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Nueva Esperanza, en Tijuana, el contraste para oportunidades dignas

Sobre la vía rápida Alamar, en el cauce del arroyo del mismo nombre, se encuentra uno de los asentamientos más antiguos de Tijuana: la Nueva Esperanza. En los últimos meses atrajo la atención porque frente al asentamiento de viviendas, en las que resaltan las condiciones de precariedad y la situación de pobreza de sus habitantes, se asentó una enorme bodega de la empresa Amazon, cuyo fundador, Jeff Bezos, es uno de los magnates estadounidenses más ricos del mundo, según una lista de Forbes en este año. Los contrastes visuales causaron controversias y las primeras imágenes, tomadas por el fotógrafo tijuanense Omar Martínez, comenzaron a circular en redes sociales y medios locales, para luego extenderse a medios nacionales e internacionales. La megabodega, que es un centro de distribución, se ubica en el parque industrial Real Estate Managment and Services Group (RMSG), en el Cañón del Padre, sobre la vía rápida. No es la única a lo largo de la avenida, sino que comparte con otras bodegas y empresas. La bodega de Amazon, cuya sede principal está en Seattle, Washington, tiene una superficie de 32 mil m2 y tuvo un costo total de 21 millones de dólares; fue inaugurada apenas en septiembre. La Nueva Esperanza se encuentra al noreste de la ciudad: el este colinda con el boulevard Terán Terán y al oeste con el boulevard Gato Bronco. Para tomar algún transporte colectivo las personas tienen dos opciones: caminar hacia alguno de estos boulevares, que están alejados, o cruzar la vía rápida para atravesar la canalización del arroyo Alamar. Esta última es la que suelen elegir para tomar un taxi.
“Es muy común que haya muertos, porque pues se cruzan para tomar el taxi, sino hay que irse hasta al puente”, comparte Don Pedro Arana a Once Noticias, quien vive con su hija y sus nietos y nietas, frente a Amazon, justo frente a las enormes letras de la compañía estadounidense.
Ingrid Hernández, en Tijuana Comprimida (2014), señala que en el momento de su investigación la Nueva Esperanza tenía una extensión aproximada de un kilómetro y medio por 200 metros de ancho y vivían alrededor de 800 familias y alrededor del cauce del arroyo vivían mil 800 familias. El espíritu de asentamiento se comparte con el espíritu de la ciudad fronteriza: la mayoría de sus habitantes son personas que migraron de otras entidades del país, principalmente del sur: Chiapas, Veracruz y Guerrero, aunque también de Colima, Jalisco, Sinaloa, Sonora, Michoacán, Nayarit, Coahuila, Aguascalientes y Villahermosa.

