María Elena Estavillo es una de las mujeres que más ha trabajado en México por la equidad de género y la erradicación de la violencia en contra de las mujeres en el sector de las tecnologías y telecomunicaciones.
Es licenciada en Economía, maestra en Economía Matemática y doctora en Ciencias Económicas por la Universidad de París, Francia. Fue una de las fundadoras del Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFT) un órgano al que construyeron con mecanismos modernos, que sin embargo, con el paso de los años encontraron resistencia al cambio sobre todo en temas de género.
Once Noticias conversó con la excomisionada del IFT sobre su carrera y los obstáculos que encontró por el simple hecho de ser mujer.
¿Cómo fueron sus inicios en el sector de las telecomunicaciones?
Estaba trabajando en la Sedesol, ya había pasado la privatización de Telmex, esa no me tocó, pero se estaba contemplando hacer una apertura a la competencia en las telecomunicaciones y para eso se creó un grupo de trabajo intersecretarial y la Sedesol fue parte de este grupo por el tema de la telefonía social y rural.
Ese fue mi primer contacto, en ese momento no había tocado este tema y fue una coyuntura muy feliz por ser mi primer encuentro sobre este tema y de ahí no lo solté.
Trabajé unos años más en el sector público. Trabajé de manera directa en la creación de la primera Ley Federal de Telecomunicaciones ya con licitaciones públicas, regular de manera simétrica a operadores con poder sustancial, tirar barreras y más.
Trabajé también en la Secretaría de Comunicaciones y Transportes (SCT) y después de algún tiempo ahí, comienza mi historia referente al techo de cristal y barreras a las mujeres.
Se trata de un campo muy masculino, estoy hablando de hace 20 años, era difícil para progresar, a lo mejor no para entrar a trabajar pero vas avanzando en tu carrera y sientes que estás tocando esa barrera invisible.
Yo decidí salirme del sector público y crear un camino alternativo. Fue una decisión con un riesgo profesional. Ahí fundé una consultoría que estuvo funcionando 10 años que me permitió crecer mucho profesionalmente en el campo de la competencia de las telecomunicaciones. Me tocó llevar casos de los más importantes.
¿Cómo vivió ese freno en su carrera por ese techo de cristal?
Este techo ya era tan claro que en algún momento llegué a recibir respuestas muy elocuentes sobre lo que estaba pasando detrás. Una como mujer empieza a notar que hay oportunidades que se abren, que hemos demostrado y juntado créditos; hemos dado el ancho y no nos dan la oportunidad, no nos abren la puerta y generalmente la abren a un hombre y muchas veces con menor perfil y menos experiencia.
A mí me empezó a suceder eso y a las mujeres nos afecta porque daña la seguridad y autoestima. Vivimos en un medio que discrimina a las mujeres. Cuando vi que ya no debía seguir intentando fue en una ocasión en que nuevamente se abría la posibilidad de una promoción importante y sentía que tenía la candidatura más fuerte por mi especialización, por algunas acciones que me había ganado notoriedad dentro del sector y no se me dio la promoción.
¿Los hombres que estaban al frente contribuyeron en ese freno?
Pregunté cuál era la razón por la que no me habían dado el ascenso y la respuesta fue que había sido una decisión muy difícil pero que lo habían hecho porque no me convenía en ese momento de mi vida. Eso me ocurrió en la SCT.
¿Cómo llegó al IFT?
Se reforma la Constitución y se genera este marco nuevo que a mí me entusiasmó mucho, cuando se creaba un nuevo regulador autónomo, desaparecía la doble ventanilla entre la Cofetel y la SCT, que había sido tan problemática y el proceso de selección de los comisionados que por su diseño era menos el componente político y con la posibilidad de autopostularse para ser candidato con un proceso abierto, acreditando conocimientos y experiencia.
Me entusiasmo regresar en esas nuevas condiciones. Poder ejercer esas facultades necesarias para hacer lo que desde otra trinchera había estado intentando por varios años.
Con esta perspectiva de no enfrentarme a ese techo de cristal me dio ánimos.
¿Llegar al IFT fue tal como se lo imaginó?
Fue exactamente como me lo imaginé, fue un proceso interesantísimo, fue difícil, fueron muchas semanas, fue un examen muy pesado, ocho horas de examen, estudiando mucho una gran variedad de temas, pero fue muy satisfactorio. Debo decirlo aunque a veces no me gusta, pero tuve la calificación más alta en ese examen, de todos los comisionados que fueron elegidos.
Fue contrastante la experiencia porque creo que la podría dividir en dos procesos distintos.
Los primeros meses fueron muy retadores para todos los comisionados y el resto de la institución. Fue una transformación que tuvimos que hacer muy rápidamente. Ni nosotros habíamos caído en cuenta; por ejemplo, el primer día que nos presentamos, que de hecho por virtud de haber tomado protesta en el Senado en ese momento se creó el IFT, y al día siguiente ya existía el Instituto pero no teníamos siquiera una cuenta bancaria para pagar la nómina.
