Reportajes especiales

Tres años buscando a Viviana Garrido

Juana Garrido, hermana de Viviana, ha emprendido diversas acciones de búsqueda en Ciudad de México

Viviana Elizabeth Garrido Ibarra fue desaparecida afuera del Metro Ermita, el 30 de noviembre de 2018 al salir de trabajar. El último punto donde se le vio fue en la avenida Tlalpan, sin embargo, ninguna autoridad emprendió acciones inmediatas para recabar pistas de lo que pudo sucederle. Juana Garrido es una de las nueve hermanas de Viviana (siete mujeres y tres hombres). Ella se enteró a la mañana siguiente que su hermana no había llegado a su casa, pensó que algo malo le había pasado y comenzó a buscar en los hospitales, pero no la encontraba.
“Salimos a buscarla y a levantar un reporte, pero luego luego vino a mi mente que esto no era algo sencillo y me dio mucho miedo”, explicó Juana.
Juana Garrido es antropóloga de profesión, siempre intentó mantenerse al margen del ámbito forense porque sabía el peso y el impacto que este trabajo le podría traer. Cuando desaparecieron a Viviana, Juana contactó a una profesora y a algunas compañeras que le ayudaron a buscar, según el protocolo de desapariciones. Las autoridades tomaron la primera entrevista y ya había una hipótesis de qué pudo pasar, salieron de la fiscalía y siguieron buscando. El domingo, a las seis de la tarde, regresaron a la fiscalía con los datos que habían recolectado, pero esta vez no les querían tomar la entrevista, después de mucha presión hicieron la ampliación y las autoridades mandaron a la familia al Instituto de Ciencias Forenses.
“Me sentí frustrada, porque lo que había bloqueado en mi vida estaba ahí. Ahora tenía que identificar a una persona y aportar datos, recuerdo que fue muy pesado, parecía que era eterno el tiempo y a la vez que no alcanzaba. Salimos de ahí y seguimos buscando. Así estuvimos toda la semana. Salíamos en caravanas de carros a buscarla, llevábamos un megáfono gritando su nombre, buscamos en todo, en la basura, en los arbustos, para ver si había algo de ella en la calle, su mochila, ropa o algo”, dijo Juana Garrido.
Cuando pidieron las videograbaciones del Metro Ermita les dijeron que la cámara no apuntaba para ese lado. Les argumentaron que muchas cámaras del Metro no funcionaron, porque esa noche estaba lloviendo. “En la Fiscalía no querían resguardar los videos de las cámara que nosotros fuimos a registrar en la zona, ya que tomamos los datos los llevamos a la fiscalía, pero el policía de investigación nos decía que no tenía tiempo de ir a resguardar los videos“, relató la buscadora. A los 50 días comenzaron las primeras acciones de búsqueda de la autoridad, los procesos jurídicos se los decían a Juana y con la excusa de ser antropóloga no le explicaban a profundidad, lo que cargaba de responsabilidad a la víctima, aunque en realidad también comenzó a tomar decisiones y responsabilidades que poco a poco la fueron sumergiendo en un proceso de organización colectiva, asumiendo esas mismas responsabilidades pero ahora no solo para su propio caso. Su vida y la de toda una comunidad dejó de ser la misma tras la desaparición de Viviana Garrido. El sentido de muchas cosas cambió por completo en la vida de Juana, como la parte académica e incluso sus propios momentos de diversión.
“Recuerdo que mi hermana llevaba varios días buscándome, le preguntaba a mi mamá, y a mi hermanas que dónde estaba yo porque quería decirme algo muy importante. Cuando nos encontramos me dijo que vio una película, la de ‘127 horas’ y estaba preocupada por mí y me quería preguntar si mi navaja tenía filo (contó Juana entre risas) y desde ahí yo cargaba mis navajas cuando iba a la montaña. Cuando me iba a la montaña a caminar, era con otro sentido, a mí me gusta el montañismo y ahora lo hago para buscar personas. Mi vida cambió totalmente, esas habilidades que a mí me gustaban ahora las tengo que usar para buscar a mi hermana y a otras personas”, lamentó Juana.

