Reportajes especiales

Pueblos Indígenas en El Salvador siguen en lucha por la visibilización

En El Salvador, al inicio de la Conquista había siete pueblos indígenas: Ulúas, Lencas, Cacaopera, Pocomanes, Chortís, Nonualcos y Nahua-pipil. Las políticas de los gobiernos en turno han marginalizado a estas comunidades. Sin embargo, los pueblos indígenas han defendido categorías, como su territorio, tradiciones o lengua, para ser reconocidos en el ‘pulgarcito de América’. Según datos oficiales del gobierno de El Salvador, hasta el último censo del 2007, hay una población total de 5 millones 744 mil 113, de los cuales, sólo 0.002% se reconocen como indígenas.
Son como 8 mil personas, más o menos, en todo el país, la mayoría es población mestiza, y la población blanca de 12%, según el censo. En Sonsonate, por ejemplo, donde hay mayores hablantes de náhuat, en Santo Domingo de Guzmán, según el Quinto Censo de Población y Sexto de Vivienda del 2007, hay un promedio de 8 personas indígenas nahuahablantes, en un municipio de 7 mil”, detalló Elías Córdova, maestro en Estudios Culturales (EL COLEF) y sociólogo de la Universidad de El Salvador.
En una conversación con Once Noticias, el especialista aclaró que “han pasado muchas situaciones en el país que impide tener un número exacto de población indígena, principalmente ligado al mestizaje, y a la historia colonial y de discriminación en El Salvador, por ejemplo, los datos del censo varían debido, me parece, a la revitalización de lo indígena. En los datos más actuales, del 2013, se dice que hay mayor población de nahuahablantes en Santo Domingo de Guzmán”. Y es que el especialista dijo que el mestizaje jugó un papel fundamental, sin embargo, hay un fenómeno que él ha denominado como “negociación situacional de la identidad”, es decir, “me defino como indígena si me lo permite el contexto o medio en el que estoy, sino, no”. Eso ha traído un contexto complejo que está ligado a la violencia, discriminación y exterminio de la población indígena en el país más pequeño de América Latina.   Antecedente: el etnocidio de 1932 “Después de la masacre de 1932, se piensa que la población indígena fue exterminada y así se enseña en las escuelas. Es la historia oficial. Después de la masacre, todo lo indígena se veía negativo”, señaló el sociólogo. A finales de los veinte, miles de personas campesinas se encontraban inconformes con respecto a la desigual distribución de la tierra en aquel país, que estaba en manos de unas cuantas familias terratenientes. El abuso de éstos, la caída de los precios del café y la crisis social, fueron algunas de las situaciones que generaron descontento entre la población mayoritariamente indígena-campesina. En los treinta, con las elecciones se esperaba un cambio al salir del poder la familia Meléndez Quiñones. El partido Pro Patria ganó las elecciones: estaba encabezado por el presidente Arturo Araujo y el general Maximiliano Hernández Martínez, vicepresidente. Este último participó, unos meses después, en un golpe de Estado que lo llevó a ocupar el poder por 13 años. No obstante, el descontento social entre el campesinado indígena era mayor, por lo que con el apoyo del Partido Comunista Salvadoreño (PCS) gestaron una rebelión -con palas, machetes y picos- en contra de terratenientes. El gobierno de Hernández Martínez envió a los militares a perseguir y asesinar a las personas que tuvieran ciertas características físicas, y por sus rasgos culturales, como su vestimenta o la lengua, además si estaban afiliadas al PCS. Se estima que 30 mil víctimas padecieron por la Masacre de 1932, el mayor etnocidio y suceso trágico de la historia contemporánea en El Salvador.
Es importante decir que, hacia 1970, los datos oficiales registraban que había 400 mil indígenas. Una década después solo mil, ¡qué pasó con ellos!”, expresó Elías Córdova
Elías compartió que fue hasta 2014 que el Estado reconoció constitucionalmente la existencia de población indígena, a través del Artículo 63: “Que reconoce a los pueblos indígenas y se compromete a adaptar políticas para su preservación y difusión. Ese reconocimiento ha dado un proceso de ‘revitalización de lo indígena’: personas que antes lo negaban, ahora lo reconocen”. Dijo que, no obstante, sólo persisten pocas lenguas.
Náhuat-pipil, Maya Cholti (en el Norte), Lenca y Potón (en el Oriente,) aunque en las últimas tres no hay hablantes y sólo hay pocas palabras que se hablan. Hay una deuda con el pueblo Lenca y Kakawira, porque sus lenguas se consideran muertas, ese es un problema”, enfatizó.
Además criticó que el Estado continúa marginalizando a la población, porque se han creado criterios inmediatos que definen a “lo indígena”, aunque es todo un crisol que incluye, por ejemplo, la lengua, las tradiciones y fundamentalmente, el territorio. Esto último es preocupante, porque El Salvador no ha reconocido el Convenio número 169 sobre pueblos indígenas y tribales, de la Oficina Internacional del Trabajo (OIT), que en uno de sus puntos refiere al reconocimiento sobre su derecho a la tierra, territorio y recursos naturales. Pese a ello, se han abierto espacios de difusión y organizaciones que están trabajando para recuperar y expandir el uso de las lenguas originarias, como el náhuat-pipil, como el trabajo que realiza la Iniciativa Portadores del Náhuat-IPN El Salvador “una organización comunitaria, para revitalizar, reconstruir, sistematizar, y preservar la intraculturalidad náhuat de El Salvador,” concluyó el especialista salvadoreño.

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