Las mujeres parteras tienen los saberes ancestrales. Una partera de la Sierra de Puebla, a la que respeto y conozco, me compartió que debido a la inaccesibilidad del lugar en el que vive no llegaban médicos y no había clínicas. Ella era la partera de la comunidad. Me contó que llegaron médicos del sector salud a darle un curso para saber poner suero y atender una emergencia en el parto. Eso fue importante para ella, aunque pues continuaron sin tener médicos, porque estaban en la mera Sierra”, dijo Ana Lauriani Flores, partera del Estado de México, a Once Noticias.En las zonas urbanas cada vez se observan clínicas que ofrecen la opción de parto humanizado con parteras profesionales. También se encuentran mujeres parteras, quienes trabajan y acompañan a las mujeres de sus colonias. El Sistema de Salud ha considerado un modelo humanizado de parto: hace unas semanas se registró el primer nacimiento en la Clínica para la Atención del Parto Humanizado en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas. Es la primera de este tipo en el país y su finalidad es reducir la mortalidad materna y perinatal, “además de brindar una atención de calidad a la mujer embarazada, respetando sus usos y costumbres, así como la manera en que quieren tener a su bebé”. Dalia Mora, doula y educadora perinatal instructora en piscoprofilaxis perinatal, relató a Once Noticias que es complicado que la medicina y el sistema de salud consideren a la partería y saberes tradicionales.
Pareciera que el gremio médico no está en la disposición de ceder y sumar esfuerzos. Todo parto de bajo riesgo debería ser atendido por parteras, ya lo ha dicho la OMS. Es un modelo de atención que se debe tener. Medicalizar el parto genera complicaciones. El parto debe ser respetado como un proceso fisiológico. Cada parto tiene su propio tiempo y se debe respetar”, criticó.Para Dalia Mora aún existe miedo de atenderse con una partera, porque prevalecen los mitos, pero detalló, ellas han desarrollado técnicas para salvar vidas. Ana Lauriani vive en Estado de México. Desde la periferia atiende a las mujeres que viven en Coacalco, Tultitlán y Ecatepec. Su abuela fue una figura fundamental porque ella la introdujo en la medicina tradicional y en la partería. “A mí me enseñó mi abuela materna. Mi abuela es originaria de Azcapotzalco. No se consideraba partera pero acompañaba, asistía y atendía a las mujeres en sus partos. Ella me introdujo a su memoria y a la medicina tradicional”. Una práctica de varias generaciones. Su abuela aprendió por su suegra, ella fue su mentora. Junto a su abuelo atendieron todos los partos en su casa. Ana, orgullosa del legado, es la única que prosigue con este saber.
La partería es una formación constante. Yo sigo en formación con las abuelas, también me he acercado a la enfermería y he tomado diplomados y certificaciones, porque eso me ha permitido ver las dos partes: la parte de los saberes tradicionales y la parte de la medicina occidental”, relató Ana.Explicó que una característica fundamental de la partería tradicional es no invadir el cuerpo de las mujeres.
Nosotras no hacemos tacto, como lo hace la medicina occidental. La dilatación se puede observar. Eso es importante, porque no invadimos su cuerpo. Además trabajamos la herbolaria que es un saber delicado, lo vamos trabajando, para saber si necesita o no, ciertos tés. Tratamos de conocer a las mujeres desde que inicia el embarazo. Se genera confianza entre ambas”, detalló.
¿Una práctica ancestral o una moda generacional?
Dalia resaltó que existe una diferencia cultural entre la partera tradicional y la profesional, quien estudia una licenciatura. Hay dos vertientes: partera como carrera técnica o universitaria.La tradicional tiene una cuestión espiritual de fondo. Las mujeres tienen sueños que les dicen que deben dedicarse a la partería. También las fechas de nacimiento o sus comunidades les dicen que deben ser parteras. Son mujeres que aprenden de forma empírica, algunas les tocó atender por casualidad, porque eran acompañantes y no llegó la partera. Las parteras tradiciones son guardianes de los saberes, herencia de sus abuelas o madres”, externó Dalia.Enfatizó que ha visto que muchas mujeres han acudido a la partería como parte de una tendencia, sin embargo, celebró que las mujeres tengan opciones en sus partos. Dijo que lo que resalta es la cuestión económica, porque comienzan a presentarse casos de clínicas que cobran caro, aunque dijo que las parteras tradicionales continúan atendiendo en comunidades y cobran de forma simbólica o por trueque. Por otro lado, en el caso de Ana ha acompañado a las mujeres desde su gestación hasta la menopausia, lo que le ha permitido conocer el proceso fisiológico y la diversidad de los cuerpos. “Yo creo que las mujeres siempre hemos buscado el acompañamiento donde nos guíen, donde podamos sacar todo el mar de hormonas con otras mujeres. Creo que sí hay una tendencia, pero detrás hay muchas cosas, como la cuestión económica”, declaró. Al respecto apuntó que hay clínicas cuyos precios varían, aunque destacó que puede entender que las parteras necesiten también una opción económica por su trabajo, aunque enfatizó que las parteras deben atender a las mujeres reconociendo los contextos económicos y sociales. Los esfuerzos están sobre la mesa, sin embargo, continúa existiendo resistencia para sumar la partería y los saberes tradicionales como opciones para las mujeres.
Violencia obstétrica
En México, según datos de la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH- 2016), entre el 2011 y 2016, 2 millones 921 mil 514 de las mujeres (33.4%) entre 15 a 49 años que tuvieron un parto, sufrió algún tipo de maltrato por parte del personal que las atendió. De ellas, 781 mil 142 fueron mujeres indígenas. Sólo 4.5% tuvo algún incidente al ser atendida por una partera o curandera. Otra de las formas de violencia que resalta en esto datos es la práctica injustificada de césareas: de 3.7 millones de mujeres a las que se les practicó dicho procedimiento quirúrgico, 10.3% no fue informada de la razón para hacerla; 9.7% no dio autorización para que se le realizara. La mayor concentración de los casos de violencia obstétrica se registraron en Estado de México, Ciudad de México, Tlaxcala, Morelos y Querétaro. La violencia obstétrica es una forma específica de violencia hacia las mujeres, durante la atención del embarazo, el parto y el puerperio. Existen dos modalidades en las que se expresa esta violencia: física y psicológica. En la primera se expresa a través de prácticas invasivas como la medicación injustificada, retraso en la atención de urgencias o no respetar los tiempos de un parto. En la segunda modalidad, se expresa en tratos deshumanizados, discriminación, humillaciones u omisión de información, tal como detalla GIRE en su informe sobre Justicia Reproductiva (2018).