Historias de La Nueva Esperanza

Don Pedro quien tiene 67 años y 54 de ellos los ha pasado en Tijuana, aunque radicando en la zona (primero en Murúa y luego en Nueva Esperanza) tiene 25 años. Es originario de Guadalajara.
“Antes era puro río, antes del canal. Yo trabajaba en donde esta Amazon, en el establo, porque antes había establos, era un rancho. En esta colonia tengo 25 años. Había muy pocas casas, había como 5 o 6 casas. Era puro cerro, nomás estaba el Cetys. Mi papá trabajó con el dueño del rancho antes trabajaba en la ciénaga y se cambió aquí”, relató.
Recordó que para transportarse uno agarraba un camión de la 5 y 10. “No había transporte, bajaban los carros por el cerro, pura terracería. Poco a poco empezaron a llegar más familias”, señaló a Once Noticias. Don Pedro compartió, mientras prendían una pequeña fogata para hervir unos elotes que luego su hija vendería, que Tijuana le ha tendido sus brazos. Sus padres llegaron porque les dijeron que Tijuana era muy famosa, que había trabajo y se ganaba bien. El primero que llegó fue su padre, con sus hermanos, y luego llegó el resto de su familia. Su padre nunca regresó a su tierra, era originario de San Pedro Tlaquepaque. Murió en la ciudad fronteriza. Don Pedro tiene la memoria reciente sobre la historia de la colonia. Dijo que antes estaban los establos y se sembraban hortalizas. Todo era un rancho. Había ganado. El dueño era Miguel García, pero ahora sus hijos (quienes todavía tienen ganado) se fueron para Tecate, aunque su hijo mayor aún queda en Tijuana, se llama José.
“Creo que también está vendiendo para irse, tiene todavía ganado. Yo conocí a su hijo más chico, jugaba con él. Trabajé con ellos. Siempre fue buen patrón, fue un amigo. Pues vendieron, yo creo”, comentó.
Cuando comenzaron a construir Amazon, recuerda Pedro, no les avisaron a los habitantes de la colonia. “No nos dijeron ni nada, dicen que [Amazon] es el dueño más rico del mundo. Yo no sé por qué escogió él ponerse aquí, habiendo muchas casas y gente que pues no tienen recursos para construir”, explicó. Don Pedro enfatizó a Once Noticias que él y su familia le pide a Dios que “si es razonable y comprensivo [el dueño de Amazon] que no nos perjudique a esta colonia, porque nosotros no lo pedimos. Él quiso ponerse aquí por algo”. Y es que lo único que pide al Gobierno local es que no se les quite nada, no se les desaloje y ayuda para arreglar la documentación del predio, “tenemos muchos años y para reubicar a tanta gente, somos más o menos como 600 familias”. Por otro lado, la historia de María del Carmen Hernández, de 42 años, es parecida a la de su vecino. Ella tiene una pequeña tienda de abarrotes y lleva 22 años viviendo en la colonia. Es originaria de Tapachula, Chiapas, y llegó por motivos económicos, en búsqueda de un mejor trabajo y oportunidades para ella y sus tres hijos.
“Allá no hay trabajo y es muy bajo el salario. La colonia ya existía y una amiga me ofreció el terreno y pues ya me vine. Aunque sea de madera, pero ahí vamos. Nuestra ilusión es hacer una casita bien, pero desgraciadamente a veces no tenemos dinero para comprar el material”.
Recordó que había muy pocas cosas, “aquí era pura ranchería, pues, y sembraban verduras. Había muy poquitas. Luego mucha gente fue reubicada, les dieron su terreno, se llevaron a la gente, pero se quedaron muchos. Hay como mil familias del Bronco al Terán Terán, todo eso abarca la colonia”, compartió al medio. Han sido varios los intentos para reubicar a estos asentamientos. En 1993, debido a las lluvias conocidas como las de “el Niño”, se intentó reubicar a la gente. Sin embargo, tal como señala Ingrid Hernández, regresaron porque el lugar se encontraba en peores condiciones: el acceso se hacía a pie, y en época de lluvias era difícil, casi imposible, entrar.
“Lo que puede demostrar que el interés del gobierno por reubicar a la gente del asentamiento, quizá no tiene mucho que ver con que esté o no en zona de alto riesgo, como se le ha llamado de manera oficial”, critica la socióloga Ingrid Hernández.
Para María del Carmen, pese a la instalación de la compañía, reconoció que hay pavimentado en la calle y luz, lo que considera bueno, aunque aún no tienen drenaje. “Antes batallábamos con el agua cuando llovía, algo feo. Gracias a dios ya estamos bendecidos. Nos han dicho que quieren sacarnos de aquí, y sí tenemos miedo de que nos desalojen, pero mientras nos den un lugar donde irnos, está bueno. Saber que algo ya es tuyo. Tampoco nos estamos adueñando. Queremos un lugar para vivir dignamente”, concluyó. Doña Lucy vive cerca de la bodega. Lleva tres años en la Nueva Esperanza. Es originaria de Morelia, Michoacán, y llegó con su familia en búsqueda de mejores condiciones.
“Me vine con todos mis hijos, somos 6. Hasta acá nos venimos a trabajar. Nos ha ido bien. Yo trabajo en la verdolaga aquí en el Rancho”.
Frente a su casa el panorama de las bodegas se rompe con los cultivos de hortalizas. A Lucy le pagan a 6 pesos la caja de verdolagas. Al día hace tres o cuatro, por lo que lamenta que no le alcanza. Recuerda que antes de Amazon, no estaba ni un alma, “estaba solo, nomás había monte, había mucho coyote y conejo. Cuando recién llegué había eso. ¿A dónde habrán corrido  pobres? Antes se paseaban aquí”, reflexionó. Lucy afirma que ella rento la casita en la que vive, se la prestó su cuñado “y aquí estamos. No quiero quedarme tanto, lo que aguante. Mis niños están chiquitos, el más grande tiene 19, 14 y el más chico tiene 9. Salí para buscar trabajo. Venimos a probar y nos quedamos ya. A ver cómo nos va”.

La Esperanza es… una vivienda digna

Protección Civil ha clasificado la zona de alto riesgo. Han sido varios los intentos de reubicar a las familias que en su mayoría se adhieren, según medios locales, al Movimiento Antorchista. También así lo afirma Ingrid en su investigación que llevó por dos años en la zona. El año pasado según detalla dicho Movimiento, las autoridades de Tijuana analizaron la reubicación de la colonia, y se pusieron sellos que advertían alto riesgo, sin embargo, lo consideraron contradictorio, ya que alegaban que el motivo de desalojo estaba ligado a la construcción de una fábrica. Era el complejo de las bodegas, entre ellas, la de Amazon. Ingrid compartió que poco a poco se ha desmantelado a la Nueva Esperanza, aunque aún las personas viven en la zona, con la esperanza de tener una vivienda digna. La socióloga había encontrado, en ese momento, que las familias vivían “con la idea de que el gobierno los desalojara, en período de lluvias, cuando el cauce del Río Alamar creciera, o bien en cualquier momento que las condiciones políticas sean favorables para ello”. La situación no ha cambiado y en la Nueva Esperanza las peticiones continúan siendo las mismas: la esperanza de una vivienda digna.
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