Carolina no fue víctima de feminicidio, pero de no haber escapado de su agresor, lo sería. Elena, Carmen y Elisa, tampoco, pero sus vidas, luego del ataque, quedaron destruidas. Eugenia sobrevivió, pero dada la gravedad de sus heridas en un pulmón, derivado de un ataque con un arma blanca –por quien era padre de su hijo–, presenta algunos problemas de salud respiratoria, y sumado a ello, su salud mental ha venido en detrimento: tiene ataques de ansiedad, delirio de persecución y depresión.
Otro de los casos más recientes es el de Yeritza Bautista, quien lleva dos años en un proceso judicial debido a que Carlos “N”, entonces su novio, intentó asesinarla dos veces: en 2020, la golpeó. Por esa agresión requirió una reconstrucción en su mandíbula y tuvo problemas en la movilidad de sus piernas y rodillas. La segunda vez fue por ahorcamiento.
Yaritza levantó una denuncia por tentativa de feminicidio. Hasta ahora Carlos “N” está en prisión preventiva, pero el proceso se ha retardado dado que la defensa legal ha interpuesto amparos y ha argumentado que esta tipificación es errada, porque no dejó marcas y no hubo un arma de por medio.
Y los nombres se acumulan en una larga lista. Son tantos, pero Carolina Ramírez Suárez tiene presentes cada uno y cuenta las historias que hay detrás. Ella es una sobreviviente y lo reafirma a Once Noticias cuando lamenta que esas historias quedan invisibilizadas, pese a que este delito es el paso más corto al feminicidio, al grado último de la violencia extrema.
El lugar
Desde el otro lado del monitor, Carolina se conecta puntual a la cita. Está en la casa de su hermana, vino a Ciudad de México para llevar a cabo las terapias de su cadera. Detrás de ella hay un librero y saca una libreta, para hacer anotaciones en la entrevista.
Tranquila y cálida, comparte la lucha que ha sostenido la Colectiva Sobrevivientes de Feminicidio en México, quienes celebraron que el pasado 27 de abril la Cámara de Diputados aprobó reformar diversas disposiciones del Código Nacional de Procedimientos Penales, de la Ley Nacional de Ejecución Penal y del Código Penal Federal.
En este se ratifica la tentativa de feminicidio hasta con 40 años de cárcel, se hace procedente la prisión preventiva oficiosa para casos de feminicidio consumado o en grado de tentativa punible. Además ordena que no hay libertad condicionada, libertad anticipada, libertad preparatoria ni sustitución de la pena de los sentenciados por este delito.
Es desde ese lugar apacible y con un fondo blanco, en el que se refleja la luz que entra por la ventana, que ella recuerda que ahora se siente segura y desde el cual tiene la oportunidad de compartir también su historia y de celebrar los avances logrados hasta ahora.
El “no lugar”
El antropólogo Marc Augé acuñó el concepto de “no lugar” en su libro Los no lugares. Espacios del anonimato. Una antropología de la sobremodernidad (1992). Para pensar el ‘no lugar’ hay que contraponerlo con el lugar –este se define, según desde el punto de vista geográfico, como una porción del espacio en el que se sitúa algo–. Son aquellos espacios relacionales, históricos y que generan identidad.
El “no lugar” es, por el contrario, un espacio de transitoriedad infinita que no genera pertenencia, apropiación o identidad. Podrían ser aeropuertos, supermercados, centros comerciales, autopistas o albergues y refugios para personas migrantes. Son espacios circunstanciales y en su mayoría están mediados por transacciones.
El ‘no lugar’ podría pensarse también como una especie de limbo en el que los individuos pasan como anónimos así como sus historias. “El espacio del ‘no lugar’ no crea ni identidad singular ni relación, sino soledad y similitud”, señala Augé.
Este término es el más parecido a lo que las sobrevivientes experimentan en nuestro país. Y es que luego de ser víctimas de la violencia en sus distintas caras –física, psicológica, institucional, etc– se enfrentan a la invisibilización y despersonalización en todas sus formas en los lugares que habitan.
La casa, el espació más íntimo de las personas, se convierten en un ‘no lugar’. El espacio público y hasta el Estado, pese a los avances, todavía es un ‘no lugar’.
“Las sobrevivientes no estamos en ninguna parte, no estamos en ninguna numeraría, en ningún lugar. No hay políticas públicas específicas para nosotras. Las que de repente medio funcionan, y que no en todos los casos, son algunos refugios para nosotras. Sin embargo, nunca se ve la integralidad de las necesidades que tenemos”, comparte Carolina a Once Noticias.