Hasta Encontrarles CDMX

Juana comenzó con el colectivo “Hasta Encontrarles CDMX”. En sus primeras acciones salieron a pintar murales en los puntos donde habían desaparecido los familiares de quienes integran el colectivo. El rostro de Viviana se pintó frente al metro Ermita, cómo un acto de memoria y presencia de un crimen que atenta contra la humanidad y para que cada persona que lo viera recordara que en ese lugar había una víctima que se sigue buscando y esperando. Los murales siguieron y los rostros de, al menos, seis personas desaparecidas han sido pintadas. Después realizaron búsquedas en vida, que ya lo habían hecho días seguidos tras la desaparición de Viviana. Pero cuando comenzaron las búsquedas en campo se amplió una red de conocimientos y experiencias que no habían llegado a Ciudad de México. La primera fue una búsqueda oficial organizada en el canal de Xochimilco, en el año 2019, gracias a las diligencias en la carpeta de investigación de Viviana. Después de esas acciones, las búsquedas quedaron paradas hasta finales de 2020, cuando salieron a la Sierra de Guadalupe para buscar, con una diligencia de la carpeta de investigación de los tres trabajadores del Sanborns desaparecidos el 29 de noviembre del 2019 en el norte de la capital mexicana, pero como estaba la pandemia, todo se vio limitado.
“Hubieron muchos choques emocionales. Ahora estaba en una montaña buscando a alguien, en Ciudad de México y no muy lejos de donde yo vivo. Con esa idea de que sabes que puedan estar los tres chicos ahí. En esa primera búsqueda vimos a tantas personas que no están capacitadas ni físicamente, ni con las ganas de buscar. Las autoridades decían que nunca habían hecho búsquedas, nadie sabía cuáles son las técnicas que aplican las familias para buscar en Ciudad de México”.
Para 2021, Juana participó en la primera Brigada de Búsqueda de Personas Desaparecidas, organizada en Ciudad de México, en el cerro del Ajusco, bajo la carpeta de Monserrat Uribe Palmeros, una joven desaparecida el 24 de julio de 2020.
“Hoy si comparó lo que hicimos esa vez con lo que hemos aprendido en las diferentes brigadas, pues me doy cuenta que las familias no estábamos tan perdidas”.
“Somos las familias las que buscamos y en ese momento vi que eran más autoridades que familias, por eso fue una jornada pesada para nosotros, porque éramos quienes estamos realmente buscando. De ahí vino la sensación de no saber qué hacíamos, porque éramos pocos. Pero cuando llegamos al Ajusco con la brigada y con más familias y de otros estados como Michoacán, Tijuana Morelos, Sonora y demás, pues nos compartían sus conocimientos, pero también vimos que esos conocimientos no aplicaban tanto a la montaña o al clima porque todo cambiaba totalmente, sin embargo, hubo un hallazgo”, relató Juana. Pese a las dificultades hubo aprendizajes. Ahora ya tienen un panorama más claro de las acciones que tienen que llevar a cabo, sin embargo, esperan que las autoridades permitan más búsquedas.
“Luego que terminó esa brigada ya queríamos regresar a la Sierra de Guadalupe y a las Lomas de Tarango.  Las búsquedas en campo han sido una válvula de escape, ayuda a sentir menos frustración porque estás activo y buscando. Pero después del Ajusco no se han organizado más búsquedas porque las autoridades parece que no tienen recursos y también parece que están descansado un poco porque les tocó una tras otra y parece que les cansa, pero nosotros no nos cansamos”, expresó Juana Garrido.
Durante esa búsqueda la joven antropóloga también se dio cuenta que peritos de Ciudad de México no saben cosas básicas como cribar la tierra o diferenciar si era un hueso o no. Se dio cuenta que ellos también estaban aprendiendo, pues estos trabajadores nunca habían ido a un contexto de ese tipo, en comparación con las familias que tenían ese contexto claro. Es por eso la exigencia a las autoridades de que se escuche las peticiones de los familiares y que se trabaje en coordinación, para realizar búsquedas en la zona de Ciudad de México y Estado de México
“Hace falta escucharnos y que ellos acepten que no sólo se trata de sus conocimientos en antropología, porque por eso no se está confiando en las autoridades, aprendimos a qué hay que sensibilizarlos y darles un jalón de orejas para que las familias presenten sus inconformidades y que ellos las escuchen”, externó Juana Garrido.

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