Reportajes especiales

“Poner alto a las terapias de conversión significa salvar vidas”: víctima de ECOSIG

En el país, ocho entidades han prohibido los ECOSIG y sólo en Ciudad de México y Estado de México se tipifica como delito

Los Esfuerzos para Corregir la Orientación Sexual y la Identidad de Género (ECOSIG), conocidos como terapias de conversión, engloban métodos que se constituyen de tratos crueles, degradantes e inhumanos, inclusive, en algunos casos las personas son sometidas a actos de tortura al ser víctimas de privación de libertad, aislamiento, electrochoques, medicación forzada y técnicas crueles utilizadas para “corregir” la orientación sexual.

En el marco del Día contra la Homofobia, Transfobia y la Bifobia, que se conmemora este 17 de mayo, se vuelca la preocupación por estas prácticas que atentan en contra de los derechos humanos de las personas de la comunidad LGBTTIQ+.

Y es que estos procedimientos continúan, por lo que su prohibición y erradicación en todo el país está pendiente, tal como comparte Erica Salinas Castillo, activista, fundadora y directora de Sociedad Activa, una organización que promueve y defiende los derechos humanos de la comunidad sexodiversa a través de la educación y el arte, en entrevista con Once Noticias.

Estas prácticas se disfrazan a través de “sesiones religiosas” o supuestas intervenciones “psicólogicas” o “médicas”, pero constituyen un fraude, porque consideran a la identidad de género u orientación sexual como una enfermedad, pero nada más errado que esos argumentos.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) reconoció desde 1990 que la homosexualidad no es una enfermedad. En 2018, el organismo sacó del catálogo de enfermedades mentales a la transexualidad.

Erica afirma que “no hay nada que curar, no es necesario que nadie se someta a terapias de conversión, pero sí a terapias de aceptación, inclusión y amor a la diversidad y aceptación a lo que somos”.

“El amor no es una enfermedad”: Erica Salinas

Erica fue víctima de las ECOSIG. Es originaria de Sonora y desde allá ha impulsado su lucha por los derechos humanos de las personas de la comunidad LGBTIQ+, a través de su organización Sociedad Activa AC.

Cuenta al medio que estos eventos traumáticos los vivió entre 2004 y 2008, cuando tenía entre 22 y 26 años. En ese entonces acudía a un grupo religioso católico y ahí colaboraba con apoyo humanitario.

Siempre ha sido una mujer espiritual, por lo que unirse a la iglesia y trabajar con niños, adultos mayores o personas en situación de vulnerabilidad, le resultaba gratificante porque había la posibilidad de generar comunidad.

Cierto día, al cumplir la obligación religiosa de la confesión, Erica externó la atracción que sentía por su mejor amiga. Ante tal, el padre le hizo cumplir largas horas de penitencia con rosarios infinitos y arrodillada para pedir perdón a Dios, y a quien fuera necesario, ante la escandalosa confesión de amor por otra mujer.

“Como no daba resultado, tal como el padre quería, me dio una tarjeta de una psiquiatra, para que me diera electroshocks –y borrar los pensamientos pecaminosos– y el número de una ginecóloga, para que me diera estrógenos y recuperar mi feminidad perdida. –Y con eso te vas a curar–, me dijo. Esa palabra [curar] me rebotó”, recordó Erica.

Fue en ese momento cuando se detuvo a reflexionar que “el amor no es una enfermedad”. Salió huyendo de la iglesia, pero no pudo nombrar lo que había vivido, porque las terapias de conversión no estaban prohibidas y aunque sometieran a las personas a procedimientos de tortura, las prácticas estaban normalizadas.

