María Tapia, comerciante de 52 años, siempre la ha pasado mal por problemas de gastritis; tuvo COVID-19 en enero de 2021 y notó, desde entonces, que su mal que ha llevado a cuestas por más de 20 años se volvió persistente. Acudió al médico tras superar la etapa de contagio, ya que sintió inflamación en el estómago, acompañado de reflujo. La gastritis estaba ahí.
“Y así ha sido desde hace más de un año que me repuse de COVID-19; me dice mi doctora que desde que comenzó esto de la pandemia le han llegado muchos pacientes con este problema; que no es que se trate de una gravedad, sino que por COVID-19 crecieron estos males”, dice María a Once Noticias.
¿Qué es la gastritis?
Es una enfermedad que genera dolor estomacal, reflujo e indigestión, a consecuencia de una inflamación en la mucosa gástrica (recubrimiento interno del estómago). Se presenta tanto en hombres como en mujeres de 30 a 65 años de edad.
La afección tiene tanta prevalencia debido a que en el país se consumen alimentos irritantes, alcohol, tabaco y por la presencia de la bacteria helicobacter pylori.
Crece gastritis en pandemia
La doctora Berenice Arteaga, directora general de la Clínica San José, ubicada en la alcaldía Iztapalapa, en Ciudad de México, detalla cómo es que los casos por este padecimiento aumentaron en dos frentes: por consecuencia del encierro y estrés y como manifestación de tener el virus.
“Efectivamente, la gastritis cambió con la pandemia, ¿cómo?, mis consultas por enfermedades gastrointestinales y hepáticas que tienen relación directa con el hábito del alcohol crecieron con la pandemia”, asegura la médico en entrevista con Once Noticias.
Volviendo al caso de María, la doctora Arteaga sostiene que su mal se ha agudizado porque ella, previamente, ya tenía el padecimiento desde hace años. Por lo tanto, para María como a otros pacientes, que incluso Arteaga tiene hospitalizados en su clínica, el cuadro se agravó.
Agrega que situaciones de pérdida laboral, ansiedad, depresión, aislamiento y hasta disolución de matrimonios, vino a impactar negativamente a la gente de manera psicológica, emocional y física.
“Entonces, quieras o no, todos estos factores que pongo sobre la mesa influyeron para que las personas también buscaran refugio en el alcohol que, de manera constante, daña severamente el hígado y el estómago; ¿qué tenemos entonces? Que las consultas por estos males suben”, apunta.
Otro punto que la directiva de la Clínica San José destaca es que el estrés y la ansiedad, no sólo por el encierro obligatorio, sino por la incertidumbre de no saber qué podría pasar con la pandemia, hicieron que las personas descargaran su temor en uno de los órganos tan sensibles e importantes como el estómago.
“Sí, suena extraño, pero la gente tiende a llevar toda su ansiedad y nervios al estómago; por consiguiente, sobrevienen males no sólo en ese órgano, sino en el colón y esófago, llegando a ser susceptible a tener cuadros de vómito, náuseas, diarrea o dolores poco habituales”.
El efecto COVID-19
No sólo ese confinamiento ayudó a empeorar los males gastrointestinales de pacientes con gastritis previa, sino que, si el paciente tuvo o dio positivo a COVID-19, las primeras manifestaciones de estar contagiado, no tienen que ver precisamente con falta de respiración, tos seca o fiebre.
“Otros de los primeros signos de alerta pudieron ser vómitos, diarrea o náusea; (…) la COVID-19 se iba a atacar directamente la parte gástrica”.
Apunta que otros síntomas gastrointestinales presentes durante la enfermedad pudieran ser consecuencias de la terapia o tratamiento indicado para manejo del SARS-Cov2.
“En cuanto a los medicamentos antivirales, sí pueden dañar provocar padecimientos gástricos como gastroparesia (dificultad durante la digestión), dolor abdominal e inflamación del páncreas (pancreatitis). No desestimemos estos signos, hay que buscar apoyo médico; y si alguien tuvo COVID-19, también vigilar su alimentación y estilo de vida”.
Datos oficiales
La Secretaría de Salud ha mencionado al respecto en su reporte “Panorama Epidemiológico de las Enfermedades no Transmisibles en México” (junio-2021) que, en México, de enero a junio del año 2021 -durante la segunda ola de COVID-19-, el mayor porcentaje de notificación de Enfermedades no Transmisibles (donde entra la gastritis), correspondió a casos de úlceras, gastritis y duodenitis (28.2%).
Con ello, la dependencia de salud federal arrojó que las mayores tasas de incidencia respondieron a úlceras, gastritis y duodenitis, con una tasa de 349.2 casos por cada 100 mil habitantes.
De acuerdo con la Asociación Mexicana de Gastroenterología, casi 40% de la población adulta en el país tiene reflujo al menos una vez al mes, y dos de cada 10 lo padece una vez a la semana. De no atenderse, éste podría terminar en cáncer de esófago, debido a que el ácido gástrico quema los tejidos.