Fueron días sumamente complicados porque no solo teníamos que conocernos, teníamos una agenda tremenda de 180 días y además estar solucionando cuestiones administrativas. Aquí sí participábamos en todo. Eso fue muy favorable en el trabajo en equipo, estábamos a prueba y nuestra prueba era sacar esa agenda de los 180 días y eso nos unió mucho.
Luego digamos que habíamos pasado la prueba de fuego y algunas cosas se empezaron a acomodar y se empezó a sentir la resistencia al cambio, esa parte cultural de tratar de regresar a lo de antes. Se empezó a dar otra dinámica distinta como diferencias en cuanto a nuestra visión de que tenía que traer la nueva Ley de Telecom.
Empezó la dinámica de resistencia a cuestiones de modernidad.
¿Impulsaron iniciativas para las mujeres que trabajaban en el IFT?
Sí lo impulsamos, Adriana Labardini (ex comisionada y fundadora del IFT) y yo formamos parte de este comité del sistema profesional, no estaban todos los comisionados. Hubo algunas, no tanto como nos hubiera gustado pero se lograron. Por ejemplo, la iniciativa de tener apoyos para guarderías fue una de las prestaciones que aprobamos, pusimos que no fuera sólo para las mamás, también era para hombres y mujeres al promover el cambio cultural y no refuerce la idea que sólo a las mujeres les corresponde.
Que hubiera una licencia de paternidad, yo propuse que fuera igual en tiempo para hombres y mujeres, pero no me quisieron apoyar, pero al menos fue una licencia aunque muy corta.
También algunas convocatorias para nuevas plazas con lugares designados para mujeres, impulsar la contratación para más mujeres.
¿Cuál fue el mayor obstáculo o resistencia que encontraron en el IFT en cuestión de género?
Adriana y yo impulsamos la realización de una encuesta sobre violencia de género al interior del Instituto. Esta fue una historia larga, pero en pocas palabras, recibimos un combate interno tan fuerte que no das crédito. Tuvimos que realizar esa encuesta en un parque, no pudimos usar las instalaciones del Instituto siendo comisionadas.
Era una encuesta de violencia contra mujeres al interior del Instituto, nos dábamos cuenta como no existían los mecanismos para atenderlas o eran muy deficientes o mecanismos de revictimización de muchas mujeres que no quisieran iniciar ninguna acción.
¿Cómo surge la organización Conectadas?
Tanto Adriana como yo traíamos esta inquietud por todas esas experiencias y como mujer en nuestra carrera nos van pasando estas cosas dependiendo el sector en el que trabajes, son bastante comunes.
En las telecom la perspectiva de género es importantísima, en algunos asuntos que nos tocaba resolver había temas de género y pasaban desapercibidos, no se les ponía ninguna prioridad. Me pareció importante crear un mecanismo para estar en contacto las mujeres del sector y crear cambios para mejor inclusión de las mujeres.
Muchas no nos conocíamos y podíamos identificar a algunas mujeres en empresas, academia, organizaciones sociales, teníamos este tipo de interlocución dentro del Pleno, queríamos ampliar posibilidades de incidir, por eso nos decidimos crear en un principio una red o punto de encuentro y convocamos, identificamos a mujeres en el sector público, industria, academia y organizaciones sociales.
Hemos avanzado bastante, somos una organización joven, vamos a cumplir en abril cuatro años y para una organización es relativamente poco tiempo, pero hemos alcanzado mucha visibilidad, hemos ido creando conciencia no sólo en otras mujeres sino en el sector en general.
Hemos puesto sobre la mesa temas de representación de mujeres en discusiones públicas, fuimos la primera organización que propusimos públicamente al Comité de Evaluación que convocara a mujeres exclusivamente fueran comisionadas, no todo el mundo estuvo de acuerdo. No solamente lo logramos para el IFT sino para Cofece.
¿Qué piensa de que no se haya nombrado aún a las comisionadas que hacen falta en el Instituto?
Creo que este asunto es una lástima, es penoso que haya resistencia porque ahí están las listas de candidatas, perfiles muy respetables, buenas candidatas para enriquecer el Pleno y se entiende que detrás es la falta de confianza en los órganos autónomos en este caso el IFT.
Además de que el Pleno que no ha tenido mujeres desde hace algunos años, está el costo adicional de tener debilitado el IFT, al tener menos comisionados de los siete se debilita la acción del instituto, se requieren mujeres en la toma de decisiones.
¿Qué mensaje le envía a mujeres jóvenes y niñas que quieren dedicarse a la tecnología, ciencias, ingenierías y a las telecomunicaciones?
Las niñas se tienen que ver e identificarse al saber que si otras mujeres están en un lugar es porque hay espacio para las mujeres. Uno puede llevar en espacios que quizá no nos podemos ver, pero que bueno que ya hay más visibilidad para que el camino no sea tan difícil para las niñas y se puedan inspirar, que vean que hay mujeres y hay espacio.
Este sector es de futuro para crear oportunidades para carreras satisfactorias, hay demanda de trabajo bien pagado pero es un trabajo que genera un reto intelectual, hay que estar aprendiendo cosas nuevas, además tenemos un impacto positivo en la sociedad. Es algo que motiva estar trabajando por mejorar las circunstancias en las que viven las personas y el impacto positivo para que las mujeres tengan un mundo más justo.