Reportajes especiales

Madres de todo el país buscan fosas clandestinas en Morelos

La calera, en la carretera Cuautla- Cuernavaca, en Morelos, es el espacio de una jornada más de la VI Brigada Nacional de Búsqueda de Personas Desaparecidas. Este es uno de los lugares que la comunidad reconoce históricamente como un punto donde se han abandonado cadáveres. El rastreo en campo comienza dos días después de lo planeado, por la falta de funcionarios periciales. Son las 10 de la mañana. Un grupo de 80 familiares se trasladan al predio junto a una mina de cal. Se organizan en grupos, que después se alinean para buscar de manera ordenada. El predio de una hectárea de tamaño está rodeado por árboles de mango, los que se marcan como posibles referencias de enterramientos clandestinos. Elementos de la Guardia Nacional, con brazaletes de la Comisión Nacional de Búsqueda, entran al predio, llevan las armas por delante. Confirman que no hay ningún peligro para las buscadoras. Las familias toman el predio y rastrean los detalles que ‘susurra’ la tierra. Algunos hundimientos o pequeñas islas de hierba lucen extrañas, esto podría ser una señal. Así inicia un protocolo que todas las buscadoras conocen mejor que cualquier experto forense. Primero se limpia el terreno que llama la atención de las buscadoras, cortan y sudan con el machete en mano hasta despejar el área; después meten las varillas de metro y medio, huelen las puntas para ver si la muerte se presenta por el olfato, pero en este caso la tierra está muy dura, la varilla no baja mucho. Con una retroexcavadora pequeña se destapa la tierra, hasta el metro de profundidad. “¡Necesitamos la retro!”, es el grito que se repetía en los grupos de buscadores. En el hueco que se abre en la tierra, se deja ‘un testigo’. Se trata de una botella con un papel que dice: “Fosa negativa. VI Brigada Nacional de Búsqueda de Personas Desaparecidas 2021” y las medidas de la fosa en su largo, ancho y profundidad. El campo analizado se cierra para evitar que alguien pueda darle un mal uso. El “testigo” sirve para que, en caso de otra búsqueda, puedan aclarar que ya se había trabajado y que en este caso no hubo ningún hallazgo. Ya son las dos de la tarde, bajo el intenso sol de Morelos, se hace una pausa. Es hora de recargar energía. Un sándwich y un mixote de pollo son suficientes, junto a un baño de sombra. Dos horas después, tras dejar el lugar de descanso limpio, se reinicia el trabajo, ya son las últimas horas de la jornada. Se recorren los diferentes puntos que habían marcado con banderolas rojas. El sol comienza a bajar a un punto de ver el rojo atardecer. Al fondo del predio con fama aterradora se veía imponente el Popocatépetl. Picos, palos y varillas se recogen, hay que alistar la retirada. La búsqueda del 13 de octubre no arrojó ningún indicio que pudiera ser examinado por los peritos de la Fiscalía General de la República (FGR). Sin embargo, las familias retornaron positivas de haber descartado uno de los predios, de Morelos, señalados como panteones clandestinos de grupos paramilitares.

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