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Juan Gabriel, el “Divo de Juárez” que transgredió esquemas de masculinidad

En el 2002 el periodista Fernando del Rincón le preguntó a Juan Gabriel si era gay. En ese momento la respuesta abierta del compositor y cantante causó revuelo y pasó a la historia, “lo que se ve no se pregunta”, dijo.

Durante largo tiempo su vida privada estuvo enmarcada por el acoso de los medios, la mitificación del ídolo y la doble moral de la sociedad mexicana. Pese a todo, su figura y su música transgredieron los esquemas de la masculinidad hegemónica

Este 28 de agosto se conmemora el quinto aniversario luctuoso de Alberto Aguilera Valadez, conocido como Juan Gabriel “El Divo de Juárez”, uno de los máximos representantes del género popular, quien por más de 40 años de actividad musical dejó un legado en la memoria multigeneracional.

Sus composiciones, colaboraciones y actuaciones en los distintos escenarios, han quedado para la posteridad de una memoria que lo dignifica como el divo; no el rey, personaje construido como el “macho soberano, monarca y dueño”, sino el artista altivo, una casi deidad gentílica, más cercano a los castrati, venerado por una sociedad con una doble moral rampante arraigada.

Su obra abarca más de mil 800 composiciones que fueron traducidas a diversos idiomas. Más de 16 millones de copias de discos vendidas y múltiples premios con discos de oro, platino, diamante y multiplatino. Un artista excepcional para una época que apelaba al silencio y al rechazo de la diferencia y la homofobia.

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Los ochenta fue una década de oro para el artista porque fue entonces cuando se consolidaron grandes éxitos como “He venido a pedirte perdón” (1980), “Querida” (1984) y obras magistrales como “Amor eterno” (1984), “Hasta que te conocí” (1986), “Ya lo sé que tú te vas” (1982), entre otros; así como colaboraciones que lo llevaron a los escenarios europeos y americanos, como el dueto que hizo con Rocío Dúrcal, con quien grabó hasta 1997.

En este mismo contexto, en 1983, en México se reportaba el primer caso de SIDA. Un par de años antes se describió el primer caso de una rara enfermedad en Estados Unidos. El avance de esta enfermedad desconocida provocó miedo y la sociedad la atribuyó a la comunidad homosexual, lo que alimentó la homofobia.

Pese a ello, en los medios, se glorificó al divo de Juárez. “Pero todo, hasta el machismo, se adapta”, tal como dijo Carlos Monsiváis, en su texto ‘Escenas de pudor y liviandad’ (1992), al referirse a Juan Gabriel.

Sus canciones ya no eran memorizadas por las mujeres jóvenes sino también por los hombres, hasta por aquellos políticos sanguinarios que ensalzaron la falsa idea de nación heteropatriarcal.

Su vida privada estuvo expuesta y enmarcada por el acoso de la prensa, quien a cada momento buscaba evidenciar cómo era la vida de un divo, el que pasó de ser el cantante migrante-soñador-fronterizo- a un modelo triunfador. El ídolo como producto, dijo Monsiváis en su texto, a quién acosaban por lo que se decía tras bambalinas, pero que no se atrevían a nombrarlo, “porque sino se nombra, no existe”.

Y es que Juan Gabriel transgredió los esquemas de la masculinidad hegemónica, a través de romper los códigos clásicos de la conducta: Juan Gabriel cantó rancheras bajo las premisas universales del amor y el dolor con su particular tesitura de tenor. En cada escenario exaltó los ademanes, tipificados como ‘femeninos’, fue aplaudido e imitado en cualquier boda.

El Divo transgredió la percepción social de la homosexualidad en México. Algunos investigadores sociales y estudiosos de la cultura afirman que en el país y en América Latina, la homosexualidad se configura en relación a la dimensión sexual de las personas, no a la dimensión amorosa. Con ‘JuanGa’ eso se transgrede, porque él y sus canciones encarnan la segunda.

Sus estrofas de amor y desamor son cantadas hasta por aquellos hombres, quienes pocas veces se atreven a expresar sus sentimientos, quienes se sienten expuestos a la burla y a dudarse de su sexualidad frente a un ideal masculino.

 

El divo en Bellas Artes

Fue en 1990 que Juan Gabriel transgredió los escenarios musicales. Se presentó en el Palacio de Bellas Artes, acompañado de la Orquesta Sinfónica Nacional, dirigida por el director Enrique Patrón de Rueda. Hasta entonces, el recinto estuvo reservado para la música ‘culta’, por lo que fue mal visto por ciertos sectores que escribieron cartas para quejarse y buscar su cancelación.

Sin embargo, el cantante y compositor, representante de la música popular, se presentó del 9 al 12 de mayo. Se grabó y se lanzó un disco a finales de aquel año por la BMG Ariola. Un evento que fue polémico.

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El concierto es uno de los más famosos y estuvieron presentes personajes de la vida política, artistas, intelectuales y la “clase alta” que curiosamente dio su visto bueno y aprobó la apropiación de la música popular.

Carlos Monsiváis dijo que el evento fue apoteósico, que permitió la asimilación de la moral tradicional y advirtió de una posible beatificación del Divo de Juárez.

Posteriormente, se presentó en el mismo recinto, en 1997, para celebrar sus 25 años de carrera y luego en 2013, por sus 4 décadas de trayectoria.

Es así que ‘JuanGa’ trasngredé también los escenarios musicales. Monsiváis dijo que la presentación de Juan Gabriel en Bellas Artes fue un triunfo de la diversidad sexual en un mundo masculinizado. Fue el triunfo de la evidencia, porque “lo que se ve no se pregunta”, pero se nombra, se canta y se llora, pese a todo y a todos.

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