Carolina señala que “el acceso a la justicia es fundamental para nosotras. Si no tenemos justicia no podemos sanar. Sabemos que es un avance, pero sabemos que no es todo”, dijo al medio. Y es que reconstruir las vidas implica también volver a pertenecer, a sentirse segura en algún lugar.
Por esta situación los logros del pasado 27 de abril, en el que la colectiva estuvo presente en el pleno, son parte fundamental de una lucha que está rindiendo frutos, pero en los que todavía no se ha logrado que avance.
Las cifras respaldan los desafíos pendientes: al menos de 1 millón 712 mil 522 carpetas por casos de intentos de feminicidio sólo se abrieron 781 carpetas de investigación, es decir, menos de 0.04% y sólo 194 han sido resueltas con sentencia, a lo largo de un período de 8 años en el país.
Además, tal como expone la periodista Gloria Peña en su investigación que obtuvo el premio Breach/Valdez de Periodismo y Derechos Humanos, por su investigación que derivó en el documental, “Las sobrevivientes olvidadas por la justicia” (2021), de esas denuncias, 68% fueron clasificados como violencia familiar y 32% como lesiones dolosas.
La activista señaló que los avances en el pleno son importantes, ya que la sanción a los agresores tendrá impacto para desalentar la condición del delito. Reconoció que la prisión preventiva oficiosa es de gran relevancia, ya que existen antecedentes –como en el caso de Abril Pérez, asesinada en 2019– de que los agresores tienden a volver a cometer el intento de feminicidio y en concretarlo, “al garantizar la prisión preventiva, nos da un día más de vida, para seguir viviendo el proceso jurídico y la oportunidad de rearmar nuestras vidas”.
Relató que las sobrevivientes también cuentan para frenar los feminicidios –cuyas cifras no han dejado de crecer desde 2015. En 2020 se registraron 948 y el año 2021 cerró con 977 casos–.
Los delitos cometidos hacia las mujeres, considerados tentativas de feminicidio, todavía se tipifican como lesiones dolosas, violencia familiar, a veces acoso o hasta robo.
Ante este panorama Carolina reflexionó que al no estar la literalidad del delito y no ponerlo con su nombre y apellido, que los códigos penales locales no armonicen con el federal, las instancias y autoridades actúen sin aplicar la perspectiva de género, o lo hagan con resistencia, impacta en que los delitos se minimicen y los perpetradores puedan quedar libres.
Además resalta que los peritos, peritas y médicos especializados deben también tener una formación específica para reconocer las formas en las que se cometen tales delitos, por ejemplo, Carolina recordó que en el ahorcamiento existen mecanismos que muchas veces no dejan marcas y esto impacta para determinar los delitos, porque permite que los perpetradores o sus defensas legales señalen que al no haber marcas no hay delito que perseguir.
“Al no consignarlos repiten el intento, sino con ellas también con otras mujeres”, enfatizó.
Las sobrevivientes en busca de un lugar
Carolina es originaria de Veracruz. Fue secuestrada por el padre biológico de su hija en el año 2014, y durante largos días fue víctima de tortura física y psicológica. Sobrevivió gracias a que logró escapar, en un momento de descuido de su agresor.
No obstante, recuerda que, pese a que había padecido un accidente cerebrovascular, el agresor la llevó a un lugar desconocido en el que fue encerrada. Lo recuerda gris y ajeno. Cuando pidió ayuda lo primero que le preguntaron fue la dirección del lugar, del que desconocía. Pero Carolina nunca olvidará ese lugar. Quedó impregnado en su memoria.
La activista contó que el agresor argumentó que merecía morir por ser activista feminista.
Carolina, sin embargo, señala que su lucha comenzó una vez que fue cobijada por otras mujeres que también fueron víctimas de tentativa de feminicidio. Fue ahí en donde se percató que todas comparten la búsqueda de un lugar que les vuelva a brindar algo de lo que perdieron: vida, tranquilidad, justicia y a veces, salud.
El limbo de ese ‘no lugar’ no sólo es habitado por seres anónimos sino por historias, rostros y nombres que buscan ser visibilizadas, por lo que guardan expectativas para que el Senado vote a favor de ellas, de las víctimas.
Al respecto la activista expuso que continuarán, hasta que comiencen el período de sesiones en el Senado, haciendo foros para informar y llamar la atención sobre el tema.
“Si en el Congreso se superó el pleito de los colores, así quisiéramos que fuera en el Senado. Seguiremos insistiendo para que esta reforma sea una realidad y luego emprender reformas a nivel local. A la sociedad en su conjunto y con los medios, también, para poner el tema en la mesa y frenar el flagelo de los feminicidios”, concluyó.