Han pasado 10 años desde que se emitieron las primeras denuncias por la contaminación de los ríos Atoyac, Xochiac y sus afluentes. El camino ha sido muy largo y pese a la recomendación 10/2017, que emitió la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) desde 2017, foros y encuentros, las comunidades continúan a la espera de que las autoridades e industrias respondan por los graves daños medioambientales que han causado.
Isabel Cano Flores es originaria de Tepetitla de Lardizábal, un municipio de Tlaxcala en el que habitan 22 mil 274 personas, según el censo de INEGI 2020. Es uno de los tres municipios –junto a Ixtacuixtla de Mariano Matamoros y Nativitas– que ha sido afectado por las descargas de aguas residuales industriales y municipales, aunado a descargas clandestinas no controladas.
“En los sesenta nos empezaron a decir que venía el ‘progreso’ y que íbamos a usar zapatos. Nos trajeron primero carreteras, nos metieron drenajes para el desagüe y nos quitaron la idea de ser campesinos: a los jóvenes les decían que iban a llegar las industrias y ahí sí iba haber trabajo. Se discriminaba a los campesinos, porque como no estudiaban, decían que era para burros, pero con las fábricas ‘ya van a tener dinero, ya van a tener para zapatos’”. Isabel Cano
Y es que fue en 1962 cuando se inauguró la autopista México-Puebla. Posteriormente, bajo el tenor de la modernización se asentaron por oleadas las industrias, organizadas en largos corredores, en las márgenes de los ríos Atoyac, Xochiac, Zahuapan y sus afluentes, que conforman la Cuenca del Alto Atoyac.
Según la carta hidrográfica de INEGI, la Cuenca abarca parcialmente los estados de Tlaxcala, Puebla y Estado de México.
En Tlaxcala, la Cuenca ocupa el mayor porcentaje (51.8%) y atraviesa a 30 municipios. En Puebla atraviesa a 16 municipios (44.6%) y cuatro, respectivamente, en Estado de México (3.6%).
En lo que refiere al Atoyac es una corriente de 200 km que atraviesa 7 municipios de Tlaxcala y 11 de Puebla. El Xochiac (afluente del Atoyac) nace en Chiautzingo, Puebla y atraviesa Huejotzingo y San Martín Texmelucan (Puebla) hasta desembocar en el Atoyac, en San Rafael Tenanyecac, municipio de Nativitas.
La llegada industrial representó tres cuestiones: un impacto al cambio de uso de suelo agrícola y forestal, atracción de mano de obra barata, y la sobreexplotación de los recursos naturales sin medidas regulatorias.
Alejandra Ramírez es habitante de San Mateo Ayácat, también en Tepetitla. Ella forma parte de la Coordinadora por un Atoyac con Vida, una organización que defiende a la Cuenca. Ella se unió a esa resistencia desde el año 2000.
Yo me crie en el campo, mis padres son campesinos y yo los acompañaba a trabajar la tierra y pasábamos el Río. Mis hermanas mayores me contaban que la gente nadaba en el Río. Yo ya no vi eso. Pasábamos sobre él, porque no había puente. Cuando lo cruzábamos se quedaban las manchas sobre la piel. La piel ardía. Los animales sí bebían de ahí”.
Alejandra señaló a Once Noticas que la situación empeoró cuando se asentó el Corredor Industrial Quetzalcóatl.
“Para ese tiempo, cuando regresé a las labores, en la cosecha, el agua ya estaba turbia. Cuando era niña sí se veían las piedras, luego ya no y el agua estaba roja, verde, negra”.
Y es que cerca del municipio se ubica este corredor que atraviesa los municipios de San Martín Texmelucan, Huejotzingo y Juan C. Bonilla, en Puebla, aunque sus descargas se hacen en Tlaxcala.
Según datos del Centro Fray Julián Garcés de Derechos Humanos A.C basados en el Directorio Estadístico Nacional de Unidades Económicas (DENUE, INEGI) afirman que hasta 2017 habían 2 mil 059 unidades económicas que se dedican al sector secundario, de las cuales, 2 mil 015 son de manufacturas, las principales son: industria alimentaria, principalmente refresqueras (44%), industria textil (22%), fabricación de productos metálicos (14%) y fabricación de productos a partir de minerales no metálicos (8%).
¿Y la salud?
“Se escuchaba, en los noventa, que la gente enfermaba de cáncer. Había niños pálidos y jiotosos, decían que porque no se alimentaban bien y luego los mitos de la gente. Ya para el 2000 era común que se escuchara los casos de púrpura, leucemia. Los niños morían por eso”, aseveró Isabel Cano Flores.
La hija de Isabel, Sulma – quien tenía 35 años–, la incentivó para unirse a la lucha por el Atoyac, porque fue víctima de una enfermedad agresiva asociada a la presencia de desechos tóxicos en el medioambiente.
“Tuve la desgracia de perder a mi hija. Se enfermó de leucemia mieloide aguda, una enfermedad muy agresiva. Cuando se la detectaron, hasta me sorprendió porque no sabía la palabra. Me mandaron al hematólogo y busqué hospitales en Puebla, porque aquí no hay de especialidades. Me mandaban medicinas que la más barata era de mil 500 pesos y duraba ocho días. Le hicieron muchos estudios hasta que los mandaron a Guadalajara y ahí le dieron el diagnóstico definitivo”, Isabel.
