Reportajes especiales

“Tengo 12 años en prisión y he presentado pruebas de que todo fue fabricado”

Ana Georgina Domínguez Macías tiene 39 años de edad y 12 de ellos en prisiones federales acusada de un delito que no cometió. El 9 de septiembre de 2009 ella había pasado el día con sus suegros y ayudando a su marido a comprar el boleto y arreglar la maleta para viajar a Ciudad del Carmen pues él trabajaba en las plataformas marinas de Petróleos Mexicanos (Pemex). La noche llegó y junto con sus dos hijos, de seis y once años, se fueron a dormir.

A las 3 de mañana comenzamos a escuchar mucho ruido y pensamos que la ventana estaba abierta y que eran las persianas golpeando, pero cuando mi esposo abrió la puerta de la recamara vimos que ya estaban adentro militares vestidos de verde, traían muchas armas y estaban encapuchados. Dijeron que era una revisión de rutinas porque estaban buscando armas y drogas. Mi esposo les preguntó por qué entraron así, lo comienzan a golpear y lo meten a la recamara contigua, mis niños se dan cuenta y cuando sale, los agarran y también los meten a esa recamara”, relata Georgina.   

Esta es la quinta parte de una serie de entrevistas que Once Noticias ha realizado con mujeres privadas de su libertad injustamente en penales federales y del fuero común.

Gina solo tenía puesta una playera de su esposo. La golpearon mientras la cuestionaban por nombres de personas, por droga, dinero y armas. La amenazaron de muerte mientras seguían golpeándola. 

Después entraron dos personas vestidas de civil y preguntan en dónde estaba ‘La Güera’. Me quitaron mi identificación y me preguntaron si a mí me decían así, yo les decía que no, que me decían Gina o Georgina, pero me seguían amenazando. Hicieron que me cambiara frente a los soldados y yo veía como otros empezaron a meter en una maleta la laptop, cámaras, relojes, alhajas, dinero de mi cartera, y luego me dieron un pantalón negro y una sudadera gris para que me los pusiera, me amarraron de las manos. De bajada vi a mi vecina y sólo alcance a decirle que le hablara a mi mamá para que fuera por mis hijos, que el numero estaba en la libreta de teléfonos”, cuenta Domínguez Macías.

La subieron en una camioneta militar y junto con su esposo la trajeron dando vueltas por muchas horas. Escuchaba cómo daban órdenes de que entraran a las casas. Después de cuatro horas los llevaron a una base militar en Coatzacoalcos, Veracruz, ahí golpearon a su esposo y le preguntaban por líderes de grupos paramilitares.

“En la base militar me desnudaron y comenzaron a tomarme fotos, me decían entre varios militares que me iban a violar entre todos y comenzaron a tocarme, yo no lo permitía y afortunadamente llegaron unas personas que evitaron que estos tipos llegaran a más. Después de esa situación nos llevan al aeropuerto de Minatitlán y antes de llegar bajan a mi esposo, lo golpean y le dicen que si comenta algo lo iban a encontrar y matar, y que se olvide de mí”, comenta Georgina.

Fue trasladada a la Subprocuraduría Especializada en Investigación de Delincuencia Organizada, la SEIDO. Después de muchas horas de espera, un hombre le preguntó por su esposo, ella respondió que lo dejaron tirado los soldados.

“Me decían que necesitaban que yo lo contactara porque si no iban a matarme a mí y a toda mi familia y hacen que le marque a mis suegros y a mi tía, pero no los localizamos, resulta que él había puesto una denuncia en la Comisión Nacional de los Derechos Humanos porque pensó que me habían secuestrado”, narra.

La llevaron a un piso muy alto, pues relata, subió muchos escalones. Estaba en una sala amplía, con muebles de caoba con fotos de puros militares. La sentaron en un sillón hasta que entró un señor de edad avanzada, con traje militar de gala, no el uniforme normal. 

Él pregunta quién es la mujer; los custodios responden que es “La Güera”. El de traje de gala niega que sea ella: “Ustedes no saben hacer su trabajo, saquen a ésta de aquí”, fueron las últimas palabras que escuchó Georgina antes de ser torturada por agentes federales.

