Frente al Monumento al Caballito, sobre la avenida Paseo de la Reforma, comenzaron a llegar decenas de personas con las vestimentas típicas de las
comunidades mazahuas. Los brillantes colores contrastaban con el amarillo de aquella escultura.
Pronto tomaron las calles. Los policías de tránsito acordonaron la zona y desviaron a los automóviles que circulaban por la popular avenida. Mujeres y hombres sacaron pétalos de flores de cempasúchil y comenzaron a lanzarlos mientras caminaban en círculos.
Más personas prendieron el copal, otras tantas acomodaron frutas y racimos de flores en el centro del círculo. Al poco tiempo un
altar estaba instalado al centro de la avenida, bordeado por bailarines con penachos de colores y la vestimenta típica de su pueblo
San Simón de la Laguna, Estado de México.
Rocío Sánchez es de San Simón. Ella comenzó a fabricar y vender artesanías desde pequeña, sin embargo, señala que su comunidad y su cultura han sido atacadas constantemente por las autoridades y la sociedad que discrimina los orígenes de los pueblos mexicanos.
“Nos gustaría que se nos tomara en cuenta como comunidad mazahua que radica en Ciudad de México. Nosotros no somos reconocidos dentro de las comunidades indígenas que habitan en esta ciudad, pero tenemos más años en este territorio que cualquiera de los gobernantes y policías que nos persiguen. Somos la misma sangre, no entendemos porque nos tratan tan mal, muchas veces nos toman como locos, y cuando nos ven con vestimentas o hablando mazahua nos marginan, por eso muchas veces dejamos de usar nuestra ropa y nuestro idioma, por el hecho de que tenemos miedo a que la gente que está a nuestro alrededor nos agreda”, precisa Rocio Sánchez.
Entre discriminación y persecusión
Entre las muchas agresiones que sufren a diario, Rocío señaló que la negativa para darles
servicios médicos y para dejarlos trabajar han sido las más graves que ha enfrentado.
Recuerda que en una ocasión llegó a urgencias en el hospital Rubén Leñero para ser atendida por un dolor de abdomen, pero según explicó ella,
como iba vestida con ropa tradicional la dejaron en la sala de espera más de ocho horas, veía como pasaban otras personas que llegaron después de ella y las veces que preguntó cuándo la atenderían le respondían que tenía que esperar a que la llamaran.
Después de una jornada laboral la atendieron y le dijeron que tenía una grave infección en los riñones, por eso pasó dos días en cama y con antibióticos intravenosos.
En otro episodio, cuenta que
iba abordar el metro con su vestimenta mazahua, llevaba un bulto cargando; un policía la detuvo y le dijo que no podía pasar, que las personas con grandes cargas no podían ingresar al Sistema de Transporte Público, ella reclamó. Mientras tanto otra mujer, según relata Rocío, pasaba con un gran bulto pero ella iba vestida de pantalón y camisa.
“Hoy salimos a la calles para
presentar un poco de nuestra cultura, porque se ha perdido a lo largo de los años por la marginación y persecución”, expresa.
“Nosotros tenemos muchos años en Ciudad de México, pero el gobierno no nos ve como comunidad mazahua. Se está perdiendo nuestro idioma y las costumbres porque muchos de los que venimos a vivir a la capital tenemos que dejar nuestras creencias y tradiciones porque nos señalan todo el tiempo”.
Una ofrenda para su reconocimiento
La música comenzó a salir de los instrumentos de aire y percusiones que se mezclaban con los pasos de baile de aquellos danzantes. El
humo de copal y el olor a flores dio un clima de tranquilidad, en medio de una avenida colapsada y el sonar de claxon.
“Al principio por los maltratos también í
bamos educando a los niños a qué no deben de parecer mazahuas y así se fue
perdiendo la cultura pero lo hicimos por
miedo, porque no queremos que nadie los trate mal o los humille”, expresa.
“El Gobierno de Ciudad de México dice que no hay comunidades mazahuas en esta tierra, dice que sí hay triquis, mazatecos, pero no mazahuas. Somos invisibles pero todos los que estamos aquí somos de San Simón de la Laguna y entonces ¿por qué no nos voltean a ver?, cuestiona Rocío.
Dentro de esas tradiciones se encuentra el
comercio y la artesanía que fabrican, es
fundamental como aprendizaje y desarrollo de la comunidad, pues forma parte de la identidad que cada cultura mexicana conserva desde hace cinco siglos, sin embargo, lo que en tiempos prehispánicos era reconocido como un oficio respetable, hoy se persigue y se castiga a artesanos y comerciantes indígenas de esta ciudad.
“Todos somos artesanos, pero somos reprimidos si ofrecemos nuestro trabajo, no tenemos un espacio de venta y todo el tiempo estamos con miedo de que el gobierno llegue y nos quiete nuestra mercancía”.
“Hace poco el gobierno llegó a levantar nuestras carpas y a golpearnos, pero de verdad habemos gente que
no tenemos ningún ingreso y hemos dormido y vivido en la calle. Nos juntamos entre todos para poder sobrellevar estás situaciones, pero
en este espacio queremos gritar que San Simón de la Laguna no ha muerto y que seguiremos recordándole a las autoridades y a la gente que estamos de pie para ver renacer nuestra cultura”, expresa Rocío.