Gabriela Villa es madre de
Juan Manuel López Villa un joven de 30 años, quien fue secuestrado el 2 de septiembre de 2011 en Oaxtepec, Morelos. Él salió de casa y llegó a su trabajo. Entró a las ocho de la mañana a la casa de materiales, estaba por sacar su carro para ir a cargarlo en la calera.
Pero ese día el patrón le dijo que lo acompañara a ver un terreno donde depositarían el material con el que trabajaban y como Juan era un trabajador de confianza querían que lo acompañara a cotizar los costos. Salieron después de las ocho y media de las oficinas, para las nueve de la mañana los dos trabajadores ya habían sido secuestrados.
A mí no me dijeron nada, pero a la una de la tarde comenzaron las llamadas para el rescate. No me pidieron dinero, todo el trato fue con la esposa del patrón. Cuando me enteré salí a buscarlos y nos dijeron en qué dirección habían salido, así fue cómo encontramos la camioneta donde viajaban. Estaba en una cañada rumbo a Tlalnepantla, Morelos, frente a una nopalera”, relata la señora Villa.
En el auto habían rastros de sangre, pero el dolor y el shock le impidieron hacer algún registro de la escena. Los peritos no recogieron la camioneta y tampoco tomaron fotos de las pruebas.
“La
camioneta apareció al día siguiente (domingo 4 de septiembre) en casa de los patrones, no nos explicamos por qué
los peritos no analizaron la sangre o investigaron más indicios que había en la camioneta”, expresa Gabriela.
Las llamadas seguían, cuenta la señora a
Once Noticias, los secuestradores decían que el trabajador (Juan) no les interesaba y que lo iban a dejar muerto en las puertas de la calera, decían que sólo les interesaba el patrón. Del 2 al 19 de septiembre estuvieron las llamadas de negociación, el último día a las cuatro de la tarde
se entregó el rescate y en ese momento
perdieron comunicación con las víctimas.
Ninguno de los dos han aparecido, el patrón se llama Julio Román y hasta la fecha no se sabe nada. Dijeron que los iban a soltar pero no sabemos dónde están. A los escasos meses de la desaparición de mi hijo, se encontraron cinco bolsas a la orilla de la carretera Cuautla-Cuernavaca (donde hoy 13 de octubre se buscaron cuerpos en la VI Brigada Nacional de Búsqueda de Personas Desaparecidas). En ese tiempo yo vine pero no nos dejaron acercarnos a ver qué es lo que pasaba, fue hasta que llegaron al forense cuando pudimos pasar a reconocerlos”, explicó Gabriela en entrevista.
En la carpeta de investigación de Juan no hay ni una sola pista de los secuestradores, se supone que hay una sábana de llamadas en SEIDO, pero no se investigó nada. Juan dejó a dos hijos que ahora tienen 15 y 13 años.
“A nosotros nunca nos han dado una respuesta, un avance o que nos digan en dónde está, esa es nuestra pregunta ¿Cómo es posible que una persona se pierda y que no pase nada?”, reclama la señora Villa.
La buscadora vive a cinco minutos del predio donde hoy rastrean los colectivos de la
Brigada Nacional. Y señala que Morelos tiene muchas fosas clandestinas y a ella le llama la atención una piedra frente a la fábrica de
Cuautla, porque ahí se dejó el rescate.
Este tipo de trabajos se han hecho en tres ocasiones, pero el colectivo
“Regresando a Casa Morelos” sólo ha participado en dos búsquedas de Cuautla.
Las fosas de Tetelcingo en 2016 y Jojutla, al año siguiente, son el ejemplo de la crisis forense que se ha reflejado en el número de desaparecidos en este país, pero gracias a los colectivos y la
presión de familiares se han logrado algunos avances en los casos de Morelos.
Yo no sé qué hubiera pasado si no hubiera llegado al colectivo (en 2013). Ahora busco en todos lados si dicen que hay que ir acá, voy, allá, también ya todo es por mi hijo, es por cualquiera que esté desaparecido. A veces nos entra la depresión y nos dobla, porque son los hijos lo que más le duele a una. Nos dejan muertas en vida, pero muertas en vida tenemos que seguir adelante. No nos dejamos derrotar porque el único apoyo que tenemos es el de las otras compañeras”, concluyó Gabriela Villa.