“Una mujer y me tomó la declaración y le cuento cómo fue que pasó todo. La funcionaria se lleva como una hoja y media, pero después regresa como con siete hojas más y me pidió que firmara. Cuando pedí leerlo me dice que no podía, que sólo firmara y como no quería le hace señas a una policía federal que estaba ahí y comenzó a amenazarme”.

“Me pegaba con su arma en la cabeza y en todo el cuerpo, me decía muchas groserías, pero a mí no me gusta estar repitiéndolas. Me negué durante dos días, me metieron con el médico, él vio que tenía lesiones en las costillas y la cabeza, pero me hizo caminar desnuda, yo no sentí que fuera una revisión normal, la sentí con mucho morbo. Ahora sé que nunca dijo las lesiones ni nada de lo que traía. Después de dos días negándome llegaron a enseñarme audios donde hablan mis hijos y mis papás. Me dijeron la escuela, la dirección y todo. Me dijeron que si no firmaba los iba a encontrar muerto. Ahí es cuando me asusté mucho, les pedí que los dejaran paz y firmé”, declara Georgina.

Estaba por salir libre por falta de pruebas, sin embargo, una testigo protegida aseguraba que la última vez que vio Gina pagando nominas a funcionarios fue el 15 de abril de 2009, pero ese día ella se encontraba internada en un hospital porque acababan de operarla y esas pruebas están aceptadas en la carpeta de investigación, según informó.

Este trabajo se realizó con la revisión de una acta circunstanciada en la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), firmada por Eduardo Ortiz, coordinador de la oficina foránea en Coatzacoalcos.

A 12 años de su arresto injustificado, Georgina Domínguez sigue con el proceso abierto.

Tengo más de cuatro años pidiendo la separación de causas y me dicen que no lo pueden hacer porque soy mujer, que porque fue en el sexenio de (Felipe) Calderón, que porque mi delito es de los de consigna. El ministerio público apeló la separación de causas para que siguiera con los otros dos acusados con los que me señalan. A ellos los alcance a ver en el túnel de la Seido, era una cosa terrible, tenían la cara deformada, la sangre regada en todo el cuerpo, por eso ellos sí pudieron comprobar tortura. A mí nunca me hicieron el protocolo de Estambul”, explica.

Actualmente está en Almoloya de Juárez, pero estuvo cinco años y medio en el penal de Nayarit y otros cinco años en el de Morelos. Lugares totalmente restrictivos y de aislamiento.

“Todo el tiempo encerradas con una luz que no sabemos si es de día o de noche, la comida es escasa y las autoridades son violentas. En cualquier momento hay castigo, segregación. Sólo tenemos 10 minutos a la semana para hablar con el abogado o la familia que no sirven de nada”.

Gina ha logrado escapar de la cotidianidad. Está a punto de terminar la preparatoria y está reconocida por la WBC como entrenadora de box amateur, pero la llegada a un nuevo penal tiene algunos retos, pues hay que comenzar desde el principio en la convivencia del lugar.

Es para que ya no estuviera en proceso, es frustrante, no se lo deseo a nadie, se siente una con las manos atadas, dependemos de jueces y abogados de oficio que no les interesa su trabajo. Ha sido una experiencia horrible tener que dejar mis hijos y mi familia y perderme muchos momentos de su infancia y su crecimiento. Entré en depresión y hubo un tiempo en el que me quería morir, me sentía culpable, me sentía mal y me preguntaba porque me estaba pasando todo esto. Aprendí a valorar el aire que respiro y cada detalle pues no tenía contacto con nada del exterior”.

“Ahora ver la tecnología, o si pasa el pájaro o veo la mosca ya quiero llorar, porque es otra perspectiva después de tanto tiempo aislada. Lo único que pido es que volteen a ver la situación que vivo, no es posible el sistema judicial y permita que tengamos 12 años en proceso cuando ya hemos presentado pruebas de que todo fue fabricado. Pido justicia y exijo mi libertad”, exhorta Ana Georgina Domínguez, desde el penal.

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