Así como sucedió en la crisis económica de 2008, cuando el desempleo fracturó a todos los sectores que encontró a su paso, la situación derivada por la pandemia de COVID-19 en 2020 llegó como un tsunami mundial que ya ha inundado, ahogado y hasta asfixiado una gran cantidad de industrias en todos los continentes. Y de generaciones, ni hablar.
Según el último reporte del ADP Research Institute, “People at Work 2021: A Global Workforce View”, el segmento más joven de la fuerza laboral, de 18 a 24 años (también conocida como Generación Z), ha sido la población más afectada profesionalmente por el impacto económico de la pandemia.
Considero que la manera en la que cada uno sorteamos la situación sanitaria, como estudiantes, a punto de egresar de cualquier carrera universitaria, está influenciada por la perspectiva socioeconómica. En mi caso, tuve el equipo para poder continuar. Incluso trabajaba previo a la llegada del COVID-19, y me salí. Pero conocí a compañeros que desistieron. Otros se dieron de baja temporal. Algunos dejaron la carrera por problemas económicos”, explica Valeria Archundia, quien con 23 años es egresada de la carrera de Economía en la Facultad de Estudios Superiores Acatlán de la UNAM.
El Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) indica que por motivos asociados a la pandemia de COVID-19, o por falta de recursos económicos, 5.2 millones de estudiantes, de entre 3 y 29 años, no se inscribieron al Ciclo Escolar 2020-2021.
“La situación no ha sido para todos la misma. Mantener las clases en línea fue un reto para todos. De hecho imposible para muchos”, agrega Valeria.
Panorama laboral
El reporte de ADP Research Institute detalla que, en una encuesta realizada a 32 mil trabajadores de 17 países, la vida profesional de 78% de los jóvenes de entre 18 y 24 años, se ha visto afectada, en comparación con la de 64% del resto de trabajadores de otras edades.
El panorama laboral está sumamente estrecho. Las ofertas son cada vez más precarias y carentes de prestaciones. La economía está colapsada. Los precios han subido, la gente no puede decir “no” en su trabajo, por miedo a quedarse sin éste. Las inversiones privadas ni las públicas de los últimos años han sido capaces de absorber a toda la población que busca una oportunidad laboral. La competencia se agranda para las personas que buscamos mayores salarios. El futuro no es prometedor. Lo único que queda es seguirse preparando. Ya no es suficiente con sólo egresar de la universidad”, analiza la economista, quien a la fecha se encuentra desempleada.
Los datos son claros y firmes, según el reporte de mayo del Inegi, la precariedad que señala Valeria es inminente. Es una secuela más de la pandemia.
“Las personas subocupadas, aquéllas que estarían dispuestas a trabajar más horas, han aumentado de 4.6 millones en el primer trimestre de 2020 a 7.3 millones en los tres primeros meses de 2021; un aumento de 2.7 millones de personas. Otras señales de la precariedad son las personas que trabajan más de 48 horas semanales: han pasado de representar 26.9% de la población ocupada, a 25.9%, mientras que las que laboran menos de 15 horas han subido de 6% a 6.7%”, detalla el Inegi.
“Todos los sectores han sido golpeados. El de los economistas no fue la excepción. Es posible que al menos como especialistas, nos abra la mente a otras posibilidades para obtener un ingreso. Gracias a los conocimientos obtenidos en la carrera, nos queda claro que la educación financiera es elemental hoy más que nunca. El tema de la inversión, por ejemplo, se ha puesto de moda en los últimos años; ya sea en la compra de acciones en empresas privadas o títulos gubernamentales, por ejemplo. Eso, para las nuevas generaciones, fue un boom. Podríamos hablar de que hay opciones, porque a las entrevistas de trabajo que me he presentado, no me han convencido las cláusulas de contrato, principalmente por el salario, las prestaciones y la pandemia”, aclara Valeria Archundia.
La espera de nuevas oportunidades
ADP Research Institute indica que “el optimismo entre la Generación Z para los próximos cinco años, a nivel laboral, ha disminuido sustancialmente desde que llegó la pandemia. Actualmente 83% se siente optimista frente a 93% hace un año, lo que supone la mayor reducción entre todos los segmentos de edad”.
“El porvenir laboral para México va en caída. Los trabajos muestran una mayor precarización laboral, los despidos aumentan. Los salarios ya no son suficientes. Las contrataciones son limitadas. Esto es, porque las empresas están viviendo una caída económica tremenda que se ve reflejada en sus recortes de personal, y claro, en el aumento de los precios. El panorama es sumamente difícil para todos”, estima Valeria.
El Inegi dio a conocer que, en 2020, México tuvo una caída de 8.5% en el Producto Interno Bruto (PIB), el mayor desde los años 30. A partir de ahí, la recuperación ha sido lenta, pero el panorama tampoco es alentador: “los niveles de desempleo en el país han aumentado, a pesar de anunciar un incremento en los salarios mínimos. Pero eso no significa nada con respecto a la inflación por la que atraviesa el país. Los datos reales han demostrado que la inversión es el único camino para la creación de empleos. Sin importar el sector que predomine; público o privado. El punto es absorber a la mayoría de población económicamente activa”, aclara la egresada de la UNAM.
Valeria Archundia ha tomado la situación con filosofía. Sugiere seguir preparándose.
Quiero seguir haciendo cursos, diplomados y especialidades. Me interesaría trabajar en otros estados del país o fuera de México. Se trata de irnos abriendo caminos mediante el conocimiento. Nuestro país necesita atracción de inversión extranjera directa e indirecta con incentivos como la tasa de interés. También es importante invertir en pymes y en los sectores que tenemos más dinamismo comercial. Es primordial preocuparse por cuidar esa relación comercial”, estableció Valeria, quien desea, a corto plazo, encontrar un trabajo que le retribuya lo que estudió y con las condiciones suficientes para poder explotar sus conocimientos.