El 11 de marzo de 2020, el mundo enfrentó la pausa más dramática de la era moderna, debido a la pandemia del COVID-19. Separó familias y obligó a las personas a resguardarse en casa, a trabajar a distancia. Cambiaron los rostros por los cubrebocas. Todo, para salvar la vida.
“Asoló al mundo durante tres años y mató a 7 millones de personas según los casos confirmados, aunque el exceso de muertes demuestra que pudieron haber sido muchísimos más”, comentó el director del Laboratorio Nacional de Vacunología del Instituto Politécnico Nacional (IPN), Isabel Salazar Sánchez.
Han pasado cinco años desde esa fecha que, sin duda, ha dejado lecciones en el terreno de las vacunas, que se desarrollaron en el contexto de la emergencia, a una velocidad sin precedentes.
“Tuvimos una vacuna, por lo menos las de RNA de Pfizer, estuvieron en un año, a un año de haber comenzado la pandemia. Si estábamos en diciembre del 19, se reporta por primera vez el SARS-CoV-2 en China, en Wuhan, China, para diciembre del 2020 ya se estaba vacunando al personal médico en el mundo con esta vacuna”, detalló Salazar Sánchez.
La investigación y el desarrollo no partieron de cero. Aprovecharon conocimientos generados décadas antes con estrategias de vacunas prometedoras.
Una corriente aprovechó las plataformas adenovirales, que entrenaron al sistema inmunológico a identificar una proteína del COVID llamada “Spike”.
Estos biológicos fueron tan eficientes que redujeron los cuadros graves y con el tiempo acotaron las probabilidades de fallecer. En 2021, había material mundial suficiente para inocular a más de la mitad de los adultos.
En opinión de Salazar Sánchez debido a lo anterior bajó el número de hospitalizaciones y la gravedad de los casos. “No nos defendió de la infección, pero nos defendió de que pudieran haber estos casos graves de COVID-19”, añadió.
Las vacunas fueron la clave para superar la crisis sanitaria. En 2023, se reconoció con el Nobel de Medicina a dos precursores de las vacunas de ARN, Katalin Karikó y Drew Weissman.
En México, algunas de las lecciones que dejó el COVID-19 fue la necesidad de promover conocimiento propio, como el que se desarrolla ahora aquí, en el Laboratorio Nacional de Vacunología del IPN.
“Estamos generando algunos candidatos, ya generamos uno para fiebre amarilla, este a nivel pues del virus recombinante, generamos también uno para tenemos uno para chikungunya y estamos trabajando en uno para Plasmodium Vivax”, finalizó Salazar Sánchez.