Después de cerrar la puerta de su casa, Ana López Moreno sintió su cuerpo arder debido a la adrenalina. Ella y su novia se besaban en un parque de Ciudad de México, cuando cuatro hombres se acercaron a ellas; las insultaron, violentaron y persiguieron varias cuadras. Ambas se quedaron sentadas en el piso tratando de entender lo que había sucedido.
Más tarde, tomaron un baño y curaron sus heridas. Ana tenía raspones en las rodillas, codos y moretones, uno de ellos en el ojo; mientras que Amelia, su novia, tenía hinchazón en la cabeza, uñas rotas, el labio dañado y moretones. No denunciaron este hecho a la policía porque no querían ponerse en más riesgo.
“Las autoridades no le iban a dar importancia al caso si decíamos que nos habían golpeado por ser lesbianas. Por eso lo hicieron, lo repetían en sus insultos: “lencha”, “¿no les gustan los hombres?”, “perra lesbiana”, “me das asco”. Nos tardamos en procesar todo. Decidimos sanar juntas y no ser revictimizadas”, contó Ana en entrevista a Once Noticias.
Aunque este hecho, dijo Ana, es el más violento que ha vivido junto a su pareja, la violencia hacia ellas es constante de distintas formas: insultos, gestos de desaprobación, comentarios agresivos o rechazo. Todo ello, se convirtió en un limitante para que ellas puedan vivir su relación con libertad y seguridad. A veces, ambas sienten que los días son “pequeñas batallas”.
En opinión de Amelia Guerrero la violencia hacia al comunidad lésbica no es la misma que se ejerce contra otras personas de la comunidad LGBTIQ+. En este caso, dijo, se trata de agresiones “correctivas” contra las mujeres por no cumplir con su rol en la sociedad de “ser propiedad de un hombre”, por ello hay lesbianas que ocultan su orientación sexual para sobrevivir.
A esto, resaltó Amelia, es necesario decir que las mujeres viven agresiones en cualquier espacio y tiempo, ejemplo de ello es que cada día 11 mujeres son asesinadas, una de cada cuatro jóvenes sufre violencia sexual y mínimo hay una desaparición, según la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Esta violencia, considera Amelia, se incrementa dos o tres veces al ser parte de la comunidad lésbica.
Para Amelia y Ana los crímenes hacia lesbianas quedan invisibilizados por el miedo a denunciar, el poco acceso a la justicia y escasa visibilidad en los medios de comunicación. Por ello, creen importante que al tocar temas sobre mujeres es necesario mencionar su orientación sexual o identidad de género desde una forma respetuosa.
En México, se registraron 78 muertes violentas de personas LGBTIQ+ relacionadas con su identidad de género, orientación sexual o expresión de género en 2021. De éstas 78, 2 % fueron contra lesbianas, de acuerdo con el informe “Muertes violentas de personas LGBT+” de la organización, Letra S.
De estas 78 muertes, describe el documento, 19 tienen una línea de investigación, entre ellas crimen de odio, crimen organizado, homicidio o feminicidio; en 15 pudieron detener o identificar al presunto responsable, y cinco de ellos fueron vinculados a proceso, pero ninguno ha sido sentenciado.
Ante este panorama, Letra S consideró que la violencia contra personas LBGTIQ+ debe entenderse como una forma de violencia de género, ya que el propósito de las y los agresores es el de castigar a las personas cuya apariencia y comportamiento no se corresponde con los estereotipos, sino que, por el contrario, los desafía.
“¿Qué fue lo que pasó?”
“Miradas de desaprobación” es la violencia persistente que Paulina Márquez, estudiante y parte de la comunidad lésbica, ha padecido al dar muestras de cariño a su pareja en espacios públicos. En algunas de estas ocasiones, dijo, teme porque pueda suceder algo más.
“Las miradas son cosas muy incómodas que llegan a afectarnos, sobre todo en nuestra salud mental. Muchas veces no sabemos cómo nombrarlo o hasta qué punto tenemos normalizado saber que nos van a mirar. Muchas veces la violencia se padece por parecer lesbiana, no tanto por serlo”, enfatizó Márquez, quien acaba de graduarse de la Universidad.
Uno de estos hechos, contó, sucedió antes de la pandemia. Ella y su pareja esperaban el metro mientras demostraban su amor. Una mujer a la distancia comenzó a mirarlas y movió su cabeza en forma de negación. Paulina regresó la mirada hasta que llegó su transporte y subieron a él.
A esta ocasión, comentó, se suma otra. Paulina iba de camino a casa de su novia. Un señor que tocaba música en la calle llamó su atención, pero lo olvidó. Al llegar a la puerta besó a su novia y se percató que aquel señor las miraba con mucha atención. Paulina sintió miedo, entró al lugar y anheló que al salir esa persona no estuviera.
“Al final, queda esa sensación de: ¿qué pasó?, ¿qué hice mal?, ¿qué pudieron haber visto que estuvo mal? La violencia es algo en lo que pienso bastante. Es muy injusto que nos tengamos que mirar desde ese miedo y no desde algo más comunitario. En las situaciones donde me he sentido más libre es cuando estamos con nuestras amigas y familia”, añadió.
Para Paulina es necesario mostrar que las agresiones hacia comunidad lésbica suceden de una forma particular debido a su género. “En este país feminicida es muy importante nombrarlo. Muchos de los crímenes de odio vienen de pretender corregir a las mujeres que salen de lo heterosexual. Se tiene que reconocer el derecho de poder querer en libertad”, dijo.
Primer paso: cambio cultural
Frente a esta realidad, la fundadora de la Red de Madres Lesbianas en México, Ana de Alejandro García, considera que se tiene que impulsar un cambio cultural para que la población entienda, identifique e interiorice que no hay nada que cambiar ni nada que corregir porque todas las identidades y orientaciones sexuales están bien.
Este cambio, explicó, se debe incentivar en la educación, en la cual se enseñe de manera continúa el respeto y tolerancia hacia los demás a fin de validar que cada persona puede sentir cosas distintas porque hay muchas formas de vivir. Estos aprendizajes podrían cambiar las cifras de violencia hacia la comunidad LGBTIQ+ y terminar con los “mal llamados esfuerzos”.
“Estos mal llamados esfuerzos quieren corregir la orientación sexual o identidad de género. Se llaman así porque no hay nada que corregir, la orientación e identidad de género son algo innato de las personas y por lo tanto son como son”, aclaró Ana.
En el caso de la violencia hacia la comunidad lésbica, dijo, es forzoso generar cifras sobre ello para entender sus realidades, necesidades y problemáticas. De otra forma, todos esos datos quedarán en la oscuridad. En este país, por cada uno de los crímenes de odio contra personas LGBTIQ+ registrados existen otros tres asesinatos invisibilizados, según el Observatorio Nacional de Crímenes de Odio contra Personas LGBT.
La situación legal y social de las lesbianas, según Amnistía Internacional, varía a lo largo de las regiones del mundo. En algunos países disfrutan de niveles de protección legal frente a la discriminación por su orientación sexual; sin embargo, 70 países entraron al siglo XXI con leyes que prohíben las relaciones homosexuales y, al menos en nueve de ellos, los actos homosexuales pueden castigarse con la pena de muerte.