberal político de Lula en elecciones pasadas.
“No existe una izquierda en Brasil, sino muchas izquierdas. Lo que se necesita es sumar fuerzas y garantizar que los demás partidos de izquierda apunten a la coalición Brasil por la Esperanza”, expresó Kuri al medio.
La agenda de esta colación se encamina a retomar programas sociales, apostar a la redistribución de la renta y del presupuesto público para los sectores más vulnerabilizados de la sociedad, así como en atender la problemática del Amazonas, “es arduo el trabajo que se tendrá que hacer para la reconstrucción nacional”, explicó Georgette Kuri.
Otro desafío que sobresale para la izquierda se evidenció el pasado 28 de agosto en el caluroso debate (el primero del calendario de campaña antes del 2 de octubre) organizado en conjunto por medios brasileños, como la Rede Bandeirantes, UOL y el periódico Folha de S. Paulo, en el que Lula y Bolsonaro se señalaron por corrupción.
Este tema ha sido quisquilloso dado que la derecha brasileña lo ha utilizado desde 2016, para señalar a la izquierda. Hernán Gómez expresó que la corrupción es un problema sistémico, pero “la derecha lo ha utilizado para golpear a la izquierda, principalmente a los gobiernos emanados de las filas del PT, no es nuevo, lo hicieron durante el gobierno de Lula y Dilma”.
Recordó que con el caso de Petrobras había gente involucrada de todos los partidos políticos y eso fue utilizado por la oposición, principalmente por los medios brasileños, para golpear sólo a un partido, “se ensañaron en contra de la gente del PT, para apartarlos del poder”.
Y es que utilizaron las estrategias del lawfare. Hernán Gómez explicó que son guerras y estrategias jurídicas que se utilizan en contra de líderes de la izquierda para apartarlos del poder, es decir, se usa al poder judicial (en el caso de Brasil el poder judicial es muy conservador), para apartar a estas figuras que tienen alta popularidad y a las cuales no se les puede ganar por vía electoral.
“Los jueces están coludidos con poderes conservadores para ensañarse en contra de gobiernos de izquierda, que fueron elegidos democráticamente, es una manera de alejarlos del poder. […] en muchas ocasiones hay casos de corrupción, pero los procesos se llevan con sesgos políticos”, subrayó el analista.
¿Quiénes juegan un papel importante para que la izquierda vuelva a la presidencia?
Tanto Hernán como Kuri señalaron a Once Noticias que a pesar de que las encuestas son favorables para Lula, no es fácil.
“Lula Da Silva ya fue presidente en dos mandatos anteriores y tuvo los más altos índices de aprobación en la historia brasileña, durante sus presidencias (2003-2006 y 2007-2010). En esta contienda la gente se vuelve a llenar de esperanza”, relató Kuri.
Y es que uno de los desafíos más importantes es el trabajo con los movimientos sociales brasileños y la organización que ha emanado frente la opresión de la derecha.
La especialista dijo que será fundamental el trabajo que haga la izquierda y Lula con estos actores, que aunque ya resistían desde hace mucho tiempo hubo un rumbo perdido luego de la salida de Dilma:
“Los sectores de la clase trabajadora y sindicalista, los sectores de mujeres y las juventudes, la comunidad LGBTTIQ+, el movimiento afro e indígenas, e incluso los sectores intelectuales, ya había una resistencia pero sin objetivo en común, sin panorama claro. Al salir de la cárcel [Lula] se busca retomar la organización social”.
Un ejemplo fue en las elecciones pasadas en 2018, en el que resaltó el protagonismo de las mujeres que salieron a las calles en demanda de transformación social. Kuri comenta que el movimiento “Ele Não” (“Él no”, en español), rechazó el rumbo político y económico de Bolsonaro, quien además desde que se postuló a presidente protagonizó polémicas por hablar con desprecio de las mujeres, y también de las minorías.
Kuri apunta que con Bolsonaro hubo dispersión de los movimientos feministas, pero no desarticulación y ahora vuelven a salir, aunque también otras comunidades y buena parte de la población.
Otro ejemplo sobresaliente de articulación social se dio a principios de agosto de este año cuando casi un millón de personas firmaron un manifiesto conocido como “Carta de los brasileños y las brasileñas en defensa del estado democrático del derecho” (que rememora a otra de 1977, difundida en contra de la dictadura) y que fue leída en la facultad de Derecho de la Universidad de São Paulo.
“Esto expresa que la sociedad civil salió a juntar firmas en defensa de la democracia, del estado de derecho, en defensa de elecciones limpias y para rechazar un proceso electoral viciado y frenar la retórica golpista del presidente Bolsonaro”, subrayó Kuri al medio.
¿Cómo se homologa la situación brasileña con la expansión de gobiernos progresistas en América Latina?
Si Lula ganara las elecciones, Brasil se sumaría a la ola de gobiernos progresistas, conocidos también de izquierda o centro-izquierda, en América Latina. En la actualidad más del 50% de los países latinoamericanos son gobernados por esta fuerza política. Si gana Lula serían más del 80% de los países gobernados por la izquierda. Algo inédito en la región, tal como la califica Hernán Gómez.
Sin embargo, el contexto económico juega un papel preponderante dado que hay una recesión económica en Brasil, golpeada también por la pandemia, y en el que también interviene el contexto económico global.
“Es un reto muy grande, porque no hay un contexto tan favorable en términos económicos. Lula fue un presidente muy exitoso, muy querido y reivindicado por su trabajo a favor de los más pobres, pero mucho de lo que hizo fue gracias al boom de los comoditty”, dijo.
Y es que el especialista explicó que fue gracias al crecimiento de las economías asiáticas que posibilitaron que la economía brasileña pudiera crecer a tasas muy elevadas y eso permitió aumento en el salario mínimo, mejoraron las condiciones de empleo, aumentaron los recursos en programas sociales y mejorías en el nivel de vida de la gente.
Durante la primera ola de los gobiernos progresistas en la región, había un contexto económico favorable que permitió el reparto y redistribución de programas sociales, sin tener mayor costo político, por lo que no hicieron reformas fiscales.
“Ahora, si estos gobiernos quieren dejar una huella importante, van a tener que cobrar más impuestos. Van a tener que hacer una serie de reformas más osadas porque el contexto económico no es tan benéfico”, dijo Gómez.
Tanto Hernán como Georgette señalaron que también se debe estar con el ojo en la lupa sobre la derecha en América Latina porque se ha fortalecido en los últimos años, resultado de los gobiernos como el de Bolsonaro en Brasil, “eventualmente podrían llegar al poder. Creo que no estamos vacunados de [la] ultraderecha que eventualmente puede abrirse paso”, apuntó Gómez.
“Lo que habrá en Brasil es la emisión de un voto basado en expectativas, pero sobre todo en la experiencia de la agente que votará, porque hay una inquietud en común para cambiar el rumbo”, concluyó Georgette.
El escenario está polarizado y hay una fragmentación política muy alta, pero en el que el voto de 156 millones de personas habilitadas en Brasil (en el exterior hay 700 mil personas brasileñas inscritas en el padrón electoral), será decisivo en las elecciones de octubre. así como el trabajo que hagan los líderes y sus partidos en cada territorio.