Ya ha pasado año y medio de que a la señora Antonieta le sustrajeron los ahorros de toda su vida mediante una transacción bancaria sin tener celular y menos usar internet. Tiene claro que el proceso podría tardar hasta cuatro años.
Y es que al haber renunciado a la oferta que en concepto de “favor” le ofrecía banco Santander (300 mil de los 800 mil pesos robados), su caso en la Comisión Nacional para la Protección y la Defensa de los Usuarios de Servicios Financieros (Condusef) se ha ido a juicio.
“El proceso ha sido lento, aunque definitivamente va fluyendo. Después de que decidí irme a juicio, pasó más de un mes para que me asignaran un abogado de oficio. El licenciado se presentó conmigo por teléfono. Me dijo que daría acompañamiento a mi caso durante todo el proceso. Un mes después se volvió a comunicar para cotejar la documentación que él tenía. Me comentó que Condusef había extraviado uno. Tuve que ir a dejar la copia hasta sus oficinas”.
Relata que el proceso de traslado es complicado. La cita es a las 9 de la mañana. Ella se levanta a las 5 de la mañana, toma el transporte público y no hay quien la acompañe.
“Pero ahí debo estar prácticamente cada una o dos semanas: a firmar una hoja que me da una señorita, sin más. Si al caso tardo cinco minutos, porque ni a mi abogado, a quien jamás he conocido en persona, no lo he contactado físicamente”, explica la señora María Antonieta, quien afirma que cada que asiste a Condusef, a tres horas de distancia de su casa, es un viacrucis para llegar.
“Y no soy la única. Gente más grande que yo, igualmente tiene que estar haciendo la misma rutina”, sentencia.
Cuando la señora María Antonieta aceptó llevar a juicio su caso ante banco Santander, le dijeron que el abogado de oficio que le sería asignado le ayudaría a llevar el caso. Lo que no contemplaba eran las “letras pequeñas” de las que no le fue notificada antes de iniciar.
El artículo 85 de la Ley de Protección y Defensa al Usuario de Servicios Financieros establece que la Condusef “debe brindar defensoría legal gratuita, a excepción de los honorarios de los peritos, las costas y las demás que expresa la Ley”. Éstos deberán ser cubiertos por parte del usuario.
“Hace dos semanas me llamó el abogado. Alistando el caso para audiencia, me comentó que Santander llevaría a su perito al juicio. Sin quedarme claro, y el licenciado tampoco explicándome cuál era la función de esta figura durante la audiencia, la conversación con el letrado sólo fue para preguntarme si también quería contratar a un perito, frente a la situación que se estaba presentando con la instancia bancaria”.
Sin embargo, la señora Antonieta tuvo que negarse a contratarlo, ya que no es posible económicamente.
“Si llevo ya casi dos años sin mis ahorros y menos los intereses que éstos causaban para poder mantenerme, no sé cómo puede caber en la cabeza de Condusef que yo puedo pagar un perito. Es ilógico. Ante mi respuesta, el abogado sólo dijo que era mi decisión. Él había llevado casos en los que incluso el demandante, con perito, había perdido. Evidentemente también existían los casos contrarios: sin perito se ganaba. Por cierto, para esta negativa también tuve que ir a Condusef a firmar una hoja en la que rechazaba el uso de la figura de un perito”, detalla la señora María Antonieta.
Pese a que Condusef señala que la figura del abogado de oficio “es un fortalecimiento para el principio de una defensa adecuada (consagrado en la Constitución Federal) y ayuda también al acceso a la justicia a toda persona, sin que se vea menoscabada por su condición social, la experiencia de la señora Antonieta, y lo que ha visto, le dejan mucho por reflexionar a dicha instancia:
“Si bien el abogado se ha mantenido informándome de cuál es la situación y cómo va el proceso de mi caso, no ha habido algún apoyo de sentido común y menos humano que nos facilite –más a los de la tercera edad–, apoyos o accesibilidad como la firma electrónica de documentos, reuniones por videoconferencia o algún otro recurso que facilite esa situación que, ya de origen, es lastimosa y compleja. Por lo económico, lo moral, lo emocional, y hasta lo físico”, remata la señora Antonieta, quien al no saber usar las tecnologías, ha tenido que echar mano de un joven amigo para que le facilite información que muchas veces –paradójicamente–, Condusef notifica sólo por vía electrónica.