Kaori Cantarero Regalado murió el 22 de junio a causa de un paro cardiaco. Llegó de San Pedro Sula, Honduras, hace 12 años, salió huyendo por la violencia que acecha a las mujeres trans en todo Latinoamérica. En Ciudad de México encontró una familia que la quería y la cuidaba.
A veces los hoteles fueron su hogar y durante algunas noches las calles se convirtieron en su guarida. Era conocido que a Kaori sufría de ataques epilépticos y en varias noches las compañeras le ayudaron cuando las convulsiones le invadían el cuerpo. Más de una vez se lastimó al desvanecerse sobre el concreto de la avenida Puente de Alvarado, pero siempre había alguien que le brindaba ayuda.
El 18 de junio decidió dejar el alcohol. Se internó en un anexo junto con Tiffany, su “hermana de vida”, que ya tenía tres meses anexada y sobria. Esa noche se reencontraron y a la mañana siguiente se despidieron porque Tiffany terminaba su periodo dentro del grupo.
El sábado 19 Kaori tuvo algunos cuadros epilépticos, pero la estabilizaron; el domingo estuvo totalmente estable, pero el lunes 21 de junio regresaron las convulsiones. Esa noche se fue a dormir, y a las tres de la madrugada el último choque epiléptico tomó su cuerpo y ella perdió la vida.
Un periodo de abstinencia puede ser muy fuerte para el cuerpo, por la deshidratación y la ansiedad. El cuerpo necesita la sustancia a la que es adicto y pueden tener consecuencias fatales. En algunos hospitales toxicológicos se les ponen suero y ansiolítico. Muchas de las personas que llegan a estos centros de rehabilitación tienen daños orgánicos lamentables en el aparato respiratorio, hepático, etc. Médicamente necesitan un hospital, antes de un proceso de desintoxicación a largo plazo”, expresó Enrique Hernández de la organización Caracol.
Kenya Cuevas, activista por los derechos trans, recibió una llamada minutos después de las tres de la mañana, era para decirle que Kaori Cantarero Regalado había muerto. Cuevas conoce bien el protocolo porque sus cuentas indican que ha recuperado los cuerpos y los ha entregado sus familias en al menos 40 casos. Su trabajo es indispensable para que los cuerpos de las trabajadoras sexuales trans no terminen dentro de una fosa común y sus laberintos burocráticos.
Kenya se levantó de su cama y viajo de Chalco a Nezahualpilli para no perder el rastro de la chica. Al llegar al centro de rehabilitación Sangre Nueva Nezahualpilli, uno de los únicos grupos que reciben mujeres trans en el área metropolitana, ya estaban algunas patrullas que resguardaban el lugar. Después llegaron los peritos de la Fiscalía del Estado de México y trasladaron el cuerpo al anfiteatro, ahí le hicieron la necropsia de ley.
Kenya comenzó a preguntar entre los conocidos, se metió en las redes sociales y elaboró un trabajo de investigación hasta que pudo encontrar a la familia de Kaori para darle la triste noticia.
Para recoger el cuerpo, Kenya tenía que presentar un acta de nacimiento y comprobar su responsabilidad, así que pidió los documentos a la familia hondureña y en poco tiempo pudieron trasladar el cuerpo a un velatorio donde la esperaban sus compañeras.
Entre lágrimas y aplausos recibieron el ataúd. Una de las chicas se ofreció a maquillar por última vez a Kaori. Sólo que el maquillaje que traía no era suficiente, pero poco a poco fue consiguiendo entre la solidaridad de esta comunidad. Alguna le prestó delineador para ojos, otra ofreció el labial, alguna más el rubor y hasta pestañas postizas que le pegaron con unas gotas de café líquido porque no había otra manera.
En unos minutos el rostro había cambiado… ahora solo falta esperar si la Comisión Nacional para Prevenir la Discriminación logra articular la repatriación de la chica migrante para que pueda descansar en su tierra y con su gente. El cuerpo no se puede cremar debido a que está sujeto a investigación judicial, por lo que el traslado sería con el féretro completo, pero esto tiene un plazo límite que concluye hoy 24 de junio.