Angélica Millareldi Cornejo Macías se encuentra presa desde septiembre del año 2015. Fue condenada a 55 años de prisión, sin que existiera ninguna prueba, sólo una declaración de culpabilidad que firmó bajo una tortura brutal que le dejó graves daños físicos.
Angélica estuvo pidiendo atención médica durante casi dos años y cuando por fin lo logró, el medico César Sánchez Hernández, del sistema penitenciario, la violó dentro de las instalaciones del penal de Tepepan.
Este trabajo se elaboró en base a entrevistas hechas desde la Penitenciaría Santa Martha Acatitla, la revisión de la carpeta de enjuiciamiento por violación agravada y las recomendaciones que la Comisión de Derechos Humanos de Ciudad de México emitió sobre el caso.
Angélica tenía intensos dolores de cabeza y fiebres muy altas que la dejaban tirada dentro de su celda. Eran las graves heridas que presuntamente los policías Carlos Alberto Hernández y José de Jesús Mayerstein le habían dejado en el cuerpo cuando la torturaron en su detención, sin embargo, el personal penitenciario se negaba a darle atención médica.
Después de cuatro revisiones se concedió el amparo médico. Fue el 16 de mayo de 2018, casi tres años después de estar presa y con daño en la cadera.
Durante todo ese tiempo no me atendían, únicamente me daban un paracetamol y me regresaban a mi estancia. Me daban dolores de cabeza muy, muy fuertes, al grado que veía luces de colores, me provocaba vómito, me daban fiebres, me quería desmayar, me daban escalofríos en todo el cuerpo, tenían que ayudarme a mover porque sola no podía. Por eso me llevaron a la Torre Médica Tepepan, para hacerme una placa por un esguince de segundo grado que tenía en la cadera desde la tortura”, explicó Angélica, desde Santa Martha.
Cuando llegó a la torre médica, las custodias de Santa Martha Acatitla la dejaron en la zona de vehículos; ahí la recibió el personal de seguridad de Tepepan. Angélica, junto con varias mujeres, fueron trasladadas a las galeras del sótano donde los doctores las llamaban. El radiólogo César Sánchez Hernández le habló por sus apellidos y pidió pasar al consultorio.
“Me indicó dónde estaba el baño, me dio una bata azul y me dijo que me quitara toda la ropa, que únicamente me quedara con la ropa interior. Cuando salí me preguntó ‘¿por qué tiembla?’. Y dijo que me iba explicar el procedimiento mientras me conducía a un cuarto que estaba alado del baño. Cuando entré al cuarto, él me aventó sobre un tablero donde había botones, palancas y todo eso. Me dijo al oído ‘no grites, ni te muevas, porque de aquí no sales viva. Si haces algún ruido aquí es muy fácil que las personas como tú se mueran’. Yo no hice ningún ruido, cuando terminó de violarme me dio dos clínex y me dijo que me limpiara y que me subiera a la máquina de rayos-x. Yo me limpié, me subí mi pantaleta y luego a la máquina. Traté de salirme del cuarto donde me hicieron las placas, pero él me hizo señas con la mano de que no podía salirme, él entró, me dio un beso, y en una libreta que él traía me obligó a escribir que yo había recibido un excelente servicio y que pusiera mi nombre y mi firma”, relató Angélica.
Salió de ahí y vio cómo su siguiente compañera entraba al mismo cuarto donde había vivido un infierno momentos antes. Cuando la bajaron a las galeras del sótano únicamente cerró los ojos, se hizo la dormida y no dijo absolutamente nada de lo que le había sucedido.
Hasta que regresó a Santa Martha le informó a su hermana Jany sobre la violación. Su hermana puso la denuncia en el área de la jefatura y de inmediato subieron a Angélica al área de dirección.
Estaba toda la gente que realiza el consejo técnico, licenciados, la directora, la comandante. Me hicieron pararme ante el pleno para que les narrara toda la historia. Se las narré cerca de tres veces. Me hicieron que hiciera tres escritos. Pero en ese lapso mi hermana le habló al abogado y a mi mamá”, detalló.
El abogado estaba saliendo de una audiencia cuando recibió la llamada.
“Al principio no entendía lo que me estaba diciendo. Ya que caí en cuenta me moví a la Fiscalía de Delitos Sexuales, pero no me querían recibir la denuncia porque yo no era la víctima. Yo les decía que la víctima estaba privada de su libertad y que no podía hacer la denuncia. Me puse pesado y con gritos conseguí que me levantaran la denuncia y así fue como salimos directo a Santa Martha con los peritos, los policías y la Ministerio Público”, reveló el abogado Alejandro Laguna a Once Noticias.
Cuando las autoridades penitenciarias estaban por terminar sus diligencias pidieron a Angélica regresar a su celda y que se bañara. Las autoridades, afirmaron, le darían seguimiento al caso, pero en ese momento llegó el abogado con el personal de delitos sexuales.