“Ahí experimenté mi primer ataque de pánico. Salí huyendo de la iglesia. Sin embargo, no sabía que eso estaba mal, fue muchos años después, hasta 2013, hasta que me puse a investigar para mi cortometraje que me di cuenta que eso que habían hecho conmigo fue tortura. Al investigar información que compartían las organizaciones, como YAAJ México AC, me di cuenta que todo ese procedimiento que habían hecho conmigo eran las mal llamadas terapias de conversión, que estaba mal y que yo había experimentado un proceso de tortura”.

Esto la llevó a encontrar en el arte un espacio para reflexionar y nombrar lo que había vivido y decidió hacer su cortometraje ‘Para: Sarah” con el objetivo de denunciar los ECOSIG. Al platicar sobre el tema, se le quiebra su voz:

“En situaciones tal dolorosas, algo que trastoca lo que eres, tu esencia. Imagínate, lo que eres y lo que amas, te deja sacudida y con secuelas psicológicas muy fuertes (ansiedad, depresión) y puede llevarte al suicidio. En momentos oscuros buscas herramientas. El arte me ha hecho conectarme conmigo misma”.

Erica señala que las redes familiares y de amistades son muy importantes. Al no poder nombrar lo que había vivido decidió guardarlo por 13 años hasta que decidió contarle a su madre que era lesbiana:

“sea lo que sea que yo soy, pensé, mi mamá me va a amar y respetar mis decisiones. Eso me dio mucha fuerza y salí del clóset hasta los 30 años, pero mi familia y mis amigos me apoyaron muchísimo, eso me impulsó”, dijo.

La activista señala que existe evidencia de que una familia que apoya a las personas de la diversidad sexual en sus procesos, se reducen hasta 50% las probabilidades del suicidio.

Prohibir las ECOSIG, pendiente a nivel nacional

Son muchos factores los que todavía pesan con respecto a la lucha contra la homofobia, transfobia y bifobia.

A nivel cultural dijo que persiste la discriminación por motivos de orientación e identidad sexual y que los medios juegan un papel importante, porque falta representación de las historias de esta comunidad, lo que considera fundamental para combatir las LGBTTIQfobias. Criticó, en ese sentido, que las mujeres lesbianas suelen ser mayormente invisibilizadas.

Al hacer un balance de lo que vivió y de cómo poco a poco han existido cambios a nivel legislativo en las entidades, criticó que aún no es suficiente y reconoció el papel que han jugado las organizaciones civiles, para que en ocho estados se prohibieran las ECOSIG.

Y es que en nuestro país sólo ocho entidades han prohibido estos procedimientos: Ciudad de México y Estado de México (2020), Colima, Tlaxcala, Zacatecas, Yucatán y Baja California Sur (2021) y Baja California (2022).

Sólo en Ciudad de México y Estado de México se consideran delitos. En la capital las penas van de dos a cinco años de cárcel a quienes impartan terapias de conversión. En Edomex, las penas son de uno a tres años. En ambos casos las penas se incrementan a 50% si la víctima es menor de edad.

Erica criticó que no es suficiente, “más allá del matrimonio igualitario, es importante, pero  poner alto a las terapias de conversión significa salvar vidas. Yo tuve la suerte de contar con apoyo familiar y herramientas para salir de ahí, pero la mayoría son menores de edad que son enviados por la misma familia. Por eso urge que el Estado proteja de estas torturas a las personas de la población LGBTTIQ+”, enfatizó.

Erica y otras organizaciones que trabajan a favor de los derechos humanos de la comunidad sexodiversa entregaron 20 mil firmas al Senado, para exigir que se pusiera el tema de las prohibiciones de ECOSIG a nivel nacional, pero no se ha votado, por lo que es un tema pendiente.

“A nivel federal no hay voluntad para avanzar. No hemos obtenido respuesta, desde 2018. El avance es entidad por entidad. Al Estado le corresponde ser garante de los derechos humanos de todos y todas. A la gente la invito a informarse, vivir con miedo no es vivir y en el día contra la homofobia, transfobia y bifobia, quiero decir que, […] lo natural es ser diverso”, concluyó.

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