“Entré a bañarme. Él me dijo que iría a la papelería. Se llevó a los niños, jamás volví a verlos”. Ésa es la última escena que recuerda Patricia Jessel en la que respiró con tranquilidad y seguridad. En la que la vida le dio la última oportunidad de saber qué significaba la palabra “estabilidad”. Fue exactamente hace un año, el 15 de abril de 2020, cuando la historia de su pesadilla se empezó a escribir. Ese día vio, por última vez, a sus hijos: Patricio Levi González Jessel y Zara Regina González Jessel.
“Jesús González Rojas, mi expareja, y yo, llevábamos siete años separados. Me dijo que habían entrado a su casa a tirar todas sus cosas, que no se habían llevado nada. Sólo querían asustarlo. Nosotros, por lo tanto, también corríamos peligro. Recuerdo que previamente me habían llegado mensajes con groserías exigiéndome que pidiera a Jesús que contestara llamadas, que si no nosotros –los niños y yo– pagaríamos las consecuencias. Con el tiempo me di cuenta de que todo era parte del plan”, cuenta Patricia al cerrar esa etapa de la historia con un viaje a Playa del Carmen, Yucatán para “no correr peligro”.
La pandemia de COVID-19 apenas se empezaba a expandir por el mundo. Las reglas eran claras: confinamiento necesario y obligatorio en la mayoría de países, México no fue la excepción. Patricia Jessel empezó a formar parte de la estadística de la violencia de género que se incrementó durante la cuarentena: “El 14 de abril mandé un correo a mi familia en Ciudad de México. Les comentaba que no volvería porque Jesús era muy violento. Al otro día fue cuando pasó. Se llevó a los niños y jamás los volví a ver”, explica la madre de dos niños de quienes hasta la fecha no sabe nada, incluso de su estado de salud: Patricio, el mayor, padece de autismo y epilepsia. Necesita cuidados especiales.
Después de casi un mes en el que Patricia se dedicó a dejar las mayores pruebas posibles en Playa del Carmen, regresó al centro del país: “En Yucatán acudí a la Fiscalía. No querían levantarme reportes porque no habían pasado las horas suficientes para declararlos como robados. Al decir que era su padre quien se los había llevado, menos me hicieron caso. No podían emprender acciones contra Jesús porque la guarda y custodia es compartida”, detalla Jessel.
“La guarda y custodia es una figura jurídica en virtud de la cual se determina en quién o en quiénes va a radicar la atención de los hijos. Se trata de aclarar quién va a tener su cuidado, atención, resguardo y convivencia a partir del interés superior de los menores, respecto a la vida cotidiana. Concretamente: con quién van a vivir”, explica el abogado y analista jurídico, Juan Luis Montero.
El 4 de mayo la señora Jessel volvió a Ciudad de México. Así empezó el siguiente episodio: su lucha en la Fiscalía General de Justicia, donde pudo lograr una alerta para que no pudieran sacar a los niños del país y una Alerta AMBER. Esta última, gracias a que en las pesquisas personales que hizo, pudo ver en Gustavo A. Madero –domicilio en el que vivieron algún día sus suegros–, a Jesús: “Aquella vez llamamos a la patrulla, pero no tuvimos éxito. No había denuncia contra él, menos pudimos acceder a la casa”, expresa Patricia, al manifestar su frustración por no haber podido conseguir mucho durante este año de trabajo autónomo de búsqueda. El proceso para que Jessel logre la guarda y custodia será largo, pues es un paso que tiene que darse, inmediatamente, en cuanto se dé una separación: “Sucede mucho que cuando las personas deciden terminar con una relación, asumen que el hecho de que vivan con uno o el otro, les genera el derecho continuo y legal de vivir con ellos. Y no es así. La situación tiene que ser determinada ante un juzgado. Es ésa la primera recomendación”, sugiere el licenciado Juan Luis Montero.
La situación de Patricia no parte de la acción de su expareja al momento de haberse llevado a sus hijos. “Ya separados, él quería que yo me dedicara a cuidar sólo a los niños. Yo ya tenía una pareja, pero ni él, ni su familia, aceptaban eso. Por su religión cristiana, sus papás estaban de acuerdo en que yo tenía que estar sometida a no tener más relaciones y exclusivamente enfocada en el cuidado de la casa”, matiza Jessel, al evidenciar este tipo de violencia intrafamiliar que incluso también disparó sus cifras durante la cuarentena, así como las agresiones de género que no hicieron más que dejar a trasluz un caleidoscopio de una realidad que ya existía, y que sólo se encapsuló otra estadística: la de los casos legales detenidos por la pandemia. “Un 90% de las actividades quedaron suspendidas. Sólo las más relevantes, a interpretación del Consejo de la Judicatura, presidencias y tribunales, que consideraban si una situación era urgente o no, procedía. Los juzgados no trataban situaciones diferentes, incluso las ratificadas por un juez –demandas de guarda y custodia o casos de violencia intrafamiliar, por ejemplo–. Todo eso tuvo que esperar hasta que se reanudaron las actividades judiciales.
Durante la pandemia se incrementaron los casos de separaciones porque las parejas se dieron cuenta de que la vida en común no era sencilla. Pero ellos no podían tomar la decisión legal de quién se quedaba con los hijos. El proceso inicial quizás sería un acuerdo entre ellos, pero de inmediato se tendría que haber llevado la situación a un juez”, puntualizó el abogado y analista jurídico, Juan Luis Montero.
Patricia Jessel no detiene su lucha. El único objetivo en el que está enfocada en este momento es encontrar a Zara y Patricio. A un año de iniciada su pesadilla, ha logrado que se enviase la primera notificación al padre de los menores (a la dirección en Gustavo A. Mader). Ése es el inicio de dos más y, si no hay respuesta, sigue un edicto que Jessel debe pagar para que pudiera obtener finalmente la guarda y custodia de los niños. Lo que está claro es que lleva ganancia en el caso. Se ha demostrado que “mis suegros me denunciaron para solicitar la guarda y custodia, aseguraron que están bajo su resguardo, pero les fue rechazada. La jueza que lleva mi caso dijo que es imposible, ellos no pueden pelear eso”, refiere Jessel al sentirse dispuesta a llegar a todas las instancias que tengan que ser para hacer que sus hijos vuelvan a estar con ella, pues, aunque el proceso legal que lleva es el correcto, ella hará todo lo posible por estar junto a ellos lo antes posible.
Éste es el proceso cuando alguien se separa y hay hijos de por medio
El abogado Juan Luis Montero refiere que la figura de “guarda y custodia” tiene que interponerse desde el primer momento en el que existe una separación y hay hijos de por medio. Asimismo, seguir una serie de pasos y requisitos que a continuación se mencionan:
1. Asistir al juzgado para que establezca el convenio de guarda y custodia.
2. Ese convenio debe establecer aspectos como: régimen de visitas, de salud y escuela.
3. También tendrá que contemplar las necesidades propias de los menores.
4. Ese convenio debe ser explícito y detallado en todos sus puntos.
5. Atender todos los puntos que pudieran tener controversias, “incluso si en los cumpleaños de los papás los menores podrán estar, por ejemplo”, alude el licenciado Montero.
6. Este documento se interpondrá en un momento en el que, madre o padre, no respeten la decisión que el juzgado ya determinó.