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Expertos analizan preferencias alimenticias para combatir obesidad y sobrepeso

Existen muchos factores que intervienen en la formación de las preferencias gustativas -como el genético (herencia), metabólico y principalmente psicosociales-, sin embargo, comprender los procesos cerebrales ayudará a desarrollar mejores tratamientos contra el sobrepeso y la obesidad, tal como aseguró Jean-Pascal Morin, investigador de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). El doctor en Ciencias Biomédicas criticó que en la actualidad los fármacos actuales que existen para tratar la obesidad y el sobrepeso son ineficaces o causan efectos secundarios considerables -como las anfetaminas que pueden producir adicción y derivar en un problema más grave-. Además la única intervención que tiene una alta tasa de éxito es la cirugía bariátrica, pero es un proceso invasivo con disponibilidad limitada, aseguró Jean-Pascal Morin. Dijo que hay investigaciones sobre los cambios a nivel cerebral a partir de métodos de reeducación o terapéuticos para tratar los padecimientos, aunque todavía falta por descubrir más. El especialista encabeza la línea de investigación el “Papel de la neuromodulación colinérgica en los núcleos amigdalinos durante el aprendizaje gustativo” que se realiza junto a expertos de Israel y México. En ella buscan comprender mejor los procesos cerebrales mediante los cuales la experiencia modifica los hábitos alimenticios, ya que existe la probabilidad que contribuya a tratar patologías de la conducta, como la obesidad, relacionadas con la ingesta excesiva de alimentos.

Neofobia alimentaria y su relación con la obesidad

Cuando consumimos comidas altamente calóricas nos producen sensaciones placenteras, porque nuestro umbral para la detección de sabores dulces es alto. Ese proceso forma parte de la memoria gustativa y permite sentir placer al consumir algunos alimentos. Esta función la realiza la amígdala cerebral -es el núcleo principal de control de las emociones y sentimientos, además de las respuestas de satisfacción o miedo- que se ubica en la parte basal anterior del cerebro. La investigación que encabeza Jean-Pascal Morin ha encontrado que la amígdala participa en un fenómeno que se conoce como neofobia alimentaria; es decir, el miedo o rechazo a probar alimentos nuevos o desconocidos, un reflejo primitivo de protección que se da sobre todo en niños. Se trata de una pequeña estructura situada en la región límbica de ambos hemisferios del cerebro que interviene en el aprendizaje, la memoria y el procesamiento de las emociones. Algunos resultados obtenidos en animales de laboratorio apuntan que esta área del cerebro -en especial por el papel del neurotransmisor denominado acetilcolina-determina cómo la experiencia con distintos sabores modifica nuestras preferencias alimenticias. El rechazo o miedo se ve incrementada en modelos animales por la obesidad, “en pacientes humanos ese hecho podría explicarse por la falta de diversidad en su alimentación”, explica el investigador.

¿Cómo se adquieren las preferencias alimenticias?

Desde el nacimiento las personas gustan de algunos alimentos de forma innata, sin embargo, hay sabores por los que se puede desarrollar un fuerte placer y se les denomina sabores o gustos adquiridos. El doctor apuntó que al ingerir estos alimentos la amígdala, recibe información relacionada con el estímulo gustativo procedente de distintas partes del cerebro y con los datos genera una especie de representación de las partes de éste para modificar físicamente su estructura. Entonces hay conexiones o sinapsis entre neuronas de la amígdala y de otras estructuras, la cual se puede potenciar o debilitar, de acuerdo con la experiencia.
“Así se forjan recuerdos, preferencias e incluso la relación entre comidas obesogénicas y drogas de abuso, y hacia allá un poco nuestra investigación, aunque a nivel básico”, argumentó.
El experto aclaró que analizan cómo se adquieren las preferencias alimenticias, un aspecto fundamental de la conducta de ingesta. El académico aclaró que no es posible manipular la amígdala de manera física o invasiva para tratar la obesidad, porque es una zona profunda del cerebro, y que tampoco el trastorno es exclusivo de la plasticidad cerebral o de la adicción a la comida. Destacó que comprender los procesos cerebrales involucrados en la formación de preferencias gustativas, ayudará al desarrollo de mejores tratamientos contra el sobrepeso y la obesidad en México. Finalmente enfatizó que el resultado de esta investigación se podría encaminar a desarrollar fármacos que impidieran, al administrarlos antes del consumo de algunos alimentos obesogénicos, que la amígdala continúe con el desarrollo de preferencias hacia esos productos, incluso formando una ligera aversión hacia ellos.
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