¿Puede darme un infarto por ansiedad? El 99% de las personas que sufren esta condición psicológica se lo preguntan a menudo.
El organismo en estos estados llega a situaciones límite. Los trastornos de pánico, por ejemplo, llevan ar a pensar, en medio de la angustia, que uno está a punto de fallecer.
- ¿Cabe entonces la posibilidad real de que se pueda llegar a morir en medio de estas situaciones? La respuesta rápida es que no, no es común que esto suceda. No obstante, hay matices que hay que tener en cuenta. La Universidad de Harvard indca que los trastornos de ansiedad son un factor de riesgo en aquellas personas que ya padecen enfermedades cardiovasculares previas.
Se sabe que personas que sufren hipertensión o que ya han padecido algún infarto previamente tienen un mayor riesgo de desarrollar trastornos del estado del ánimo con ansiedad o depresión. El miedo, la preocupación y la angustia a la propia enfermedad elevan la indefensión psicológica. Así, en estas situaciones en las que se combinan “enfermedad y ansiedad”, sí existe un riesgo elevado de que aparezcan más problemas cardiovasculares graves.
- Todas las personas que han sufrido ansiedad en algún momento de su vida han sentido dolor torácico o, en su caso, pinchazos en el corazón. Este trastorno del estado de ánimo se caracteriza por una serie de síntomas fisiológicos tan variados como intensos. Los más comunes son la presión en el pecho, la sensación de no poder terminar de respirar y, por supuesto, la taquicardia desbocada.
Una de las consultas más comunes es precisamente el dolor en el pecho. Son ataques repetitivos en los que la persona experimenta un miedo devastador y unas reacciones fisiológicas intensas que se parecen bastante a un infarto de miocardio.
Sin embargo, ese infarto rara vez llega a suceder; el paciente recibe ansiolíticos y la recomendación de iniciar terapia. Si no hay factores de riesgo previos, la posibilidad de sufrir un infarto es baja.
Las fobias, los ataques de pánico y la ansiedad en general no deriva en infartos, siempre y cuando, no haya presencia de otros factores de riesgo como:
- Hipertensión
- Tabaquismo
- Colesterol y triglicéridos altos
- Diabetes
- Llevar una vida sedentaria
- Padecer obesidad
- Consumir drogas
- Tener predisposición genética a las enfermedades cardiovasculares