Reportajes especiales

Ventanas: tensión entre lo público y lo privado

Del latín ventus, una ventana es una apertura construida en una pared, techo o puerta para que haya luz y ventilación en un espacio cerrado.

Las primeras ventanas de las que se tiene registro, eran aperturas hechas con los propios materiales del edificio dejando el espacio vacío para que entrara la luz y el aire. Después, en la Edad Media cuando apareció el cristal templado, las iglesias se fueron llenando de colores gracias a los vitrales cada vez más prolongados o por la luz que entraba en los rosetones. Fue hasta el siglo XIX en el que con la producción masiva de cristal, las casas de la clase trabajadora contaron con más ventanas.

 

Impuestos por las ventanas

A finales del siglo XVII, el Rey Guillermo III de Inglaterra introdujo una reforma fiscal controversial: el impuesto a la propiedad basado en el número de ventanas de una casa. Por tal razón, un sector de la población optó por tapiar las ventanas con ladrillo para evitar pagar el impuesto. El presidente mexicano Antonio López de Santa Anna implementó dicha medida fiscal en México el 9 de enero de 1854, sugerida por el entonces secretario de Hacienda, Ignacio Sierra y Rosso; sin embargo, al no haber establecido un padrón claro, la recaudación fue mínima y mucho el egreso en los esfuerzos para que los contribuyentes lo pagaran. En 1855, cuando Santa Anna abandonó el país rumbo al exilio, los contribuyentes cesaron de pagarlo.

 

El impuesto a las ventanas fue una medida tomada en tiempos de bancarrota para recaudar dinero de manera rápida gracias a la facilidad de registro de las ventanas. Aunque estuvo vigente en varios países europeos durante el siglo XIX, fue gradualmente suprimida en el siglo XX.

 

Ventanas: tensión entre lo público y lo privado

La diversidad de tipos de ventana no solo se ve reflejada en la variedad de materiales con las que pueden ser hechas, sino también en la multiplicidad de simbolismos y experiencias que éstas provocan. Además de cumplir con una función específica, el efecto provocado por ellas puede suscitar distintas interpretaciones.

 

En el sector financiero, el canon arquitectónico se convirtió en torres verticales de oficinas con vidrios transparentes o inmensos rascacielos. “Las consideraciones económicas gobiernan las decisiones de diseño”, afirma la autora de “Form Follows Finance” (La forma sigue las finanzas) Carol Willis, quien actualiza la máxima arquitectónica “la forma sigue la función” de Louis Sullivan, en los tiempos de la posmodernidad en el que la arquitectura y el diseño se ven dominados por el capitalismo. Es por ello que uno de los motivos de emplear ventanas en edificios corporativos se debe a que la entrada de luz natural representa un ahorro significativo en la cuenta de luz artificial de un edificio de oficinas o cualquier edificio vertical.

Pese que a los discursos recientes del uso y empleo de vitrales dentro y fuera de algunos edificios financieros sea el de transparentar los procesos y desdibujar las jerarquías, también se puede traducir como un dispositivo de control hacia los empleados; el uso excesivo de ventanas que eliminan cualquier grado de intimidad, se convierte en un “estado consciente de vigilancia permanente”, como apuntaba el filósofo francés Michel Foucault. El control institucional es comúnmente percibido como “beneficiario y liberador” y se justifica así mismo porque favorece algunos aspectos, pero a costa y detrimento de otros.

 

Otro de los simbolismos de las ventanas en el espacio público fue señalado por Wilson y Kelling en 1982, quienes se dieron cuenta del efecto de las ventanas rotas y establecieron una de las teorías clave de la criminología: los vidrios rotos en un edificio, carro o casa, inducen al crimen. Ya que se asumen deshabitados, la gente termina desvalijando los autos o casas. La periodista y activista arquitectónica Jane Jacobs señalaba en su libro “Death and Life of Great American Cities” [Vida y Muerte de las Grandes Ciudades Americanas], que el orden y la seguridad se erigen en normas estéticas, por tanto, las ventanas rotas son un desestabilizador de éstos.

 

En el ámbito privado, las ventanas pueden cobrar un sentido voyeurista si se espía al vecino, como en la película “Vértigo” de Alfred Hitchcock, o simplemente son el vehículo que nos permite enlazarnos con el exterior, como recientemente se han convertido desde los inicios del confinamiento global por la pandemia del coronavirus. Ante las restricciones de movilidad que fueron poco a poco imponiéndose en cada país afectado por el Covid- y el traslado del trabajo a la casa, fue común ver a las personas salir a tomar el sol en los balcones, organizar conciertos, juegos y actividades, o dejar mensajes solidarios al personal médico que ha estado brindando su apoyo.

 

Así como existen diversos tipos de ventanas (fija, batiente, corrediza, basculante, etc.), éstas enmarcan y provocan distintas sensaciones dependiendo del contexto. La percepción de las cosas influye en nuestro comportamiento y por la multiplicidad de funciones existen contradicciones en y gracias a las ventanas: en los rascacielos se usan para ahorrar dinero en la cuenta de la luz, pero se desdibuja la intimidad y fomenta al ciudadano panóptico; es el instrumento que nos permite espiar al vecino, pero de igual manera permite generar comunidad en tiempos de pandemia.

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