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Sobrevivimos de ahorros y de malbaratar pescado: así sorteó Huatulco la pandemia

Apenas se asoma el sol y sus calles se empiezan a llenar de la gente que va y viene. Algunos se desplazan a una de las nueve bahías principales a trabajar a los restaurantes o como paseantes de turistas (San Agustín, Chachacual, Cacaluta, Órgano y Maguey, Santa Cruz, Chahué, Tangolunda, Conejos y Riscalillo), otros a la pesca o al campo; unos más a las diferentes construcciones de regiones vecinas. Están los que se quedan para atender los comercios de comida y artesanías. Pero todos, todos en Santa María Huatulco, Oaxaca, se levantan temprano a trabajar para sacar adelante un municipio que les ha dado la virtud de alojarlos entre sus montes verdes y aguas cristalinas, con riquezas naturales que van desde diminutos animales hasta venados, que de vez en cuando se dejan ver.

“Para nosotros es un honor vivir aquí. Es como un privilegio saber que vemos diario estas playas tan maravillosas. Los turistas a veces no saben que se tienen que proteger del sol, por ejemplo, porque nos ven andar como si nada, pero no. Estamos hechos de otra madera”, dice riendo Jaime, originario de Chacahua, cerca de Mazunte.

Huatulco no ha sido la excepción en el enorme golpe económico que ha dado la pandemia de COVID-19.

“Cerraron los accesos desde marzo de 2020: aeropuerto y carreteras. Fue muy complicado porque primero nos informaron que sería por 40 días. Así empezaron a pasar los meses. Hasta abril de 2021, cuando finalmente iniciaron los filtros de detección del coronavirus, tanto en aeropuertos como en carreteras. Eso fue muy duro para nosotros porque dependemos totalmente del turismo. Sobrevivimos con los pequeños ahorros que teníamos. A veces juntábamos entre varios compañeros dinero para la gasolina y nos íbamos a pescar. Comíamos eso y malbaratábamos el filete que, por ejemplo, cuesta 220 pesos el kilo, lo terminábamos dando en 70. Quienes tienen un poco más de dinero eran los beneficiados porque lo compraban a ese precio”, cuenta el señor Carlos, taxista de las bahías con base en Santa Cruz (la Crucecita).

En Huatulco, además de los autobuses de transporte, los taxis colectivos son una fuente constante de ingresos para los choferes, quienes viven de trasladar, ya sea a los comunitarios o al turismo.

 

La esperanza

Según las autoridades municipales, del 10 de julio al 29 de agosto de este 2021, Huatulco tendría que albergar, al menos, 60% de ocupación hotelera; 70% máximo por cuestiones sanitarias.

La misma temporada, pero de 2020, dejaron de recibir 187 mil 323 visitantes, una pérdida de 2 mil millones de pesos. Y aunque este año se espera una mejora de la situación, según las mismas autoridades, habrá un ingreso por debajo de 48% recibido, previo a la llegada de la pandemia, pues se espera una menor llegada de visitantes internacionales.

“Estamos a inicios de julio y la gente ha empezado a llegar, pero aún no la suficiente como para abastecer los 20 restaurantes que alberga la bahía el Maguey. Tenemos muy pocas ganancias todavía. Ayer hubo un poco más, y así se va equilibrando”, relata Jaime, quien asegura que como mesero se llevan el 10% de cada platillo que venden, no hay sueldo; mientras que las propinas “se entregan para mantener el lugar: limpieza, mantenimiento y lo que se vaya necesitando”.

El joven de apenas 24 años acepta las condiciones laborales que expone porque en su natal Chacahua el trabajo es más y el ingreso menor.

“Allá aún no hay mucho turismo. Apenas está llegando, las carreteras se están empezando a construir. Se puede trabajar de albañil o de campesino, hay mucha sandía y papaya; se pesca huachinango, pulpo, filete y almeja, pero el dinero no es suficiente. Prefiero estar aquí lidiando con lo que se vaya ganando”, aclara Jaime al mencionar que las carreteras para llegar a las actuales bahías abiertas de Huatulco tienen apenas diez años, por lo que no son alentadoras las esperanzas para que suceda pronto en Chacahua.

 

Destino de “10”

Jaime se recarga en una de las piedras con vista a la bahía que reúne los colores azules turquesa con verde y transparencias por segmentos y que se logran conjugar de manera casi mágica. De fondo tiene un enjambre de mariposas gigantes de colores jugando.

“Para poder volver, nos pidieron análisis de todo. Cuando revisaron que estábamos sanos, nos permitieron volver a trabajar. A veces sólo vienen a consumir los locatarios, pero eso ya es algo. Si alguien nota algún síntoma, de inmediato se cierra el negocio”, explica.

Tras el cierre de aeropuerto y carreteras, Huatulco tuvo posibilidad de pasar a semáforo epidemiológico verde casi de inmediato, pero por disposición federal no fue posible. Actualmente no se han presentado repuntes significativos.

“La gente mantiene sana distancia en eventos y usa de forma constante el gel antibacterial. Está informada de los casos por día y actualmente se está desmantelando el área de COVID-19 del hospital comunitario ante la baja incidencia, regresando a la normalidad hospitalaria”, expuso el edil Giovanne González García, presidente municipal de Santa María Huatulco.

Y sí, es común ver en todos lados a la gente, principalmente local, con sus cubrebocas, indicando en sus negocios que no se dará acceso a los compradores sin las medidas necesarias. En el mercado de la Crucecita hay un bote de gel antibacterial para que la gente, bajo su propia responsabilidad, se lo suministre.

Todos han reaccionado positivamente. Han acatado las reglas. Lo último que queremos es que nos vuelvan a cerrar todo”, añade Jaime, quien invita, a quien puede, a visitar Chacahua: “además, se ha llegado a hacer el concurso de la ostra más grande, sacaron una de unos 50 centímetros. El objetivo era hacerle promoción al poblado”, dice emocionado.

Actualmente, Huatulco cuenta con la etiqueta Wellness. Es el primer destino turístico en México con esta denominación. Esto quiere decir que tiene “10” en: seguridad, cultura, tradiciones, entorno sustentable, servicios reconfortantes, spas, clínicas, terapias alternativas, clubes de playa y restaurantes. Dicha calificación genera una mayor atracción turística, más aún en el contexto de la pandemia. Porque además de bellezas naturales, comida de primera, confort, amabilidad y tranquilidad, “en Huatulco no hay inseguridad. Aquí nada se pierde, no se roba. Para esto trabajamos. Para eso nos han inculcado, desde pequeños, a que el trabajo es el único medio para lograr algo en la vida”, concluye orgulloso Jaime.

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