El mercado de Jamaica nunca se detiene. Es el único de la capital que permanece abierto las 24 horas del día, sus trabajadores van y vienen. El Día de Muertos es la fecha de mayores ganancias para los comerciantes de este recinto. Las camionetas cargadas de cempasúchil comienzan a llegar desde las cuatro de la mañana. Viajan de los estados de Guerrero, Puebla, Michoacán y Morelos. Los floricultores de estos estados se organizan y rentan camionetas de carga que puedan transportar su producto a la ciudad. Ya aquí en la capital negocian con los comerciantes sobre el precio y la calidad de las flores destinadas para iluminar el camino a los difuntos que nos visitarán este 1 y 2 de noviembre, en los altares mexicanos. Janet tiene 22 años trabajando en el Mercado de Jamaica, ella llegó porque la familia de su esposo se ha dedicado a este oficio desde hace tres generaciones. Ahora ella enseña a sus hijos cómo deben de cortar, regar y empaquetar las flores para que no se maltraten y puedan durar más en los mostradores de los largos pasillos. Dentro del mercado el clima es distinto, se siente templado y húmedo; las personas caminan en angostos pasillos y de vez en vez alguna flor jala del cabello a quien pasa muy de cerca. Hombres y mujeres salen despeinados y con uno que otro pétalo en el cabello. La luz del lugar también es peculiar, pues son pequeños focos los que iluminan puesto por puesto. Cada ramo de flores parece ser un foco de colores que atrae la vista hasta de los turistas más despistados del lugar. Bajo la enorme galera, los comerciantes son protectores de la flora, pero como todo guardián deben superar escollos. Así, ante la falta de agua en el mercado, el acarreo de tambos es de a diario. La pandemia no afectó a los trabajadores de Jamaica, así lo afirma Janet, pues la muerte y las flores tienen una relación cultural en México. Los días más importantes en la venta de flores comienzan desde el 28 de octubre hasta el 1 de noviembre. Dependiendo de la actividad del día a día, se define la jornada laboral en el mercado, hay veces que llegan temprano y si no hay buena vendimia levantan el producto antes del mediodía. Pero hay veces que están a punto de irse, a las seis o siete de la tarde, cuando comienza a llegar la gente, y no paran hasta la noche del día siguiente. Las caras de los marchantes cambian en medio de los pétalos, pues para ellos lo satisfactorio de su trabajo es ver que sus clientes se van contentos con la flor que le regalaran a una persona viva o muerta.
“No importa la situación, quien viene por una flor siempre se va contento”, expresa Janett a Once Noticias.