Dijo que para ella fue la cosa más triste y desesperante. Hospitales, tratamientos, quimioterapias, dinero, viajes a Ciudad de México y deshacerse de cualquier posesión para pagar el tratamiento.
Por otro lado, Alejandra Ramírez recordó cuando comenzaron a escucharse los casos de cáncer en la comunidad.
“Los doctores decían que era mala alimentación. Luego eran cada vez más, de hecho dos compañeros míos murieron de cáncer e insuficiencia renal. Luego se escucharon los casos de abortos espontáneos, pero teníamos esa mentalidad supersticiosa”.
Los pueblos comenzaron a organizarse para reclamar a una maquiladora textilera. Sin embargo, en ese momento carecían de mayor información. Fue unos años después que llegaron científicos para estudiar el agua del Río y encontraron elementos tóxicos. También estudiaron la sangre de las personas, tal como detalla la activista.
“Eso vino a echar abajo las supersticiones que se tenían, Nos dijeron que sí había afectaciones genotóxicas en las personas que vivían cerca del Río, daños a los genes muy severos”. Alejandra Ramírez
¿Cómo se asocian enfermedades a la contaminación del río y medio ambiente?
Alejandra Méndez, directora del Centro Fray Julián Garcés A.C, subrayó que han documentado, por datos de INEGI, dos enfermedades en la población: cáncer e insuficiencia renal. Además del aumento de abortos espontáneos.
Según la CNDH, en su informe precisó que algunas de las causas principales de la contaminación de los ríos Atoyac, Xochiac y sus afluentes son:
- Descarga de aguas residuales municipales e industriales sin previo tratamiento.
- Mala disposición y recolección de los residuos sólidos.
- Los cuerpos de agua reportan contaminantes químicos y biológicos provenientes de aguas residuales industriales.
- La contaminación rebasa los Límites Máximos Permisibles (LMP) establecidos en la normatividad ambiental.
Estudios realizados por diversas instituciones del Estado, como la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), determinó altos niveles de plomo y arsénico (LMP establecidos en la NOM-001-SEMARNAT-1996).
La Comisión Nacional del Agua (Conagua) reportó alto grado de peligrosidad por exposición a inhalación de vapores y aerosoles e ingesta de alimentos. También se encontraron altas concentraciones de cadmio y cromo ,en los suelos adyacentes al río, así como Contaminantes Orgánicos Volátiles (COVs) como cloroformo, cloruro de metileno y tolueno, documentó la CNDH.
Regina Montero, toxicóloga genética del Instituto de Investigaciones Biomédicas (UNAM), en entrevista con Once Noticias indicó que ellos realizaron estudios genotóxicos – los mismos que se realizan a trabajadores expuestos a radiación– para ver si existían daños a la salud por la contaminación del río. Cuando realizaron el recorrido de campo se percataron del cambio de color del agua y de los olores.
No tenía descargas domésticas sino industriales. Nos percatamos de los cambios de color en el agua y vimos que se juntaban canales de riego”, señaló.
El estudio comenzó en 2003 y duró tres años. Tomaron muestras de sangre y encontraron que las personas que vivían a escasos metros del río presentaban mayor daño genotóxico, comparado con las personas que vivían a cuatro kilómetros de distancia.
“Al calcular el factor de riesgo era de 3.9. Es decir, tenían 4 veces mayores posibilidades de daño genotóxico. Eso se considera un indicador de cáncer”.
La investigadora señaló que pese a las evidencias científicas y los reportes, las autoridades de salud lo ignoraron hasta que se volvió mediático.
“Su solubilidad en agua es muy baja, permanecen en el agua poco tiempo y se van al aire. Si se descargan en el río tóxico como benceno, tolueno, cetilbenceno y otros compuestos, se quedan en el agua, pero con radiación solar o viento esos compuestos se van al aire y se distribuyen en las comunidades. La comunidad está expuesta. Greenpeace hizo otros estudios y encontraron disruptores hormonales”, explicó la investigadora.
Una década después del primer monitoreo hicieron un segundo estudio enfocados en población infantil en dos comunidades cerca del río y otra comunidad alejada de la industria y el río, detrás de La Malinche: encontraron que los niños y niñas que viven cerca del río tenían, otra vez, un factor de riesgo de 3.9, es decir, alta toxicidad en la sangre.
¿Soluciones?
Alejandra Méndez, del Centro Fray Julián Garcés, compartió que las autoridades han mandado construir plantas de tratamiento de aguas residuales, que funcionan de forma parcial, temporal o que están en abandono.
“No solucionan el problema, porque además son plantas para tratar desechos domésticos y no industriales, además las autoridades de salud deben prestar atención a los casos de las enfermedades, por lo que la Secretaría de Salud debe documentar los casos y evidenciar la información al respecto”.
Dijo que uno de los logros es el Plan Integral de Saneamiento, para que las autoridades actúen en coordinación con las comunidades, sin embargo, enfatizó que no se ha resuelto.