Reportajes especiales

Las rejas y la calle, una vida a la que resisten mujeres trans

Claudia García Repper o “La Monja”, como le decían en el barrio, era una trabajadora sexual trans, quien murió el 19 de septiembre por un cáncer que le tomó los riñones y paró su corazón durante la madrugada.  

Once Noticias habló con Rufino José Romero Gonzales “La Criaturita”, el último de los amores que alegró el corazón de Claudia y explicó cómo es la vida de una mujer trans dedicada al trabajo sexual.

Claudia ingresó a prisión en el año 2004 bajo los cargos de robo a transeúnte, explicó su expareja. Ella siempre fue alguien que entendía las necesidades de los demás, si tenía un taco, ese mismo lo dividía para que todos los compañeros de celda lograrán tener un pedazo de bocado.

Rufino, llegó a la cárcel tres años después, según el relato, en algún momento los prisioneros los sacaron de la celda pues nunca tenían dinero para pagar la lista o en su caso el pedazo de piso dentro de alguna celda.

Fue por eso que, con un par de cobijas, comenzó a dormir en los pasillos de la penitenciaria de Santa Martha y así encobijado se encontró con Claudia, quien le ofreció un pedazo de celda para que pudiera dormir lejos del frío y de las ratas de la cárcel.

“La criatura” tomó el pedazo de piso y de cariño que le ofrecieron dentro de uno de los infiernos más complejos de la capital y se acurrucó junto a Claudia, quien en ese momento le llevaba 20 años de diferencia. Por los pasillos les cantaban la famosa canción “40 y 20” de José José.

Un mes después Rufino José Romero tuvo problemas de salud en los pulmones y un brote de herpes, la única quien le brindó atención y cariño fue Claudia. Pocos meses después le diagnosticaron VIH, pero en vez de separarlos fue una noticia que los unió poco a poco más.

Después de seis meses de relación todo se fue tornando más violento y las palabras se convirtieron en insultos y los insultos en golpes hasta que Claudia decidió sacar a su pareja de su celda, sin embargo, siempre tenían contacto y cualquier favor que necesitaban el uno del otro  lograban comunicarse y apoyarse.

La relación siguió entre las rejas hasta que ella logró salir en 2011, sin embargo, su madre ya había muerto y la familia no aceptaba que fuera una chica trans. Así comenzó a replicar la vida de prisionera pero en las banquetas del centro capitalino.

Drogas, alcohol y prostitución tomaron los días y las noches de Claudia, quien para ese momento casi llegaba a los 50 años.

Ella durmió en la calle con minifaldas y tacones, que en algunas ocasiones le robaban durante los profundos sueños. Pero como todos, tuvo altas y bajas que la dejaron conocer a personas valiosas y otras tantas aprovechadas que le fueron robando la energía.

Tres años de estar en calle le mostraron robos, abusos e incluso asesinatos que le fueron armando el camino hasta llegar a uno de los albergues dedicados al cuidado de mujeres trans.

Tras la pandemia todo se complicó en el trabajo sexual y fue así como llegó al albergue “Casa de las Muñecas Tiresias”, en donde recibió apoyo. Durante año y medio permaneció en sobriedad. Ahí terminó su primaria y su secundaria con 8.2 de promedio.

Sin embargo, un enemigo silencioso comenzaba a invadirle el cuerpo. Fue hasta inicios de septiembre de 2020 cuando le detectaron un cáncer en uno de los riñones. Para el 15 de septiembre de este 2021 la internaron en el hospital Gea González y fue el 19 de este mes cuando la muerte llegó a su vida.

En su despedida no acudió ningún familiar de sangre, sin embargo, todas la chicas ahí presentes la consideraban una más de su familia. Y así mismo la despidieron entre flores y música.

 

El adiós a Claudia

El cuerpo de Claudia García Repper salió del hospital tras cuatro días de tratamiento intensivo contra un cáncer en el riñón. Claudia llevó una vida de lucha y resistencia contra la discriminación, conoció la soledad, la calle y hasta la cana. Su gente la quería, la escuchaba y admiraba, hasta sus pasados amores regresaron para darle el último adiós.  

A pesar de que Claudia recibía un tratamiento retroviral desde hace 33 años, las adicciones y los contactos de riesgo no dejaron de ser cotidianos, aunque se ha registrado discriminación si una trabajadora sexual indigente intenta pasar a uno de los hospitales públicos, si es que no llega de emergencia o acompañada de alguna organización civil.

En el caso de Claudia el tiempo había pasado, el cáncer avanzó mucho para cuando llegó a su primera consulta hace un año.

La funeraria sacó el cuerpo de Claudia Repper del hospital. La carroza cruzó la ciudad con el cuerpo de quien alguna vez le enseñó a los suyos a no rendirse y a luchar contra todo.

Cuando llegaron a la funeraria en la colonia Morelos ya la esperaban las chicas del albergue en donde vivía desde hace un año. Con aplausos y lágrimas la recibieron. Sus compañeras se ofrecieron a maquillarla, algunas otras llegaron con bolillos y café. Activistas, trabajadoras sexuales, periodistas y población callejera desfilaban frente al ataúd.

Todos conviviendo dentro de la misma sala. Algunas chicas ofrecieron un show drag queen, algunas otras le tiraban un chorrito de tequila y dejaban caer algunas lágrimas sobre su féretro. “Ella quería que la despidiéramos con fiesta”, decían sus compañeras. Los pocos que se quedaron en guardia junto a Claudia se levantaron entre la resaca y el sol del lunes, colocaron banderas con los colores trans sobre la carroza y salieron rumbo al panteón de San Lorenzo Tezonco.

La caravana de autos entre tumbas y arboles pirulí encontró la fosa 39ª. Junto al hueco en la tierra un grupo de banda le cantó “Hermoso cariño”, “Cruz de olvido” y “Un puño de tierra”, mientras lanzaban flores al ataúd que pronto se cubrió de pétalos blancos y rojos.

La comunidad trans en Ciudad de México ha logrado unirse para darse el apoyo que las instituciones les han negado durante años. Existen redes que han ido tejiendo en la exclusión y que ahora les dan fuerzas para exigir atención digna a la salud, a vivienda y alimentación, sin embargo, los frutos de esa lucha apenas comienzan a salir, pues en este caso no le negaron ninguna atención, sin embargo, cuando fue a buscar a los médicos ya era muy tarde.

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