El paso del coronavirus por el cuerpo puede dejar como secuela, una enfermedad rara, clasificada por los expertos como disautonomía.
“Esto está pasando ahora con la pandemia de COVID-19; cada vez llegan a nuestro consultorio más pacientes quejándose de síntomas de disautonomía después de haber tenido la infección por el coronavirus”, expuso Antonio González, cardioneurólogo del Instituto Nacional de Cardiología “Ignacio Chávez” de la Secretaría de Salud.
La disautonomía es una falla del sistema nervioso central autónomo, encargado de regular funciones vitales como la respiración y el funcionamiento del sistema gastrointestinal.
“A mi si me afecta todo el aparato digestivo yo ya llevaba años con una falsa inflamación intestinal”, comentó Catalina Muñoz Bueno, paciente con disautonomía.
En estudios médicos se documentó la posibilidad de que la disautonomía ocurra después de una infección.
“Esta infección puede ser viral, bacteriana inclusive parasitaria, semanas o meses después del cuadro agudo aparecen los síntomas de la disautonomía”, añadió Antonio González.
Un traumatismo emocional o el estrés también puede ser detonante de disautonomía.
“Por ejemplo la pérdida de un ser querido, un divorcio, un problema familiar severo, de alguna manera favorece la aparición de los síntomas de la disautonomía”, dijo Antonio González el entrevistado.
La disautonomía también puede ser hereditaria. Isabel y su padre padecían la misma enfermedad.
“Diagnosticado no, pero tenía todos los síntomas que yo tengo de mi papá y se murió sin saberlo”, expresó Ana Isabel Celorio, cofundadora de Zocul, A.C.
Aunque los síntomas pueden variar en cada persona, en general se presenta taquicardia, mareo, debilidad o cansancio, dificultad cognitiva y visión borrosa, provocado por la baja de la presión arterial y la disminución de la frecuencia cardiaca.
Uno de los mayores riesgos que tienen quienes viven con este padecimiento son fracturas a consecuencia de desmayos.
“Tuve un síncope que es un desmayo y no había nadie cerca de mí, fue la madrugada, me di con el picaporte de una puerta y tuve un hematoma de 13 centímetros”, comentó Ana Isabel Celorio.
En México no hay cifras precisas de cuántas personas padecen esta enfermedad.
“En nuestro país no tenemos estadísticas fidedignas sobre qué tanta gente la padece, pero en forma muy conservadora en Estados Unidos se considera que entre medio y un millón de personas está afectada; yo considero que esta es una cifra subestimada y me atrevería a decir que este es un problema que afecta a 20 por ciento de la población”, apuntó Antonio González.
Desafortunadamente, es largo el peregrinar de los pacientes para llegar a un diagnóstico certero.
“Yo viví 35 años de mi vida, sí teniendo desmayos, convulsiones, a los 15 fue la crisis más fuerte de los 15 a los 17 años”, dijo Ana Isabel.
El tratamiento farmacológico varía en cada paciente, pero el soporte emocional debe ser continuo para quienes lo padecen.
“¿Sabes qué pasa?, que no nos entienden. Es que las personas te ven bien, pero tú no estás bien eso es duro. Dicen: ‘esta no tiene nada mira que buena cara tiene’, y si se tiene y bastante”, explico la paciente Catalina Muñoz Bueno.
La Fundación Zocul y Disautonomía México son dos organizaciones civiles que ofrecen información a quien lo necesite.
Más datos sobre la disautonomía
A nivel mundial se reportan 70 millones de personas diagnosticadas con disautonomía.
La disautonomía puede clasificarse en primaria, en la cual no se conocen las causas y secundaria, que aparece debido a enfermedades autoinmunes.
Uno de los mayores riesgos que tienen quienes viven con este padecimiento son fracturas a consecuencia de desmayos, los cuales sobrevienen al bajar la presión arterial y disminuye la frecuencia cardiaca.
La responsable de Nutrición Clínica en la Unidad Médico Quirúrgica del Hospital Juárez del Centro, Gabriela Chávez Basurto, explicó que una persona con disautonomía no debe permanecer mucho tiempo de pie y si lo está, tiene que moverse y contraer los músculos de las extremidades: manos, piernas y glúteos para estimular la circulación sanguínea y evitar el desvanecimiento.
“Se debe comer cada dos o tres horas en pequeñas porciones; reducir el consumo de azúcares simples como refrescos y pasteles; cuidar la ingesta de sal y mantenerse hidratados con líquidos variados, como agua de coco, agua mineral y jugos, para evitar que los síntomas se agudicen”, puntualizó.
Sin embargo, aclaró, beber agua simple en grandes cantidades no es recomendable sino agua a sorbos durante todo el día para mantener hidratado al organismo.