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Pobreza induce a una mala alimentación pese a etiquetado claro

El etiquetado claro es una herramienta que busca garantizar el derecho a la salud y a la información, ya que permite que las personas elijan de una manera clara e informada los alimentos y bebidas que consumirán, así contribuir a la prevención en enfermedades crónicas no transmisibles (ECNT).

A un año de su implementación continúa el reto del control publicitario y del trabajo con políticas públicas y acciones comunitarias a favor de reducir el consumo de comida chatarra.

México ocupa el segundo lugar, después de Estados Unidos, en la lista de los mayores índices de obesidad en su población. Por otro lado, según datos del Banco Mundial, aunque México no ocupa los primeros lugares en desnutrición, cabe señalar que hasta 2018, 7.1 millones de personas, aproximadamente, se encontraban en dicha condición. Además los niños y niñas menores de 5 años en hogares de bajos recursos e indígenas son más propensos a la desnutrición infantil, según datos de UNICEF.

Aunado a ello, según datos recientes del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), una de las principales carencias sociales que presentó un aumento, fue el acceso a una alimentación nutritiva y de calidad. Mientras en 2018 fue de 22.2%, en 2020 se registró 22.5%. Esta carencia va de la mano con otros factores, sin embargo, la calidad alimentaria también forma parte de la medición multidimensional de la pobreza.

Durante la pandemia los hogares gastaron menos en consumir alimentos fuera del hogar, con respecto a años anteriores. Y aunque Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) no mide la calidad de los alimentos, los datos evidencian que la alimentación es el principal gasto de las familias, por lo que va en relación con la atención en la calidad y el acceso a una dieta nutritiva y variada.

A través de la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH) 2020, informó que el principal rubro de gastos de los hogares en México es en alimentos, bebidas y tabaco (38%).

Los principales alimentos que se consumen en los hogares son: carne, cereales, verduras, legumbres, leche y sus derivados.

Pese a ello, en el contexto actual de emergencia sanitaria por COVID-19, se evidenció el problema de salud pública derivada de las enfermedades crónicas no transmisibles (ECNT) que suelen incrementar las posibilidades de gravedad o mortalidad en caso de contagio por el virus SARS-COV-2. Estas enfermedades están asociadas a diversos factores, aunque sobresale su relación con la alimentación.

Con estas problemáticas concentradas en el país surgió la estrategia del etiquetado claro. En octubre de 2020 se aprobó la Norma Oficial Mexicana NOM-051 relacionada al etiquetado de alimentos y bebidas no alcohólicas preenvasados y a la información comercial sanitaria. En este 2021 se implementó la fase completa.

Con esta aprobación e implementación, México se sumó a Chile, Perú y Uruguay, como países de América Latina que han implementado esta estrategia.

Once Noticias conversó con el Simón Barquera, director del Centro de Investigación en Nutrición y Salud (CINyS), del Instituto Nacional de Salud Pública (INSP), sobre los avances, impactos y retos del etiquetado frontal en el país.

Destacó que el etiquetado frontal de advertencia tiene como propósito informar los niveles de azúcar, grasas y sal que tienen los productos “que se consumen en exceso en México y que son responsables de una epidemia de enfermedades crónicas muy importante”.

El director del CINyS señaló que el camino para implementar la estrategia no fue fácil, pues se encontraron con una fuerte oposición de parte del sector empresarial de alimentos. Al respecto, indicó que “como negocio les da grandes ganancias, son principalmente compañías transnacionales y pues no tienen realmente un compromiso con la salud de los mexicanos”.

Enfatizó que la pobreza se encuentra estrechamente relacionada con la mala alimentación y con el consumo de estos productos. Además dijo que las afectaciones en la salud son catastróficas para las familias de bajos recursos. Y es que la composición de estos productos responde a una baja calidad, no son saludables, o se ofrecen con inmediatez y con costos que parecen accesibles, pero que provocan problemas de salud a largo plazo.

[El consumo del frijol] ha disminuido en 15% en los últimos años. Está en los niveles más bajos y los consumos de bebidas azucaradas y de comida chatarra se están convirtiendo en una práctica muy generalizada, aún en zonas rurales del país”, lamentó Simón Barquera.

El especialista denunció que durante la pandemia las personas están sujetas a la sobreexposición de estrategias publicitarias que comercializan productos chatarras y a incentivar su consumo.

Consideró que aún faltan cosas por hacer, sin embargo, urgió a que haya control sobre la publicidad dirigida a niños y niñas en todos los medios. Subrayó que es necesario regular a las compañías que promueven el reemplazo de la lactancia materna por productos sucedáneos, porque es inadmisible que:

“tengan estas libertades de promocionarse de maneras que han sido declaradas poco éticas por la UNICEF y Naciones Unidas, y que aquí en México mantienen una violación de ese código de comercialización de sucedáneos, en los últimos 20 años”.

Reconoció que para atender los problemas de salud pública relacionada a la alimentación se precisan diversas estrategias que “se componen de una serie de factores, de políticas y programas que entre más se puedan implementar, mejores resultados habrán”. 

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