Si la pandemia nos ha mantenido a todos en vilo por sus efectos y consecuencias, las personas que padecen una discapacidad auditiva enfrentan otro reto, ¿por qué lo decimos? Por el uso del cubrebocas.
En México, la fisioterapeuta Adriana Gutiérrez y el publicista Rafael Salafranca promueven el uso de cubrebocas transparentes, para
derribar las barreras de comunicación.
Ambos son personas sordas que leen los labios; sin embargo, el uso del cubrebocas por la pandemia dificulta su forma de comunicarse con los demás.
“Con la pandemia mi vida ha cambiado de una forma muy drástica porque siempre he sido una persona muy independiente, me respaldo mucho en la lectura labio-facial y ahora, con la pandemia, podría decir que he adquirido otra discapacidad para la comunicación. No hay forma de poder entender, todo ha sido por escrito en el celular y ha sido muy complicado. Me hizo dar cuenta que mucha gente no está sensibilizada”, confiesa Adriana.
Rafael Salafranca es una persona con hipoacusia bilateral, es decir, con disminución de la sensibilidad o capacidad de audición; sin embargo, luego de años de terapia
aprendió a hablar y comunicarse con las personas oyentes sin necesidad de intérpretes.
“Es una parte de inclusión, para las personas sordas, entender a los oyentes, por eso usamos una mascarilla transparente, para que la gente pueda hablar y convivir con los sordos, ¿sabes cuántos sordos hay? Hay siete millones en toda la República Mexicana. Entonces, para que sea una inclusión, pueden utilizar una mascarilla transparente, para entender y leer los labios”, afirma.
“La pandemia representa otra discapacidad; no podemos leer los labios”
Fue a raíz de no poder comunicarse de manera independiente, que Rafael y su amiga Adriana fundaron, como primer paso, la asociación civil Viendo Tentiendo, dedicada a promover la inclusión y romper barreras para personas con discapacidad auditiva.
“No es posible que actualmente en 2022 exista este tipo de problemas para las personas con alguna discapacidad auditiva, que tengamos que ser dependientes de algún familiar amigo, compañero o alguien más, incluso, dando nuestros datos más personales para hacer algún trámite. Es más, cuando vamos a alguna atención médica, existe esta limitación bastante fuerte”, agrega Adriana.
¿Cómo es este cubrebocas?
Para hallar una solución, ambos se enfocaron en visualizar un cubrebocas con ventanilla transparente en el área de la boca, con el fin de que las personas sordas oralizadas como ellos, pudieran seguir leyendo los labios de sus interlocutores.
Primero hicieron experimentos para diseñarlos, pero observaron que se empañaban con facilidad. Luego de meses de búsqueda, encontraron un
material especial que evita el empañamiento para conservar su utilidad.
Los cubrebocas están elaborados con el mismo material que los K-N95, se ajustan a la nariz con una barra metálica y cuentan con una ventana transparente que permite visibilizar la boca; aunque se especifica que son de uso no médico, estos cubrebocas incluyentes ofrecen una
protección similar a la de las mascarillas convencionales.
Como todo proyecto benéfico, el desafío es promover el producto entre las personas oyentes porque son ellas quienes, al utilizarlo, facilitan la inclusión de las personas sordas. Con ello, Adriana y Rafael buscan derribar las barreras de comunicación y hacer de este, un mundo más incluyente.
Productos en el mercado
Antes de Adriana y Rafael, un grupo de estudiantes del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente (ITESO) ya había creado mascarillas de este tipo, en 2020.
Son jóvenes que, preocupados por la
inclusión de personas con discapacidad auditiva, diseñaron un cubrebocas transparente que permite la lectura de los labios.
Este cubrebocas transparente está hecho con silicón y por sus características no tóxicas y su fácil limpieza, es reutilizable, con una gran capacidad de filtrado, es ergonómico y en el mercado tiene un precio comercial de 50 pesos.
“El objetivo del proyecto tiene que ver también con poder ayudar a la economía, vemos cómo las familias están invirtiendo dinero, gastan hasta 200 pesos en un cubrebocas y los lavan y vuelven a utilizar, lo cual no es conveniente porque están desgastando la capacidad que tiene el filtro de poder hacer su trabajo”, explicó Luis Flores, coordinador de la carrera de Diseño en ITESO, cuando presentaron el producto.
Los estudiantes, que pertenecen a las carreras de ingeniería industrial, ingeniería en mecánica y diseño, pretenden -en un futuro- abrir la licencia de uso con dos patentes orientadas a permitir que las industrias las usen, más no para monopolizar su fabricación.