Nunca, señor, pensé que el verso mío
cuando te hablara en él por vez primera
la música filial de los veinte años,
del huérfano infelice la voz fuera
….
Supe después lo enormemente triste
que es la tristeza del hogar vacío
y lloré con la marcha de la madre
para tierras del norte. Más confío
que te he de ver, oh Padre, para siempre
con mis pupilas de resucitado
Ésas son dos estrofas, el inicio y una intermedia, de: “A mi padre”, poema de Ramón López Velarde. Pero también es ése el inicio de su vida. De un mundo lleno de altibajos que van desde la ausencia de la figura paterna, la carga de la responsabilidad de tener que dar seguimiento a esa figura ante su familia.
La necedad social de tener que cumplir con determinados “requerimientos” morales, pero que también terminan en 33 años de vida. El poeta zacatecano nació un 15 de junio de 1888. El 19 del mismo mes, pero de 1921, perdió la vida en medio de una muerte que, a la fecha, no queda clara.
La corriente estética de su escritura se ancla al modernismo, cuyas características, como el uso del color azul, la figura del cisne, o el carácter intimista, son desmanteladas por López Velarde:
Él ya no está dentro del modernismo. Incluso tiene un conflicto con Amado Nervo, porque ya no comparte la obsesión por el ritmo. En la obra de Velarde se advierten ritmos atrevidos para la época, y que no responden a la lógica musical del modernismo”, explica el doctor en Letras, César Cañedo.
¿Poeta de la patria?
Sin ánimos de derribar el constructo que se ha hecho sobre López Velarde, habrá que eliminar otra denominación: se decía que era el poeta de la patria. Pero realmente “él mismo criticaba la poesía patriótica. Era reacio a adular a los gobernantes. Desde esa postura, su prioridad poética está más enfocada en el amor, el deseo y la religiosidad.
El éxito de su poema ‘Suave patria’ coincide con la coyuntura. Definitivamente en el año en el que se publica (1921) hay mucho ánimo por hablar de eso. Coincide con la reorganización nacional. Indudablemente ‘Suave patria’ fungió para generar unidad nacional”, aclaró el también poeta César Cañedo.
Una música íntima no cesa,
porque transita en un brazo de oro
la Caridad con el Amor se besa.
Soy la alberca lumínica en que nada,
como perla debajo de una lente,
debajo de linfas, Scherezada.
….
Esas primeros dos estrofas de “El son del corazón” posiblemente marcan una dirección más clara de hacia dónde se dirige el trabajo de López Velarde.
Es probablemente ese estilo y ensamble de palabras, la conexión que hace que “su aportación más grande esté ligada a la poesía. Grandes poetas lo ven como una obsesión e identificación. Incluso se llega a establecer que desde él empieza la poesía moderna. Los escritores Xavier Villaurrutia y Guillermo Sheridan coinciden en que la poesía de López Velarde es un desafío rítmico, hay intimidad y crisis. Todo ese conjunto de factores lo hacen voltear a ver su trabajo”, cuenta Cañedo.
Masculinidad en crisis
Estigmas como la duda sobre por qué no se casó, la razón de su permanente soltería, en el pleno y conservador Siglo XX, pudieron haber puesto en entredicho la masculinidad de Ramón López Velarde. Esto, en un entendimiento de masculinidad como un comportamiento machista y de autoridad hegemónica.
Pero esa definición es una de las más claras en el poeta. En su obra queda visible una “serie de crisis resultantes de diversos factores. Más relacionados con los roles sociales y una personalidad depresiva que siempre fue bien sabida. Principalmente en su poesía, él mismo propicia una serie de cuestionamientos morales y dudas religiosas”, comenta César Cañedo.
“A través de su obra vemos a un López Velarde enamoradizo -incluso está documentado-. Advertimos a un hombre enamorado del amor o deseoso de ello, pero en crisis. Es un joven que enamora a muchas muchachas. Se obsesiona por las mujeres, las buscó y tuvo encuentros con ellas, pero no se llegó a nada concreto. Esto último responde a todas las responsabilidades que él tenía ante su familia. Y de esta manera, su obsesión por el amor, el deseo, la religión y la culpa, se vuelven una especie de luto. Como una castración a su propia vida”.
“En el poema ‘A mi padre’, se nota el conflicto de masculinidad que advierte desde que fue obligado por éste a ser abogado. Le decía que la poesía no se la tomara en serio. Fallece y se ve atrapado como hombre: no se puede casar, tiene que hacerse responsable de la familia. Destaca a la figura femenina como libertad y la del hombre como un encierro. Es notorio el sacrificio de su vida íntima”, argumenta el doctor César Cañedo, quien agrega que podría puntualizar esta parte de su vida con el poema ‘Mi villa’.
Si yo jamás hubiera salido de mi villa,
con una santa esposa tendría el refrigerio
de conocer el mundo por un solo hemisferio.
Tendría, entre corceles y aperos de labranza,
a ella, como octava bienaventuranza.
Quizá tuviera dos hijos, y los tendría
sin un remordimiento ni una cobardía.
Quizá serían huérfanos, y cuidándolos yo,
el niño iría de luto, pero la niña no.