Las mujeres han jugado un papel fundamental en la salud durante el contexto de pandemia, sin embargo, se han visto mayormente afectadas, por lo que aún quedan desafíos que incluyan el reconocimiento de otras formas de concebirla fuera de las lógicas occidentales.
La salud también es parte de las luchas por los territorios, además debe ser considerada por los feminismos, aseguraron mujeres de distintas organizaciones de Abya Yala y de Kurdistán, en el conversatorio “Feminario Ecologista de los Sures”, como parte de las actividades del Colectivo Miradas Críticas del Territorio desde el Feminismo.
Ara Koê, de la organización indígena de Hum Pampa, Uruguay, afirmó que ellas ven a la salud desde una visión integral “entre lo físico, la razón, la mente en relación con la madre Tierra y el padre Sol”. Reivindican la visión de los abuelos y abuelas que consideran a la salud como parte de la cultura del pueblo, por lo que valoran los saberes y la medicina tradicional.
En Uruguay durante largo tiempo hubo silenciamiento hacia los pueblos originarios, por lo que ahora buscan reconstruir esa memoria a través de otras “formas de caminar la salud”, que va de la mano con la defensa del territorio.
Adriana Guzmán, integrante de Feminismo Comunitario Antipatriarcal en Bolivia, compartió que en la lengua aymara no existe la palabra salud fuera del cuerpo. Tampoco se concibe como una lucha aislada sino como una sola lucha que reúne la defensa de los territorios y la memoria ancestral.
“La comida es nuestra medicina”, por lo que es parte de la memoria ancestral de los pueblos indígenas bolivianos y de su relación con la pachamama, al respecto compartió que para ellas es importante resguardar los saberes de la comida de las abuelas y las madres porque es parte de la defensa de la memoria y de la lucha antipatriarcal.
La comida tiene una relación directa con la identidad de los pueblos y con las luchas de las mujeres, porque forma parte del trabajo del hogar “el sistema se sostiene sobre las formas de alimentación”, señaló.
La boliviana criticó que no se puede hablar de descolonización si las industrias farmacéuticas y las lógicas occidentales, coloniales y racistas de concebir a la salud, permean a la sociedad, y además si los pueblos indígenas no pueden acceder a los servicios de salud. Declaró que ellas han peleado para que el Estado incorpore y reconozca la medicina ancestral.
Para hablar de salud hay que hablar de violencia
En el caso de Argentina el Centro Cultural y Posta Sanitaria María Emma Córdoba ha trabajado por la salud de las mujeres a través de distintas actividades. Al respecto, Madelón Sobral, partera que forma parte de este centro, indicó que ellas se dedican a trabajar con mujeres adolescentes para tratar de hacer un cambio de paradigma. Además consideran importante pensar a la salud desde una lógica comunitaria.
En su proyecto de salud dan consejería en interrupción del embarazo, asesoramiento y acompañamiento psicológico y trabajan el tema de las violencias porque consideran que es parte fundamental de la salud de las mujeres.
La partera relató que el centro se encuentra en la vivienda en la que fue asesinada Emma Córdoba, una estudiante de medicina que fue víctima de feminicidio, por lo que consideran simbólico trabajar las violencias hacia las mujeres desde este espacio, al que nombraron como la estudiante.
La resistencia
Alessia Dro, del movimiento Mujeres Kurdistán México, aseguró que la salud y la vida son formas de resistencia para las mujeres kurdas y en general. Señaló que es importante rescatar la memoria de los pueblos a través de las prácticas ancestrales de la curandería y de las plantas medicinales. Las mujeres kurdas se organizan en comuna y asamblea, para decidir sobre sus propios sistemas de salud barriales.
Criticó que con el COVID-19 se evidenció la instrumentación política que han hecho los gobiernos en el mundo, además ha evidenciado el acceso a la salud es desigual y ha tenido fuertes repercusiones sobre la salud de las mujeres.
Enfatizó que los feminismo deben de articularse, desde el reconocimiento de sus autonomías más allá de la dimensión geográfica y que la salud no está ajena a la lucha de las mujeres y que también es una forma de resistencia que debe pensarse para fortalecer los procesos colectivos de las comunidades.