El Ministerio Publico me dice que me tomo la declaración. Después fui al área de servicio médico, el perito me tomó muestras, luego me mandaron con la policía de investigación y le comenté que yo no sabía el nombre del violador y en ese momento el penal de Santa Martha se negó a dar cualquier tipo de información, ellos dijeron que se tenía que girar un oficio de la Fiscalía para que les proporcionaran información. La directora del penal, Gloria María Hernández Gaona, argumentó que yo era una persona que no estaba bien de mis facultades mentales, por lo cual me mandan a hacer una valoración al hospital psiquiátrico para confirmar que no lo había inventado”, externó Angélica.
Esas consultas terminaron por medicarla con psicofármacos como clonazepam, carbamazepina y diazepam, sin embargo, en los estudios médicos también mostraron que era positiva a VIH. La llevaron una vez al Hospital Condesa, en donde le surtían pastillas retrovirales, lo cual fue contraproducente por el medicamento controlado que suministraban en la cárcel.
“Se me cayó el cabello, las pestañas y sufría dolores de cuerpo muy intensos. Estuve un mes con los retrovirales, luego el Hospital Condesa mandó un carnet donde decía que yo tenía que salir en seis meses para que me realizaran nuevamente la prueba de VIH, pero nunca más me volvieron a llevar a la clínica y hasta la fecha no me han realizado la segunda prueba ni el tratamiento”, detalló.
La investigación contra César Sánchez siguió. Ahí fue cuando empezaron las amenazas de muerte por parte de las custodias del penal, le ofrecieron 30 mil pesos para que dejara su acusación e incluso le mandaron el número del abogado para que ya no siguiera con el caso. Le acuchillaron el brazo, le pegaron con cadenas y candados.
“Eran las mismas autoridades quienes mandaban a golpearme con otras reclusas, llegó un punto en el que no salía de mi celda porque era una tortura literalmente. Me decían que yo era una presa y nadie me iba a hacer caso, que sólo estaba exponiendo a mi hermana aquí adentro y a mi familia allá afuera. Que si no quería morir, que ya no me presentara a las audiencias, pero unos días antes de iniciar el juicio fui golpeada por la custodia Nayely Graciela Cruz Guazo, la cual me realizó una fisura en el empeine y en el tobillo, pero por cuestiones de pandemia no salí al hospital. Las autoridades giraron una orden de restricción (amparo 344/2020) para que la custodia no tuviera contacto conmigo, no la han respetado, ya que la custodia sigue aquí y cada que pasa me amenaza. Esta mujer me golpeo el 21 de julio de 2020 para que yo no me presentara al inicio del juicio que era el 3 de agosto, me tuve que presentar en silla de ruedas porque no podía caminar, pero no quería dejarlo así. Si ya había aguantado tantas golpizas y amenazas, ya no había nada que me detuviera”, relató.
El radiólogo César Sánchez Hernández fue encontrado culpable por el delito de violación agravada y se le dictó sentencia de 14 años y siete meses de prisión, según la carpeta de enjuiciamiento TE-002/004/2020.
A pesar de que la directora del penal Gloria María Hernández Gaona y la subdirectora Maricela Yanik Aguirre Fuentes estaban enteradas de la tortura que su custodia ejercía contra Angélica, no hicieron efectiva la restricción ordenada por el Juez Séptimo de Distrito en Materia de lo Penal. Las agresiones siguieron hasta abril de 2021, según las denuncias formales de Angélica.
Terminó el juicio, pero la tortura por parte de la policía siguió dentro del dormitorio “B” de Santa Martha.
Me han amenazado con trasladarme a Tepepan, me da miedo porque encarcelé a un radiólogo de ahí, las custodias fueron a declarar y se conocen, las autoridades lo cubrieron y las autoridades están a su favor. Es desesperante, ya no se puede vivir con los acosos de la seguridad. Veo cómo pasa el tiempo y no me dan respuesta. Mi salud ya no es la misma, con el medicamento controlado nos tienen dopadas todos los días desde hace seis años. Me quitaron todo, mi libertad, mis ganas de seguir luchando, hasta mi personalidad como mujer, porque a raíz de la violación no ha sido lo mismo. Las constantes pesadillas, el sentirme menos, el bañarme cinco o seis veces al día y tallarme y tallarme hasta hacerme daño. Entrar en estados de desesperación por el tiempo, vivimos con miedo y más miedo. Me quitaron absolutamente todo”, lamentó Angélica.
Así como Angélica, hay mujeres inocentes que no salen de la cárcel por un delito que nunca cometieron, que sufren tortura, abusos sexuales y que esos casos quedan impunes.
Le dieron 55 años de prisión a Angélica Millareldi Cornejo por presunto secuestro, que no sabe en cuántas vidas podría pagar. Tiene un hijo, a quien dejó de cuatro años y ahora tiene diez. Lo cuida su madre, una mujer fuerte, pero con algunos padecimientos médicos.
Sólo queremos que se haga justicia. Yo les pediría a las autoridades que apelen a su buen corazón, a su buen criterio. Que revisen mi expediente, que se guíen por las pruebas y las anomalías que hay. Muchas pruebas dicen que somos inocentes, que nunca se realizó el delito por el que me privaron de la libertad. Yo les pediría eso, que hicieran justicia”, concluyó Angélica.